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Nosotros ya no somos los mismos

Vayan midiéndole el agua a los camotes: advertencia/demostración de la represión del 1º de diciembre

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Reunidos en Huexca, Morelos, representantes de 50 universidades de 11 estados coincidieron en que México requiere de una oposición que no negocie ni sea cooptable, y que #YoSoy132 debe ser un referenteFoto Rosa Rojas
¿Y

quién fue el villano o la villana que me metió en este berenjenal? (Berenjenal no únicamente es plantación de berenjenas, sino una situación problemática y de difícil solución). Por más que desaforadamente busco responsables de mi incómoda ubicación, no encuentro sino un solo nombre: el propio. Estoy convencido de que no hay peor problema en el mundo que aquel del que no puede uno echarle la culpa a otro: éste es mi caso. ¿Qué hago? Confiemos en que ¡Dios protege la inocencia! y empecemos por lo más fácil: Enrique Peña Nieto.

Únicamente en el mundo de la irracionalidad, la cerrazón y la inconsecuencia, en los pabellones donde prolifera la enfermedad del infantilismo (¿se acuerdan de esta referencia?) se puede pensar que Peña Nieto (nada más como el gallego de los gracejos: ¡por joder!) atentara contra sí mismo, en el día más importante de su vida, orquestando una serie de actos vandálicos, de tropelías de tal envergadura que exigieran la imprescindible movilización de las fuerzas policiacas, a fin de restablecer el orden y la paz social. Desde esta óptica, la opinión pública no sólo consideraría que la violencia defensiva era plenamente justificable, sino que aplaudiría que el gobierno entrante, desde sus inicios, sentara las bases de las nuevas reglas del juego para los próximos seis años. Sería como matar dos pájaros con una sola bala de goma: la aprobación social a la firme acción policiaca en la inauguración del ejercicio de gobierno 2012/18, y la advertencia/demostración que, en términos de la ciencia política contemporánea, podría expresarse como: vayan midiéndole el agua a los camotes.

Estas hipótesis me resultan tan descabelladas como las esgrimidas por quienes, como simple reflejo condicionado, culparon a Andrés Manuel de los desaguisados de diciembre. Éste, con anticipación, marcó su raya. Mantuvo su derecho al no reconocimiento de los resultados electorales, pero no arriesgó ni un ápice el futuro de Morena. Tan sólo los muchachos del #YoSoy132 convocaron abiertamente a la protesta, pero no dieron cabida a ninguna acción encubierta o subrepticia. El equipo de Peña Nieto, por su parte, planchó y dejó tersa la ceremonia oficial. No jaló la cuerda; es decir, no compró riesgos, por ejemplo, extendiendo innecesariamente los tiempos: unos cuantos minutos para el acto protocolario en San Lázaro y, luego, bajo el amparo del Palacio Nacional, el mensaje. No hubo un instante en que la protesta amenazara mínimamente la trasmisión constitucional. Entonces, como diría el clásico: pero qué necesidad.

Un principio de lógica, de sentido común y pragmatismo rige hoy por hoy las actividades productivas, financieras, comerciales, políticas y aun las educativas, culturales y hasta las afectivas. Se refiere a una técnica ubicada dentro del ámbito de la teoría de las decisiones que se denomina costo/ beneficio, y cuyo solo enunciado evidencia de qué se trata. Aprovechemos este principio para darle mate a la cuestión: ¿qué beneficios podría acarrear a Enrique Peña Nieto, que el día de su toma de posesión, a un muy moderado movimiento de protesta se respondiera con una cruenta escalada de violencia y represión que además repercutiría, inevitablemente, en el ámbito internacional? ¡Esta columneta sostiene que ninguno! La mencionada hipótesis del ejemplo advertencia se exhibe como absoluta estupidez.

Pero, además, ¿y los costos? Entre más lo pienso más me aterro. Los desmanes del 1º de diciembre, con no ser, ni con mucho, de los más graves de los tiempos recientes, pudieron provocar consecuencias de verdad fatales. Decirlo de golpe y sin tintes dramáticos muestra la verdadera dimensión de los estúpidos riesgos a los que criminalmente fuimos enfrentados. Imaginemos un escenario, ciertamente catastrófico, pero ciertamente factible: el día primero, después de cruentas refriegas en diversos rumbos de la ciudad, el saldo final es un amplio número de muchachos detenidos, golpeados, con muestras de tortura y algunos heridos de gravedad, de los cuales en las siguientes 24 horas fallecen 2 o 3. Si de la bazuca en San Ildefonso, del desagravio en el Zócalo y del 2 de octubre en Tlatelolco, todo quedó documentado, ¿se imaginan cómo, en minutos, estarían atestadas las redes sociales, nacionales y extranjeras, los medios de todo tipo con las pruebas fehacientes de la represión? Mal, muy mal para el gobierno entrante y, por supuesto, para el país. ¿Pondría en riesgo toda esta catástrofe el ascenso de Peña Nieto a la Presidencia? ¡Claro que no! Pero las condiciones para el ejercicio de una eficaz gobernabilidad se habrían agotado irremediablemente. Los dos últimos años del sexenio iban a ser un infierno, de arriba abajo y de abajo arriba.

Pues, precisamente por eso, por la dimensión del daño social al que se nos expuso, los gobiernos federal y local no pueden permitirse en manera alguna la libertad de olvidar, de dar carpetazo a este asunto con el pretexto de que al fin y al cabo hubo un final, casi feliz. Como defensa personal, por instinto de conservación, los dos gobiernos tienen que dejar esclarecido quiénes son los responsables de esas criminales acciones que nos tuvieron, durante algunas horas, en el borde mismo de la tragedia. O se les descubre, exhibe y castiga, o automáticamente se les estarán extendiendo acreditaciones 007 para efectuar en la primera oportunidad un reprise, encore, remake.

Platicaba sobre el tema con unos amigos y festinábamos que el operativo hubiera fracasado por el alto grado de estulticia con el que fue planeado y realizado. ¿Tú lo habrías hecho mejor?, me preguntó uno de ellos, con sorna y leche malísima. Yo no lo habría hecho, punto. Pero, insistió, como dicen los gringos cuando no quieren incriminarse con una declaración: ¿hipotéticamente hablando? Bueno, hipotéticamente puedo planear los secuestros de Carlos Slim, la profesora Gordillo y la aparición estelar del dip. Muñoz Rocha. Voy a intentarlo, pero disculpen que haga una descripción muy esquemática de mi propuesta, pero se trata de una audaz improvisación, y el espacio es más breve que el de Pablito Milanés, pero si Ben Affleck se aventó la jalada de Argo, ¿qué me evita a mí intentar un filme de ciencia ficción?: Las fuerzas del orden, vanguardia de los derechos humanos.

Convoco a mis mejores gerentes de producción; es decir, capaces y discretos. Les explico acuciosamente el argumento del filme que me propongo: no se trata en lo absoluto de violencia policiaca en contra de jóvenes indignados: no habrá un solo protestatario golpeado, reprimido, apañado. La selección del reparto será rigurosa: en las entidades cercanas al DF se seleccionarán 2 o 3 pelotones de jóvenes no mayores de 30 años. Junto con los chilangos no deben exceder de 250 elementos para asegurar control, eficiencia y secrecía. El aspecto físico de los escogidos conviene que sea variado y las vestimentas propias de cada estrato social, pero cuidando mucho los peinados. De ninguna manera casquete corto o pelo a la brush, que distinguen a cadetes y guardias presidenciales. Son preferibles las rastas, las cabelleras de colores y el corte mohicano. Por supuesto no hay discriminación en razón de sexo, con tal de que no haya más de 10 diferentes. Deben preferirse flac@s, nervud@s, ágiles, pero algún@s ventrud@s, con camisetas tres tallas menores, son inevitables. Serán trasladados al DF dos días antes de la acción, por transporte público, en pequeños grupos y a diferentes horarios, se les ubicará en hoteles de paso (¿cuáles no lo son?) y moteles modestos, se les intercalará para que no estén juntos los originarios del mismo estado. Se les recogerán celulares, cámaras y se evitarán llamadas de larga distancia. Absolutamente prohibida la ingestión de licores y el uso del más light de los enervantes. A algunos se les proporcionarán credenciales ficticias y se seleccionará a los que, por sus cualidades específicas, deban cumplir acciones de mayor responsabilidad.

Como ven, apenas estoy en las tareas de preproducción y el tiempo y espacio se me agotaron. Falta no sólo el nudo esencial del filme, sino la descripción de los highlights que hacen memorable una película. La rápida pero fundamental capacitación de los actores, la utilería, que aquí es esencial y, bueno, por supuesto, el presupuesto. La próxima junta de producción se dará a conocer el lunes, aunque a lo mejor será extemporánea, pues las autoridades seguramente ya aclararon todo para ese día del Señor.