Opinión
Ver día anteriorMartes 15 de enero de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La bendita pintura joven
L

os premios de la Bienal Tamayo integran ya una colección. Si se abriera a otras modalidades allende la pintura, vendría a coincidir con la Bienal Femsa, de Monterrey, que guarda igualmente una bien establecida trayectoria. ¿Qué depara la pintura actual?, buen tema para discutir.

Valentina Olmedo, profesora de dibujo en La Esmeralda y curadora de Índice, comentó que hay sólo tres semestres de dibujo en el plan curricular de dicha escuela, formulado en 2007; ahora se implementa una revisión a ese plan de estudios. Desde mi punto de vista, que otras personas comparten, entre ellas el solicitado maestro Francisco Castro Leñero, responsable de un concurrido taller de dibujo en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP), el dibujo es tan indispensable para cualquier práctica artística como el metrónomo en la música junto a los elementos de la notación sonora. No todo aspirante a artista tiene igual facilidad o talento dibujístico, pero desde luego que existe la posibilidad de acrecentar y ampliar esta práctica, que es la que suele atrapar las ideas de origen, sea o no que posteriormente se reciclen en otros medios; eso, además de que el dibujo suele ser por sí sólo conclusivo, como han mostrado con creces artistas de todas las latitudes en tiempos pasados y actuales, si tomamos como ejemplo personalidades mexicanas tan contrastantes como Gilberto Aceves Navarro, J.L. Cuevas, Francisco Toledo, Rafael Cauduro o Demian Flores, por citar unos cuantos ejemplos. En la muestra Índice destaco como ejemplo de buen entrenamiento dibujístico los trabajos en perspectiva clásica de Juan Alberto Alcántara de la ENAP. Él fue el participante más joven del conjunto.

Además de la experiencia que me deparó observar una muestra colectiva de artistas jóvenes, sin más pretensión de los participantes que establecer diálogo entre ellos y conocer, aunque fuera someramente, trabajos recientes efectuados en las dos principales escuelas de arte de esta capital, lo que amplió mi nivel de comprensión fue escuchar a los organizadores, que decidieron no actuar como jurados, sino como recopiladores de experiencias de quienes participaron, aceptando sus respectivas modalidades y sin postularse como autoridades censoras.

Me referiré a las obras premiadas en la Bienal Tamayo, que esta vez no ha acarreado en México tanta curiosidad o afluencia de público como en ocasiones anteriores, debido tal vez a la discusión que se suscitó durante su inauguración en Oaxaca.

El cuadro de Emy Winters, artista de sólida trayectoria que vive en Oaxaca, me llamó la atención por la voluntad de retrotraer su expresión a una tónica en cierto modo vinculada el expresionismo abstracto, última de las vanguardias pictóricas del siglo XX. Es un cuadro brioso, titulado La nube, que se antoja producto de mucha práctica, es decir, de una retórica generada a conciencia y volcada, se diría que propositivamente, en una sóla sesión, tal vez atendiendo al tiempo en el que la nube pudo haber guardado la configuración que impactó a la artista. Es un acrílico de 200x170. Otro cuadro suyo de las mismas dimensiones, Paisaje 2011, quizás ofrece reminiscencias de Franz Kline (1910-1962), o al menos hace pensar en los fuertes brochazos en tonalidades oscuras con cierto dejo oriental que le fueron propias.

El cuadro de Roberto Rébora, Islas de mujeres, es un temple de 180x190 que provoca la asociación con un fauvismo medio apagado, propio de un artista que conoce a fondo los movimientos pictóricos, una composición correcta. El otro premio (no hay jerarquías entre los tres galardonados) correspondió a la pintora guanajuatense J.J. Lozano, con Pirámide devastada; obedeciendo al título, la autora prefirió no adherir o poner, sino quitar. Los lineamientos de su pirámide en óleo y esmalte sobre papel entelado corresponden a desprendimientos de masking tape, mismo proceder que priva en otra pieza suya, también piramidal, de las mismas dimensiones, 170x120.

Los tres premios acusan un rasgo que vale la pena mencionar: no ofrecen una paleta vistosa o pródiga, sino contenida al máximo, aun en el caso de Roberto Rébora.

El cuidador (no curador) operativo de esta Bienal, y hasta donde recuerdo desde hace lustros de todas las anteriores, es Juan Carlos Pereda, quien de manera pertinente accedió a escribir el ensayo introductorio del catálogo de donde extraigo la cita siguiente: Diversas generaciones de creadores y jurados, al igual que variados intereses estéticos y grados de formación académica y artística, han perfilado lentamente la fisonomía de la colección de pintura moderna mexicana que Tamayo soñó.

Sueño o no, es incontrovertible que la colección debe ofrecer ahora determinada fisonomía, y resultaría aleccionador poder aprehenderla, pues espacios en el Tamayo, gracias a la espectacular remodelación del recinto, podrían reservarse a tal propósito.