Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 13 de enero de 2013 Num: 932

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El enigma Edward Hopper
Vilma Fuentes

Mi taza
Luis Enrique Flores

El campo de Les Milles: una historia francesa
Rodolfo Alonso

La palabra teatral
de Diamela

Adriana Cortés Koloffon
entrevista con Diamela Eltit

Pablo González Casanova, el intelectual
y la izquierda

Luis Hernández Navarro

Mona Lisa Mona Lisa
Ilan Stavans

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Orlando Ortiz

Perspectiva negra (II Y ÚLTIMA)

Podría decirse que la delincuencia se desarrolla en relación directa con el avance tecnológico y el estadio de las fuerzas productivas. El relato policíaco, en consecuencia, debe responder a estos factores. Escribir, a estas alturas, como Conan Doyle o Agatha Christie es absurdo. Se puede sustituir el palacete en la campiña inglesa por un viejo casco de hacienda; al aristócrata inglés por un hacendado de rancio abolengo y al flemático mayordomo que viste librea por un caporal de porte recio. Sin embargo, lo anacrónico seguiría siendo evidente.

Hace algunas décadas, los médicos diagnosticaban a los enfermos a partir de la observación y los síntomas; en la actualidad no se atreven a diagnosticar sin tener en la mano estudios previos realizados en laboratorios calificados para ese fin. De manera similar, Sherlock Holmes se apoyaba en la observación directa para descubrir al culpable, y ahora la investigación policíaca se realiza apoyada en una serie de estudios forenses que van de la dactiloscopia al adn, y no soslaya la utilización de recursos electrónicos vía satelital para localizar o rastrear sospechosos o presuntos culpables. Así las cosas, ¿qué tanta credibilidad puede tener un investigador que sólo utiliza una enorme y ridícula lupa para la detección de rastros que lo conduzcan a identificar al culpable? La delincuencia, en la actualidad, se ha organizado; eso significa que su estructura ha alcanzado niveles muy complejos, similares a los de las grandes trasnacionales. La misma delincuencia se ha trasnacionalizado. Por otra parte, para conseguir sus objetivos, ha desplegado una intrincada red de corrupción que se extiende no solamente por los ámbitos de las policías responsables de su persecución, sino también por los poderes judiciales y políticos. Esto no excluye la posibilidad de que también algunos grandes empresarios y empresas estén en el ajo, pues, ya lo decía cierto clásico, los burgueses son capaces de fabricar la cuerda con la que serán colgados si esa producción les reditúa pingües ganancias.

Como puede verse, para los escritores mexicanos de relatos policíacos la perspectiva es bastante negra. Sería ridículo, a menos que se haga como una farsa, seguir utilizando un detective privado similar a aquellos que se localizan en los inicios de este género. También inverosímil, o por lo menos muy difícil de hacer creíble, sería presentar como protagonista a un policía cuando para los mexicanos viene siendo lo mismo que los delincuentes. El protagonista de una novela policíaca ubicada en estos tiempos debería tomar en cuenta que el “sexenio valiente” dejó una estela de muertos, no de luz, además de un incremento, en un año, de aproximadamente dos millones de pobres; una caída estrepitosa en el poder adquisitivo del salario, un índice de desempleo muy elevado…

¿Por qué tomar esos datos en cuenta? Porque es obvio que para una persona desempleada, con una deficiente educación y pérdida de valores morales y sociales, la única manera de alimentar y darle techo a su familia será por la vía de la delincuencia. Y una prueba de esa vía la encontramos en el caso de los jóvenes sicarios que se involucran con los narcos porque ven ahí la manera fácil de conseguir unos pesos para vivir y chance hasta para darse la gran vida, aunque sólo sea por unos cuantos meses. Si se los quiebran, pues ya lo bailado quién se lo quita. Cierto, ha surgido la llamada narcoliteratura, pero como ya lo he dicho en ocasiones anteriores, ésta se queda en la epidermis, en lo folclórico; no llega a la raíz del problema ni pone en evidencia las múltiples ramas y raíces de este ilícito. ¿Por qué? Porque hacerlo reclamaría una toma de posición respecto al sistema, y si se trata de buscar la justicia, por fuerza llegaríamos a condenar el capitalismo, y hacer esto sería tanto como declararse comunista o socialista y eso:  “¡Fuchi! Ningún escritor que se respete puede declararse partidario del totalitarismo”. De nuevo: se confunden las ganas de mear con las de hacer el amor; en otras palabras, se cree que socialismo es igual a totalitarismo.

Resulta evidente que el neocapitalismo mostró su incapacidad para resolver los problemas sociales y económicos del mundo: España, Grecia, Italia, Portugal, etcétera son la muestra. Pero, por otra parte, con el socialismo real (como se le llamaba antes) ocurrió algo similar, y el que sobrevive es una especie de caricatura de socialismo. De ahí la necesidad de que el autor del género policíaco redefina los elementos con los que deberá trabajar.