Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 13 de enero de 2013 Num: 932

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Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El enigma Edward Hopper
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Luis Enrique Flores

El campo de Les Milles: una historia francesa
Rodolfo Alonso

La palabra teatral
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Pablo González Casanova, el intelectual
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Diccionarios del español de México (I DE II)

Por razones indirectamente escatológicas me di a la tarea reciente de zambullirme en algunos de los diccionarios existentes del español de México. Me explico. En un artículo “académico” me atreví a afirmar: “Sobra decir que, en España, la palabra culo designa a las ‘nalgas’, a diferencia del uso mexicano, casi siempre referido al ‘ano.’” Me refería al título de un libro de Carlos Blanco Aguinaga, De mal asiento. Incluso agregué una explicación, tomada del Diccionario de María Moliner: “En España se llama culo de mal asiento a la persona excesivamente inquieta, que cambia constantemente de lugar, ocupación o idea, no obstante que la expresión no aluda a las posaderas de ninguna persona sino a la comparación con una vasija que, por su fondo irregular, no se asienta bien sobre la superficie en que reposa y, por ello, se menea o muestra inestable.”

Uno de los dictaminadores de la segunda ronda de lecturas de dicho artículo fulminó un breve “revisar”, lo cual perturbó mi condición de usuario del español mexicano (ya extenso, por los años que llevo ejerciéndolo): ¿me estaba equivocando? Recordé una anécdota contada por Begoña Zorrilla, pintora mexicana de ascendencia vasca: de visita en España con su familia, una de sus primas amenazó al hijo por una travesura:  “¡Deja de hacer eso o te reviento el culo!” Begoña se escandalizó:  “¡Oye, no es para tanto!” De la charla posterior entre ambas primas surgió la aclaración de que, en España, “culo” se refiere a “nalgas”, frente al uso mexicano que opta por “ano”. Claro, no es lo mismo “reventar” unas nalgas que el ano porque, encima de todo, “reventar”, en España, no significa necesariamente “hacer estallar”.

Nalgas y ano se encuentran en la misma zona geográfica de la anatomía humana y la revisión sugerida por el dictaminador no me llevó a un trabajo espeleológico de campo para discernir, in situ, si ano y nalgas son lo mismo desde la perspectiva del culo, pero sí a una pesquisa de diccionarios; dos generales: el Diccionario de uso del español, de María Moliner, y el Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, de Joan Corominas y j. a. Pascual; y cuatro mexicanos: el Diccionario de mexicanismos, de la Academia Mexicana de la Lengua; el Diccionario del español usual en México, cuya investigación fue dirigida por Luis Fernando Lara; el ya venerable Diccionario de mejicanismos, de Francisco j. Santamaría; y una curiosa novedad: el Chilangonario. Vocabulario de supervivencia para el visitante de la Ciudad de México, de Alberto Peralta de Legarreta.

Según Corominas, “culo” procede del latín culus, cuya primera documentación es de 1155, aparecida en el Fuero de Avilés. Antes de pasar a las derivaciones de la palabra, Corominas indica: “Secundariamente, en Asturias ‘el ojo de la aguja’”, lo cual ya es algo (puesto que no pienso perderme en la pesquisa de usos como “ojete” y “el ojo del culo”). Entre los demás diccionarios propuestos, Moliner confirma el uso peninsular de la palabra “culo” como sinónimo de “nalgas”, el de Santamaría es un tanto ambiguo (me parece que por un exceso de puritanismo) y el de Lara es el único que, en segunda acepción, propone “ano” como sinónimo de “culo” para efectos del uso mexicano. El de la Academia Mexicana de la Lengua y el de Peralta (que tiene el mérito de funcionar como un registro sincrónico del español de Ciudad de México en los alrededores de la segunda década del siglo xxi) consideran que “ano” es, en México, la primera acepción de la palabra “culo”.

Los diccionarios de la Academia Mexicana, Lara, Santamaría y Peralta deben considerarse diccionarios especiales y diferenciales, según lo explicado por José Moreno de Alba en la Presentación del de Mexicanismos, pues en ellos se encontrarán “voces y definiciones si no precisamente exclusivas, sí propias del español mexicano” y no pretenden explicar el léxico total de la lengua española.

Al margen de las exploraciones comentadas, creo posible concluir que, independientemente de las acepciones que la palabra tuviera en México y España, el resultado de la búsqueda no excluye que en México y en segunda acepción “culo” sea sinónimo de “nalgas”. Vale decir que, de acuerdo con el habla situacional, cualquier usuario del español de México sabe diferenciar si con la palabra “culo” su interlocutor se refiere a las “nalgas” o al “ano”; sospecho que también lo sabe deducir no sólo el hablante peninsular, sino el de cualquiera de las normas lingüísticas españolas.