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Donde nos busquen, cuando nos busquen... aquí estamos para seguir la revolución

Maduro y Cabello se declaran soldados e hijos leales de Chávez

La marea roja invade las calles de Caracas

Líderes internacionales se solidarizan con Venezuela

Nos causan gracia amenazas de segundones, responde el opositor Capriles en redes sociales

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El vicepresidente venezolano, Nicolás Maduro, y el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, en un acto celebrado en Caracas que marcó la continuidad del mandato de Hugo ChávezFoto Xinhua
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Chavistas afuera del palacio de Miraflores, en CaracasFoto Ap
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Los presidentes de Bolivia, Evo Morales, y de Uruguay, José Mujica, ayer en un acto de solidaridad con su par de Venezuela, Hugo ChávezFoto Reuters
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Periódico La Jornada
Viernes 11 de enero de 2013, p. 24

Caracas, 10 de enero. Es el día en que Hugo Chávez debería asumir su cuarto mandato presidencial. Pero, como es sabido, el presidente relecto está fuera del país, en Cuba, donde hace un mes fue sometido a una cuarta cirugía debido al cáncer que lo aqueja. Así que, sin Chávez, miles de venezolanos se echan a las calles. Muchos portan bandas presidenciales, pues han de ser juramentados en lugar del presidente que apenas en octubre pasado consiguió ocho millones de votos.

Tal es el escenario para que el vicepresidente ejecutivo, Nicolás Maduro Moros, designado candidato por Chávez para una eventual elección extraordinaria, alerte sobre un plan de la ultraderecha para buscar un muerto, dos muertos y así “manchar la vida política y las victorias que este pueblo está conquistando todos los días.

No lo podemos permitir, dice Maduro, y su advertencia coincide con el anuncio opositor de una marcha en protesta por lo que considera una violación de la Constitución, toda vez que el Tribunal Superior de Justicia determinó, el pasado miércoles, que no corre prisa para que Chávez tome protesta de su nuevo mandato (o se juramente, como dicen aquí).

El vicepresidente, designado por Chávez luego de su victoria electoral del 7 de octubre de 2012, dice que sectores de la oposición planean multiplicar guarimbas en las ciudades venezolanas. La expresión sirve para describir bloqueos de calles y avenidas con barricadas y quema de llantas.

Que se recuerde, sin embargo, las últimas guarimbas fueron en octubre, pero apenas reunieron a unas cuantas personas en uno de los barrios acomodados de esta ciudad. Y fueron tan chafas que en lugar de troncos y llantas los rebeldes quemaron algunas bolsas de la basura salida de sus propias casas.

En las últimas semanas, el gobierno venezolano ha denunciado que sectores de la oposición buscan desestabilizar al país para lograr su acariciado sueño: salir de Chávez, como resumió hace unos días el presidente de la Asamblea Nacional (AN), Diosdado Cabello.

Los dirigentes opositores lo han negado en todos los tonos. Hoy mismo, a través de las redes sociales, descalificaron nuevamente un paro cívico nacional cuya convocatoria circuló por los mismos medios.

Aunque, eso sí, llamaron a una manifestación para el 23 de enero, para protestar contra una decisión que consideran inconstitucional. Ese día se conmemora la caída de la dictadura, en 1958, del general Marcos Pérez Jiménez, y es una fecha en la cual los chavistas salen siempre a las calles.

El galán y la miss

Pero no hay que adelantarse. En este día histórico, como lo califica el chavismo, extraña que Nicolás Maduro no dedique la apertura de su discurso a los héroes patrios o al enfermo en La Habana. En cambio, dispone de largos minutos para elogiar a un galán de televisión y a la sexta Miss Mundo que ha dado esta fábrica de reinas de belleza.

El galán es el famoso actor y animador de televisión Winston Vallenilla, quien en 2007 derramó lágrimas por el cierre del canal RCTV y ahora ha mudado de bando.

¡Familia! ¡Que viva Venezuela, que viva Chávez, que viva la revolución bolivariana, que viva el pueblo digno!, había soltado al iniciar el acto, antes de que Maduro lo llenara de elogios.

Ivian Sarcos, quien posee el título de Miss Mundo 2011, fue presentada como una belleza consciente y al ser nombrada por el vicepresidente se levanta de su lugar y empareja el abrazo con el gigantón Maduro gracias a sus tacones dorados de 15 centímetros. Luego, a petición del respetable, regala una vueltica.

El vicepresidente venezolano usa los casos de ambas figuras del espectáculo para emprenderla contra el linchamiento que sufren figuras públicas que aceptan simpatizar con el chavismo (en las redes se multiplican comentarios como los del humorista Laureano Márquez: Parece que Winston enloqueció). ¡Basta de chantaje y persecución fascista contra el pensamiento libre de un pueblo!, dice Maduro, y completa con una invitación a otros como ellos a sumarse a la revolución sin pena.

Como estrategia, quizá, no está tan mal.

Este mismo día, el analista Luis Vicente León, de talante opositor aunque respetado por el chavismo, escribe en su cuenta de Twitter: Si partimos del hecho que Chávez y el chavismo han sido mayoría en eventos recientes, la única manera de ganar es convencer (a) parte de sus votantes.

O sea, que la oposición y el chavismo –que desde hace varias elecciones se baten con diferencias de diez puntos a favor del gobierno– saben que es cierto que, como dice el mismo León, en la conformación del respaldo popular, a veces son más importantes las percepciones que las realidades.

Visto así, la presencia de la miss y el galán –al lado de personajes como Pepe Mujica y Evo Morales– puede seguir pareciendo frívola, pero no si se piensa en la percepción y en los votos.

Aunque el acto central se inicia pasadas las dos de la tarde, desde muy temprano las inmediaciones del Palacio de Miraflores comienzan a llenarse de simpatizantes del chavismo que acuden a una fiesta. Bailan, cantan y gritan, de las consignas viejas a las nuevas canciones que músicos profesionales montaron para la pasada campaña electoral. Incluso la prensa opositora habla de una marea roja que se apodera del centro de la ciudad.

Detrás de las rejas de Miraflores, representantes de 22 países del continente –los 18 que pertenecen a Petrocaribe y la ALBA, más El Salvador, Uruguay, Argentina y Honduras– afinan los detalles de la Declaración de Caracas, que busca evitar que la salud de Chávez –operado ya cuatro veces en La Habana– sea pretexto para atentar contra las instituciones democráticas y convoca a la comunidad internacional a respetar la resolución del Tribunal Supremo de Justicia que el pasado miércoles aplazó indefinidamente la toma de protesta de Chávez.

El consejo del viejo guerrillero

La gente no se mueve pese a la larga espera y ovaciona a cada uno de los oradores. El primero, el canciller argentino Héctor Timerman, agradece a Chávez su apoyo contra el colonialismo en torno a las Malvinas y luego se dirige al vicepresidente: Nicolás, quiero que sepas que la compañera Cristina, el gobierno que ella preside y el pueblo argentino estarán junto a ti durante todos los días que haga falta, hasta el regreso del presidente Chávez.

El canciller ecuatoriano, Ricardo Patiño, lee una carta enviada por el presidente Rafael Correa.

A la derecha de Maduro figura en el presídium la pareja presidencial de Nicaragua, Daniel Ortega y Rosario Murillo. El primero elogia la batalla de Diosdado Cabello contra los buitres, como llama a los diputados de la oposición venezolana que no se dan cuenta que aquí la única carroña que existe son ellos.

El largo discurso del vicepresidente del Consejo de Ministros de Cuba, Miguel Díaz-Canel, es inaudible a ratos porque varios aviones rusos Sukhoi dejan caer su estruendo sobre la multitud. La intervención del representante cubano es rubricada por la multitud con gritos de Cuba y Venezuela, una sola bandera y Cuba sí, yanquis no.

El discurso más breve, que toca además el tema del que la cúpula chavista prefiere no hablar, corre a cargo del viejo ex guerrillero y presidente de Uruguay José Mujica, quien, detrás de unos lentes negros, dice: Hay un hombre que está dando la batalla por la vida y está en el corazón de ustedes, eso es lo que tiene sentido. Pero si mañana no está: unidad, paz y trabajo, queridos compañeros.

Nos matamos de amor...

La oratoria de Nicolás Maduro se parece cada día más a la de Hugo Chávez. Pero el histrionismo del comandante, dueño sin par del escenario, es inimitable.

En alguno de los pasajes más encendidos, la multitud regala la siguiente consigna al vicepresidente: ¡El pueblo está seguro, con Chávez y Maduro!

Miles de veces autodeclarado hijo del comandante, Maduro responde con la consigna de las mil marchas: ¡Uh, ah, Chávez no se va!

Poco antes ha confesado que la noche anterior padeció insomnio y que amaneció con un solo pensamiento para este 10 de enero: Chávez, Chávez, Chávez.

Luego, habla de varios temas, incluida la salud del presidente. Dice, por ejemplo, que ni siquiera cuando le quitaron un tumor del tamaño de una pelota de softbol y le aplicaron cinco sesiones de quimioterapia descuidó la conducción de este proyecto revolucionario. Y que, a 30 días de su cuarta intervención quirúrgica se encuentra, como ustedes saben, en batalla.

Para no variar, en otro momento de su discurso busca los brazos de Cabello, para volver a tomarse la foto de la unidad. “Dicen que Diosdado y yo nos estamos matando, pero nos matamos de amor por el pueblo…

Estamos libres de aspiraciones personales o politiqueras; somos soldados e hijos leales de Chávez.

Alza la voz Maduro cuando se dirige a la oposición: “Donde nos busquen, cuando nos busquen (…) aquí estamos listos para seguir esta revolución”.

Y más: Si ustedes no me reconocen a mí, yo no estoy obligado a reconocerlos a ustedes.

Maduro pide la ola, canta como Chávez –o lo intenta–, se pone a cantar y jura que el comandante vivirá.

Le contesta en las redes el ex candidato presidencial opositor Henrique Capriles: Nos causan gracia amenazas de segundones, a ver si a partir de mañana se ponen a trabajar, gobierno paralizado!

El juramento y la noche de Dudamel

Poco antes de las seis, hora local, concluyen las cuatro horas de cadena nacional de televisión. El remate es con un juramento que Nicolás Maduro pronuncia y miles repiten con él: ¡Juro por la Constitución bolivariana que defenderé la presidencia del comandante Chávez en la calle, con la razón, con la verdad y con la fuerza y la inteligencia de un pueblo que se ha liberado del yugo de la burguesía!

Puede que el día en que Chávez debió rendir protesta se recuerde por el galán y la miss. O como el primer día de Maduro. Un chavista avezado dice, ya entrada la noche, que preferiría recordarlo con la Quinta Sinfonía de Beethoven, interpretada esta noche en el teatro Teresa Carreño por la Orquesta Sinfónica Juvenil Simón Bolivar, bajo la batuta de ese figurón llamado Gustavo Dudamel, en solidaridad con el presidente Chávez y la revolución bolivariana.