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American Curios

Locura armada

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En imagen de archivo David Keene, presidente de la Asociación Nacional del Rifle, quien aseguró ayer que tiene suficiente apoyo en el Congreso para bloquear restricciones contra las ventas de fusiles de asalto y cartuchos de gran capacidadFoto Ap
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ntre los más de 280 millones de armas en manos privadas en este país (se calcula que entre un cuarto y una tercera parte de los hogares tienen una), y con las fuerzas armadas más poderosas del mundo (con capacidad de destruir el planeta varias veces ), parece que este país vive y muere por la espada.

En Estados Unidos el debate sobre el control (más bien, descontrol) de las armas es, una vez más, el centro de atención. El presidente Barack Obama promete hacer algo para abordar el asunto; el vicepresidente Joe Biden encabeza un grupo de trabajo que presentará en los próximos días una serie de propuestas para controlar la venta de armas. Varios legisladores federales y estatales también impulsan propuestas, y algunos comentaristas dicen que después de años de inacción esta vez se podría lograr algo.

Al parecer, se necesitaba el sacrificio de 20 niños de primaria –el peor incidente con armas contra menores de edad– en una escuela de Connecticut para envalentonar a una cúpula política destacada por su cobardía en este tema, que justifican ante la opinión pública (que en años recientes favorece el descontrol) con el supuesto derecho a las armas consagrado en la Constitución, y no menciona los millones de dólares invertidos por poderosos grupos de cabildeo, sobre todo la Asociación Nacional del Rifle (NRA).

La contraofensiva a estos intentos por regular las armas se lanzó casi de inmediato después de la matanza en Connecticut. La NRA propuso entrenar y colocar guardias armados en todas las escuelas del país. Los conservadores reiteran el lema del NRA: las armas no matan a las personas; las personas matan a las personas. En la ultraderecha, acusan que el gobierno desea desarmar a los ciudadanos, lo cual comparan con un paso hacia el fascismo o el comunismo (este último siempre funciona como monstruo útil para los argumentos aquí). “La pregunta real, señor presidente, es si usted está tan hambriento de poder que está dispuesto a fomentar lo que podría ser la próxima revolución americana”, advirtió Paul Valone, presidente de una agrupación pro armas de Carolina del Norte en una carta enviada al mandatario, reportó NBC News. Muchos amenazan y juran que no dejarán que el gobierno les quite sus armas.

Una coalición de agrupaciones ha designado el 19 de enero Día de apreciación de las armas, instando a que los ciudadanos demuestren su apoyo al derecho a poseer armas, y sugieren que acudan a ferias o a tiendas con un ejemplar de la Constitución, banderas estadunidenses y mantas con el lema: manos fuera de mis armas para enviar un mensaje al gobierno. A la vez, la venta de armas se ha disparado (perdón por el uso de esa palabra) desde la relección de Obama y sobre todo después de la matanza en Connecticut, ante el temor de que se impongan nuevas restricciones –se ha registrado un incremento de casi 59 por ciento en las verificaciones de antecedentes penales que se realizan antes de muchas compras de armas–, al tiempo que muchos comerciantes reportan una demanda sin precedente, indicó el New York Times.

En tanto, desde la matanza en Newtown, algunos cálculos indican que 734 personas más han muerto en este país por armas de fuego hasta la fecha (según la revista Slate).

Vale señalar que, de Obama para abajo, los políticos que proponen mayores restricciones no disputan el derecho sagrado a las armas en este país, todo por unas frases sumamente ambiguas en la Segunda Enmienda de la Constitución, texto escrito cuando el arma de fuego de mano de mayor potencia era un mosquete de un solo tiro. Nadie se atreve a prohibir las armas en manos civiles, sólo están considerando algunas de las automáticas, algunas semiautomáticas y algunos tipos de municiones.

Mientras, en el frente mundial, este país sigue solucionando disputas internacionales por la vía de las armas, y cada semana hay reportes de cuántos enemigos más fueron abatidos por drones, y cuántos soldados estadunidenses más fueron heridos o abatidos en Afganistán, entre otros lugares. Se acaba de aprobar un gasto militar de 633 mil millones de dólares para este año (niveles que, el año pasado, eran un total mayor que el gasto militar combinado de las siguientes nueve potencias militares mundiales; 58 por ciento del gasto total de las 10 potencias militares del mundo, seis veces lo que gastó la siguiente en la lista: China).

George Carlin, el gran cómico, comentó durante la primera guerra del Golfo, en una de sus presentaciones, que a los estadunidenses “nos gusta la guerra… nos gustan las guerras porque somos buenos para las guerras. ¿Y saben por qué somos tan buenos para las guerras? Porque tenemos mucha práctica. Este país sólo tiene unos 200 años y ya lleva 10 guerras mayores, un promedio de una guerra mayor cada 20 años. Y qué bien que somos buenos para eso, porque ya no somos buenos para nada más. No podemos construir un automóvil decente, ni un televisor… ya no tenemos siderúrgicas, no podemos otorgar servicios de salud a nuestros ancianos, pero eso sí, podemos bombardear tu país hasta hacerlo mierda, especialmente si tu país está lleno de morenos… Si tu país está lleno de morenos, ¡aguas!”

Uno se siente como si estuviera en un manicomio, donde los debates sobre derechos, libertades y paz son tomados muy en serio por los internos que se disfrazan de políticos, generales, patriotas y más. Entre ellos, todo este debate sobre armas y guerra podría reducirse a algo así como ese chiste infantil: ¿quieres paz? Pues aquí la tienes (haciendo la forma de una pistola con la mano y apuntando): ¡pas, pas, pas!

Todo esto podría ser un poco cómico si no fuera porque todos en este manicomio están armados.