Opinión
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Puntos sobre las íes

Rodolfo Gaona VII

Y

vuelta a sufrir.

Quedamos en que, en 1909, al regresar a México, Rodolfo Gaona se encontró con la novedad de que había surgido un grupo de niños bien y extranjeros, al que se denominó el antigaonismo y que iban al coso a molestarle de continuo, en tanto que sus partidarios, que eran legión, ensalzaban a su torero cuando mostraba sus innegables cualidades toreras.

Pero…

Peor se pusieron las cosas, cuando el paisano dejó ir vivo el primer toro de su carrera.

Fue un pájaro de cuenta de la ganadería española de Surga, grande, con tremebundos pitones, con mucho nervio y que más tardó en salir al ruedo que en mostrarse reservón, derrotando a más y mejor y con el que mucho que había que arriesgar.

¿Hubiera podido Gaona con tal bicho?

En lo personal, creo que sí, pero en aquellos años todavía no estaba plenamente cuajado y, además, aquellos niños bonitos, gritándole indio bolero, supongo, le hicieron perder la cabeza, y si bien el leonés nunca lo fue, ya que lo más cerca que estuvo del zapato fue cuando su madre le consiguió trabajo en una fábrica de calzado. Pero esa tarde arreciaron los gritos, los chiflidos y, cómo de que no, los insultos y los gritos de ahora sí, indio bolero, ya te llegó tu día.

Como era obvio, Gaona comenzó a tantear al de Surga y entonces se desató la gritería al corral, al corral, esperando, además, que el animal lo prendiera, así que Gaona, según se supo, se encaró con ellos y les gritó: ¿Es eso lo quieren? Y dejó que el toro se fuera al corral.

Vivito y coleando.

+ + +

Y más angustias.

Dos periódicos, El Imparcial y El Mundo Ilustrado estaban en franca competencia y, en aquellos años ambos tenían una muy aceptable circulación y dedicaban generosos espacios a la fiesta brava, pero sucedieron, al parecer diferencias muy severas por cuestiones políticas y, de la mano, también taurinas y fue entonces, que apareció el entonces llamado asunto Noecker.

Una mañana de tantas, los periódicos publicaron la noticia del suicidio de la señorita María Luisa Noecker, asunto que, más que novedoso, se convirtió en todo un escándalo ya que, para desgracia del torero, sobre la cama de la difunta encontraron una fotografía suya y, además, se mencionaba que llevaba al cuello un medallón con su retrato. Obviamente, ahí estaba el motivo (Gaona) para quitarle a la empresa taurina a quien tanto dinero le daba a ganar y fue así que la madeja comenzó a enredarse.

Foto
Cartel de corrida de El indio grandeFoto Archivo

La verdad es que Gaona nunca la conoció; el padre de la muchacha, de origen alemán, era aficionado a la fiesta brava y ella frecuentemente lo escuchaba hablar de toros y hasta un hermano de Refulgente le regaló algunas fotos de El indio grande, pero nada más.

El que sí la conoció fue el hermano del matador, Enrique, y que asistió a una fiesta la noche anterior al suicidio, pero se retiró a temprana hora, en tanto que Gaona anduvo con varios amigos asistiendo al teatro Colón.

A la mañana siguiente, Gaona, ignorante de todo, fue a correr a las inmediaciones de la plaza, alcanzándolo su hermano quien le informó lo sucedido y al volver a su casa encontraron a una muchedumbre que apenas si los dejó pasar.

Ni uno solo de los asistentes al baile declaró haber visto al leonés y el domingo, en la plaza, muchos aficionados lo señalaban con el dedo y permanecían en silencio.

A poco, recibió Gaona una invitación para presentarse en la comisaría, pero al llegar el comisario no estaba presente, así que el matador dijo a uno de los vigilantes que iba a salir a caminar y éste le respondió que no podía salir.

Por fin, apareció la autoridad y le dijo a Gaona que él era el causante del suicidio de la señorita Noecker y que para corroborar su dicho, le informó que dos personas que vivían cerca del domicilio de la joven habían afirmado verlo cuando pasó a recogerla y, según parece, más o menos, vino la aclaración:

Llamaron a los dizque testigos y el comisario les preguntó: ¿Conocen ustedes a Rodolfo Gaona? No, señor, fue la contestación. Entonces les dijo: “pues este señor que está aquí es Rodolfo Gaona…”

Y hubo más, mucho más y a lo cual habremos de referirnos en la próxima entrega.

Hasta entonces.

(AAB)