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Puntos sobre las íes

Rodolfo Gaona VIII

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Rodolfo GaonaFoto archivo
Y

creció el lío.

Como lo habíamos comentado, Rodolfo Gaona fue dejado libre por el comisario que lo había interrogado en relación con el suicidio de la señorita Noecker, pero ahí no paró todo, ya que las acusaciones no cesaban e iban subiendo de tono, y el juez Gabriel Cuervo, sin tener mayores elementos para ello, dictó orden de aprehensión en contra del leonés.

Y pa’ dentro se fue.

Veintidós días estuvo enchiquerado, acusado de quién sabe qué cosas –un día era una cosa y al siguiente otra–, mientras su abogado sostenía que no había delito alguno que perseguir, pero ni por esas, ya que arreciaban los ataques de El Imparcial y El Heraldo.

Por supuesto que tales acusaciones no eran más que patrañas, y tan lo fueron que un colaborador de El Imparcial, Riverita de la Torre, se negó a ser partícipe de aquello, por lo que fue cesado sin mayores explicaciones.

En tanto, Cuervo seguía empeñado en que Gaona cantara y cuando interrogaba a don Rodolfo lo hacía en son de burla, sin tener ninguna prueba de lo que afirmaba y, por fin, un buen día le dijeron al torero que estaba libre ¡por falta de méritos!

Y pa’ fuera se fue.

Al salir del botellón, lo esperaban miles de aficionados que lo ovacionaron en desagravio, por lo que aquella prensa y la justicia le habían hecho y al domingo siguiente, cuando El indio grande reapareció, fue recibido clamorosamente.

Cabe señalar que ocho días antes se armó tremenda bronca en la plaza en contra de El Imparcial y su director, Luis Reyes Spíndola, a quien le gritaban asesino de reputaciones y recibió una lluvia de cojines, de aquellos, de los que pesaban.

Tran, tran.

+ + +

El rompimiento.

Corría 1910, tercera temporada de Rodolfo en España, y antes de comenzar, se separaron Gaona y Ojitos, ya que ese año terminaba su contrato, pero no fue de manera muy tranquila.

El leonés estaba harto de su apoderado, ya que lo trataba como si fuera un chiquillo y no como un hombre y, tal vez, si el trato hubiera sido otro, las cosas hubieran continuado como hasta entonces, pero don Saturnino de nada le informaba: ni de toros, ni de alternantes, ni de cuánto ganaba, ni cuánto era su capital y que todo lo que el leonés tenía que hacer era salirle a los toros.

Gaona habló con Ojitos, y éste le dijo que era un ingrato, que le había dado cobijo en su casa y que sabía que en México había nombrado un nuevo apoderado, lo cual era cierto, ya que Gaona había designado a Chano Lozano para que comenzara sus funciones al volver a México.

Hubo nuevas reclamaciones del hispano y le gritó que regresaba a México y a ver que haría él (Gaona) cuando comenzaba la temporada y en un medio que apenas conocía. Y, sí, al día siguiente el leonés se enteró que Ojitos había tomado el tren y que lo único que le había dejado era la ropa de calle, la de torear y 50 pesos mexicanos.

No hubo liquidación alguna, ya que lo único que tenía Gaona, tras de su exitosa campaña de novillero, de dos temporadas en México y de 35 corridas en España el año anterior, era una pequeña casa que se compró para su madre en 6 mil pesos, la famosa ropa y los 50 pesotes.

¿Cuánto para Ojitos?

Al parecer mucho, ya que apenas regresó, montó una fábrica de llantas, compró, en 8 mil dólares, la patente de un invento en Nueva York y trajo a un ingeniero estadunidense con sueldo de mil dólares mensuales.

Todo aquello acabó en un desastre y poco después puso un cine, el cual quedó hecho cenizas al incendiarse.

No fue todo.

Cuando Gaona regresó a México, Saturnino Frutos buscó a Gaona, le platicó de sus desgracias y éste todavía lo ayudó pecuniariamente.

Fue en 1914, cuando don Rodolfo se enteró de la muerte de Ojitos y el apoderado del gran torero, Chano Lozano, por instrucciones del matador, pagó los gastos del funeral y el entierro.

Y hubo más.

A finales de ese año, Gaona toreó una corrida a beneficio de la viuda de Saturnino, con una utilidad de 8 mil pesos y fueron don Rodolfo y Ernesto Pastor quienes pagaron el monumento de la tumba y todavía el leonés le construyó una casa a la viuda en la Villa de Guadalupe.

Así era Gaona.

+ + +

Continuaremos.

(AAB)