Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 27 de enero de 2013 Num: 934

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Ramón Gómez de
la Serna, greguero

Ricardo Bada

El cantar errante de
las letras dominicanas

Néstor E. Rodríguez

Dos poetas

¡Maldita negrofobia!
Luis Rafael Sánchez

Feminicidio y barbarie contemporánea
Fabrizio Lorusso y Marilú Oliva

Violeta Parra al cine
Paulina Tercero

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Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
La Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
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Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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Hugo Gutiérrez Vega

Un retrato de Efraín González Luna:
El final de un ideario (VI DE VIII)

“No queremos ser la rata del naufragio, el burgués despavorido que al crujir la estructura de la patria no tiene pensamiento ni emoción más que para el problema de su seguridad material”, dice con especial vigor a los sectores medios tan pusilánimes y egoístas, tan incapaces de mover su conciencia, tan negados a un esfuerzo que, en última instancia, propiciaría las reformas necesarias para asegurar a todos una vida digna y los bienes materiales indispensables para el desarrollo armónico de los valores esenciales de la persona.

Era González Luna un hombre justo y equilibrado. Practicaba la tolerancia con genuina convicción. Sus juicios sobre el sistema político mexicano y las luchas revolucionarias contaban con una mesura capaz de reconocer los matices y contrastes y, por lo tanto, de evitar los extremos del maniqueísmo. Así decía: “Claro que hubo y hay quienes fueron limpios en la Revolución y, sirviéndola, se han conservado honrados. Son ciertamente muy pocos. El caso se explica, respecto a unos, por rectitud congénita, y de otros, por verdadera devoción al programa social que sinceramente abrazaron... aun en las peores degradaciones colectivas sobrenadan las excepciones que nos salvan de la muerte por náusea. Hay que hacerles justicia...”

Hace poco un desaprensivo comentarista político aseguró que Gómez Morín y González Luna siempre sostuvieron un programa de corte neoliberal totalmente carente de sentido social. Esta es una gruesa mentira. Eran, sin duda, partidarios de la libre empresa, pero respecto a funciones sociales del Estado eran, también, muy claros y precisos. Decía don Efraín: “El Estado tiene como misión esencial la realización de la justicia en la vida social y en las relaciones interhumanas.” Y en otra parte: “Nadie, como el Estado, tiene los medios, la autoridad para movilizar las fuerzas nacionales hacia el cumplimiento de la reforma social.” Por supuesto que hablaba de “una autoridad válida, justa, éticamente fundada”. Esto se aleja por completo de los postulados del “Estado gendarme”, de la teoría del “dejar hacer, dejar pasar”, y establece la necesidad de que la sociedad haga un esfuerzo para mantener una actitud equilibrada y para evitar las siempre infecundas maneras del autoritarismo centralista y de los movimientos políticos y sociales que giraban en torno a un caudillo o a una facción. Algunos de los pensadores españoles e iberoamericanos que reflexionaron abundante e inteligentemente sobre los datos concretos de la realidad y sus reflejos en las conciencias individuales y en el ambiente espiritual de un momento histórico caracterizado por los desastres militares y las crisis de identidad de las naciones de la comunidad lingüística, recibieron en España el nombre de “regeneracionistas”. Con uno de ellos, el genial, arbitrario e insobornable, don Miguel de Unamuno, coincide don Efraín en sus críticas al crecimiento del materialismo, sacralización de un burdo economicismo, y el deterioro de la religiosidad auténtica. “Sólo una catastrófica subversión de valores ha podido exaltar a niveles excelsos la economía, considerándola como un fin en sí, al mismo tiempo que se le sometía, disminuido y negado, el hombre medio subordinado y víctima”, decía en un memorable trabajo que tituló La economía contra el hombre.

(Continuará)

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