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Se graduó de técnico cuatro años después de sufrir un infarto durante un entrenamiento

Carlos Sánchez se aferra al futbol; ahora como entrenador

De repente arrancan de tu vida la profesión por la que tanto luchaste, dice el ex americanista sobre su retiro a los 28 años

A Calero le ocurrió algo similar, pero yo sí tuve otra oportunidad

 
Periódico La Jornada
Sábado 12 de enero de 2013, p. a13

Carlos Sánchez jamás volverá a sentir la adrenalina de jugar un partido de futbol profesional, ni de festejar en la cancha los triunfos de su equipo debido al infarto cerebral que sufrió hace cuatro años, durante un entrenamiento con el América.

Sin embargo, el ex defensa no se desanima. Al contrario, desea llegar más lejos y ser el artífice de más victorias, pues en diciembre pasado concluyó sus estudios para ser director técnico.

El martes 12 de agosto de 2008 es una fecha que Carlos nunca olvidará. Fue el día en que su incipiente carrera futbolística se truncó –a los 28 años de edad–, al sufrir una oclusión del sistema arterial cerebral.

Todo pintaba para ser un día normal, acudí a la práctica como siempre. Primero fui a rehabilitación por una molestia que tenía en la rodilla, luego empecé el trabajo con el resto del equipo, relata el ex jugador en entrevista con La Jornada.

Explica que tuvieron una plática sobre el partido anterior –que había sido contra Morelia– antes de comenzar el entrenamiento físico: Estábamos corriendo cuando empecé a sentir un hormigueo muy intenso en toda la parte izquierda del cuerpo.

El ex zaguero recuerda perfectamente que en ese momento comenzó a hablar muy lentamente y que cuando quiso mover el brazo izquierdo para secarse el sudor, éste no le respondía; lo sentía adormecido y ya no podía moverlo: Estaba con mi compañero Sebastián Domínguez, él se dió cuenta de que algo estaba mal y llamó a los servicios médicos del club.

No sabía a qué se enfrentaba

Con lujo de detalles, como si hubiera sido ayer, narra que posteriormente lo recostaron en la cancha: “No sentía ningún dolor, sólo el adormecimiento del cuerpo. Luego me trasladaron en ambulancia al hospital. En ese trayecto me acompañó Michel Bauer, quien era el presidente del equipo. Conversaba conmigo y me decía que tuviera calma, pero obviamente no sabíamos de qué estábamos hablando.

Finalmente llegamos y por suerte pude ver a mis padres, lo cual fue un aliciente para mí porque no sabía a qué me enfrentaba. Me ingresaron en el área de urgencias y me explicaron el proceso al que me iban a someter, que era un cateterismo. Me despedí de mi familia y dos semanas después, cuando salí del coma, es cuando volví a saber de mí.

–¿Qué pasó cuando volviste en sí?

–Todo había cambiado para mí. Me recordaba como una persona dinámica, ágil, y ahora me encontraba postrado en una cama sin saber qué me pasaba. No sentía la parte izquierda de mi cuerpo ni podía mantener la cabeza en una postura normal. Mis padres me hicieron verlo como si fuera el efecto de la anestesia y pensé que iba a recuperar la movilidad en poco tiempo, pero no fue así.

–¿Cómo asumiste lo que te había pasado?

–Primero lo tomé como cualquier lesión y creí que sería un proceso de recuperación corto, unos cuántos meses, quizá año y medio, pero conforme me informé sobre el accidente que me ocurrió, así como gracias al contacto que tuve con otros pacientes que sufrieron lo mismo que yo, comprendí a qué me enfrentaba –responde con tono triste, mientras en su rostro se dibuja una mueca.

Poco tiempo después, Charz, como lo apodan sus amigos, supo que a pesar de la rehabilitación nunca podría volver a las canchas como futbolista, pues además de la inmovilidad que presentaba en el lado izquierdo de su cuerpo, el infarto había dejado secuelas.

“Me dí cuenta de que jamás regresaría a jugar debido a mis limitaciones físicas y a otros aspectos de salud. Ahora estoy de por vida bajo un tratamiento de anticoagulación para tener niveles estables y no estar en riesgo de sufrir otra trombosis, como las dos que ya tuve en las piernas.

En mi caso, cualquier golpe puede ser de mucho cuidado, provocar una hemorragia interna. Algún balonazo o un contacto con otro deportista puede ocasionarme algo más fuerte y no le veo el caso, explica.

–¿Cómo te sentiste cuando te enteraste de que jamás volverías a jugar futbol?

Carlos medita unos segundos antes de responder, como si escudriñara dentro de sus recuerdos la sensación que tuvo en ese momento. Aclara la garganta y enseguida comenta: “Fue un golpe muy duro, como una desilusión, porque de un momento a otro ves arrancada de tu vida la profesión por la que tanto luchaste, por fin tenía la estabilidad que tanto anhelaba y de pronto se escapó de mi manos.

Hubo momentos en los que me sentía muy decepcionado de la vida, pero afortunadamente, gracias a mis familiares y amigos, me motivaba a mí mismo y me daba fuerzas para seguir adelante.

En efecto, al momento del infarto, Carlos Sánchez peleaba por un puesto titular en el América. Canterano del club, muchos le auguraban un futuro prometedor y se destacaban sus cualidades de garra y velocidad en la marcación.

Está cerca el final del proceso

Antes de continuar su relato bebe un poco de limonada para refrescarse; luego respira profundo y agrega con un tono más entusiasta: “Me decía ‘¿cómo no voy a poder rehabilitarme?, ¡tengo que hacerlo!’, sobre todo porque me contagié de la voluntad de otros pacientes.

Veía personas que estaban peor que yo y eso me hacía valorar lo que tenía y no distraerme de mi propósito, que era recuperarme lo más pronto posible. Aún sigo en ese proceso, pero siento que el final está cada vez más cerca.

Luego reflexiona unos instantes y dice: El retiro tuvo que ser así, pues no sé si hubiera sido capaz de hacerme a un lado. La cancha te llama, el olor a pasto, el vestidor, todo lo llevas en la sangre.

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Carlos Sánchez tiene una recuperación de 90 por cientoFoto Karla Torrijos

A cuatro años del suceso, el ex defensa americanista estima que está recuperado 90 por ciento. Ya recobró la mayor parte de la movilidad en sus extremidades izquierdas, puede hablar perfectamente y ya no usa silla de ruedas para desplazarse, ahora lo hace por sí mismo. Sin embargo, refiere que la rehabilitación ha sido un proceso muy largo y en ocasiones angustiante.

“Había mucha desesperación, pero una de las enseñanzas que me dejó mi carrera es la constancia. Jamás se me han dado las cosas fácilmente, siempre he sido perseverante y he trabajado muy duro para conseguirlas.

Mi escenario de lucha se traspasó, ahora ya no era en el terreno de juego sino en la rehabilitación, en busca de una vida plena, afirma tajante y seguro de sí mismo en medio del bullicio del restaurante donde se llevó a cabo la entrevista.

Charz confiesa que en los momentos difíciles sacaba fuerzas gracias a sus compañeros de enfermedad, como él les llama, pues cuenta que ellos le decían que él era su motivación, entonces no podía darme el lujo de dejarme caer porque ya no repercutía sólo en mí, sino también en ellos, no podía tirarme a la hamaca y darme por vencido tan fácilmente.

Y añade: También estaba mi familia, todos se sumaron a mi padecimiento y yo tenía la responsabilidad de darles una respuesta positiva por la inversión que hicieron en mí, dándome toda su compresión y cariño; no podía defraudarlos.

–¿Alguna vez pensaste en que lo sucedido fue una injusticia de la vida?

En ese instante baja la mirada, ve fijamente sus manos, las frota y contesta con tono sereno: En algún momento sí, pero tanto el apoyo de mis seres queridos, así como la cuestión espiritual me ayudaron a salir adelante. En lugar de buscar una respuesta a la pregunta ¿por qué a mí?, la interrogante cambió a ¿para qué a mí?, ¿ahora cuál es mi función?

Con el ánimo tranquilo, explica que poco a poco encontró consuelo al comprender el padecimiento que sufrió.

De cada 10 personas que tienen un infarto cerebral, dos sobreviven, y lo constatamos recientemente con la muerte del portero Miguel Calero, a quien le ocurrió algo similar y no tuvo la suerte de seguir con nosotros. Entonces pensé que si yo había tenido esa oportunidad tenía que aprovecharla, señala.

Después mira hacia al horizonte, su rostro refleja una mente invadida por los buenos recuerdos; esboza una sonrisa y prosigue: En lo mucho o poco que duró mi carrera siempre me divertí, disfruté y me entregué al máximo como profesional y como persona. Tuve logros deportivos que me hacen sentir satisfecho y tranquilo, lo que duró lo aproveché al ciento por ciento.

Señala que surgió un problema con Televisa por una abogada que contrató y lo asesoró mal, pero explicó que después todo se aclaró.

El América ya no se hace cargo de mí, es Grupo Televisa que mediante una de sus filiales, que es Televisa Talentos, me sigue apoyando con la rehabilitación. Se encarga de mis gastos médicos y personales. Por ese lado estoy tranquilo, la empresa no se desentendió de mi caso y me sigue dando las facilidades necesarias para continuar con mis terapias, indica.

El ex jugador platica que el malentendido con el club de Coapa fue muy desgastante para él. Sin embargo, en medio de tantos problemas, siempre tuvo claro que no quería alejarse del deporte que tanto le apasiona.

Comenta que incluso dejaba de ir a sus terapias cuando éstas se empalmaban con algún partido importante del América. Fue así como decidió estudiar para ser director técnico.

Mi intención siempre fue seguir ligado al futbol. Cuando supe que no podría volver a jugar mi familia me dio la idea de continuar en este deporte pero ahora como entrenador. Nunca había considerado esa opción, no me atraía la idea de lidiar con 25 cabrones, y entonces se abrió un nuevo panorama, relata con actitud pícara y una gran sonrisa en el rostro.

Gracias a la Comisión del Jugador de la Federación Mexicana de Futbol consiguió una beca para realizar el curso de entrenador, el cual duró dos años.

En espera del título

Ahora que lo terminó, en diciembre pasado, dice que sólo espera recibir su título, en febrero, para luchar por uno de sus sueños: Dirigir en los grandes equipos, aunque también me gustaría ayudar en el futbol de formación en las fuerzas básicas.

Contento, señala que le gustaría “brindar a los jóvenes todas las herramientas necesarias, no sólo en el ámbito deportivo, sino también sobre el factor humano. Ahí es donde tenemos que ser agentes de cambio, pues no sólo es la práctica, hay otros aspectos importantes.

Hay que enseñar a las personas a que si fallan como deportistas no se cierren las puertas, deben usar sus cualidades, como la disciplina y la constancia, pero en otra área, que siempre busquen la excelencia.

–¿Ya tienes alguna propuesta de trabajo?

Niega con la cabeza y luego responde: No, pero uno de mis propósitos es poder charlar con el dueño de Televisa o con algún encargado para limar asperezas. Si es necesario ofrecer una disculpa pública, lo haría. Antes que nada quiero agradecerles el apoyo que me han brindado.

Entusiasmado, continúa: Posteriormente tengo la ilusión de dirigir en el América para regresarle un poco de lo mucho que me ha dado. Sé que es un proceso y lleva su tiempo. Ojalá sea pronto, abrigo la esperanza de volver a ser parte del club y portar de nuevo el uniforme, pero ahora como entrenador.