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Nosotros ya no somos los mismos

El error de diciembre pasado

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Enfrentamiento entre manifestantes y policías afuera de la Cámara de Diputados, el pasado primero de diciembreFoto Alfredo Domínguez
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ues nada, que Dios ¡sí protege la inocencia! Hasta ayer, domingo, estaba yo con el alma en un hilo. ¿Y si las autoridades del DF, arrepentidas de haberse olvidado de nosotros el día 6, nos recompensan de la no llegada de los Santos Reyes a nuestros hogares y nos sorprenden regalándonos las fotos y los currícula de los responsables del error de diciembre? Me refiero a este diciembre, por supuesto, pues aunque creo firmemente en los pluriétnicos magos de Belén, tampoco mi inocencia llega al extremo de suponer que del errorcillo de diciembre de 1994 se sabrá la verdad en las próximas cinco generaciones. ¿Qué pasa con mi columneta de ciencia ficción si amanecemos hoy, lunes 28, con una serie de precisas y bien fundamentadas consignaciones? Seguramente el gobierno de la ciudad está siendo en extremo meticuloso con el cumplimiento de todas las monsergas del llamado debido proceso y no soltará prenda hasta tener todos los pelos en la mano, así las investigaciones duren la brevedad de un sexenio. Continuemos, entonces, con nuestra junta de producción.

Lo primero es que nuestros actores se adentren plenamente en sus personajes. Las técnicas y métodos de Stanislavski, Strasberg y del Actor’s Studio se aplicarán intensivamente. Se trata de preparar con acuciosidad las improvisaciones para lograr un cinéma vérité, que sea una perfecta construcción artificial de la realidad (¡échate esa De Sica!). Es necesario, entonces, diseñar secuencias esenciales para dotar al rodaje de fuertes emociones de indignación, ira, solidaridad y, sobre todo, de credibilidad. Los llamados, en el lenguaje cinematográfico, patitos serán escrupulosamente cuidados y también algunas expresiones orales o gestuales que contribuyan a la creación de un ánimus general que permee las actuaciones colectivas. El grupo se dividirá en subgrupos, que estarán coordinados por sus respectivos monitores. De manera sumamente discreta visitarán las locaciones en las que cada uno vaya a tener intervenciones concretas y se les describirán con precisión sus cometidos y el tiempo exacto con el que cuentan para llevarlos a cabo.

Se les proporcionarán prendas de vestir un poco menos conocidas que los guantes blancos o negros, e identificaciones insospechables. Las camisetas de las participantes, por ejemplo, tendrán las efigies de: Natalia Sedova, Nadezhda Konstantinovna Krupskaya Ulianova, Inessa Armand y Rosa de Luxemburgo (resulta innecesario aclarar que se trata de la señora Trotsky y de la esposa y la amante de Lenin, respectivamente, así como de la fundadora de la Liga Espartaquista y del periódico Bandera Roja). Para ellos habrá estampados del Che, Hugo Chávez, los Beatles y, por supuesto, de Bakunin, Proudhon y Kropotkin, pilares del movimiento anarquista. Como se puede ver, en el renglón de vestuario la producción se ha documentado debidamente. Se les enseñarán consignas (muy simples para que no se confundan), verbales y escritas, se les proporcionará la utilería necesaria: esprays, pancartas, mantas, carteles, sillas de ruedas, algunos hábitos de franciscanos, casullas de monaguillos y dos o tres uniformes policiacos, que van a ser de enorme utilidad para la realización de los patitos mencionados. Lo más difícil, sin lugar a dudas, va a ser explicar las razones de la incursión dentro de la marcha que diversas organizaciones preparan para el día primero de diciembre. Como partimos de que la mayoría de los seleccionados pertenecen a grupos afines a las corporaciones policiacas, o son simplemente lumpen ávido de desmadre, no serán necesarias demasiadas argumentaciones; en todo caso, manejaremos la versión de que estamos aprovechando la marcha de #YoSoy132 para un filme sobre una pareja de chavos que andan bien entrados pero que, como sus papás pertenecen a bandos diferentes, se oponen terminantemente a su relación: el papá de ella es senador y la mamá de ella es izquierdosa y feminista galopante: Romenia y Julio es el título provisional. La compañía productora, como no tiene capital para una gran realización, va a aprovechar los actos de ese día. Ya se hablado con las fuerzas del orden para que respeten a los que porten tales o cuales distintivos, es más, ciertos de los policías tampoco son de a devis.

Algunas de las acciones concretas son las siguientes: desde Iturbide, Humboldt y hasta llegar a Dolores, habrá estacionados una serie de vehículos de diversos tipos y marcas. Éstos ya estarán preparados para ser incendiados con un simple encendedor, de los que no saben fallar. Esta cálida y luminosa tarea le corresponde al primer grupo, mismo que se dedicará también a arrancar de cuajo varias casetas telefónicas (éstas estarán ya casi desarmadas desde la noche anterior). El segundo, en el que predominan mujeres, entrará al restaurante El Cardenal y efectuará un mitin relámpago para denunciar graves delitos electorales, pero que comenzará reclamando los precios de los platillos, lo cual provocará la simpatía de los comensales. El siguiente grupo entrará a Wings y acusará que un funcionario de Cofetel impide a la familia Vargas enfrentar al duopolio televisivo. Al mismo tiempo, una ambulancia que se dirige a la colonia Doctores y que pretende salvar el alboroto, se estrella en López y avenida Juárez por no atropellar a unos jóvenes. Los paramédicos sacan en la camilla a una señora parturienta. Uno de nuestros pelotones forma un círculo y comienza a danzar alrededor de ella y a cantar una vieja canción de los sesenta: A parir madres latinas/ a parir más guerrilleros, impidiendo que alguien le preste ayuda. Pasando la esquina de la entrañable San Juan de Letrán (hoy Eje 1), está, a la izquierda, la Casa de los Azulejos, ya Forbes nos dijo quién paga el predial en 2013, como antes lo hicieron los condes de Orizaba y después los hermanos Walter y Frank Sanborn. Enfrente están las iglesias de San Francisco y San Felipe. Allí tendremos otra pequeña acción: al pasar la columna de manifestantes, en los frontispicios habrá un pequeño grupo vestido con el hábito franciscano y unos adolescentes con la casulla de monaguillos, mismos que ingenuos y alborozados vitorearán a los manifestantes, pero éstos, sorprendidos de apoyo tan insólito, reaccionarán violentamente y los harán retroceder hasta medio atrio gritando procacidades tales como: ¡ustedes y los ángeles no tienen sexo! (es posible que lo digan de otra manera). ¡Hugh Hefner era acólito de Maciel! Y lo más sádico y cruel: ¡Viva el Diablo! ¡Viva el Diablo! Este sacrílego llamado estremeció de forma tal a la feligresía que varias damas de la Congregación de la Vela Perpetua y algunos caballeros del Cirio Eterno desfallecieron allí mismo. Al llegar la avanzada a Motolinia, en donde estará la primera barricada policiaca para impedir el paso al Zócalo, se dará otro incidente muy efectista: dos chicas, que en sendas sillas de ruedas esperan el paso de su escuela para incorporarse, serán tiradas y arrolladas por un grupo de esos que detienen la manifestación hasta que los de adelante avanzan una cuadra y luego emprenden una frenética carrera al grito de pru-don pru-don. En los viejos tiempos se gritaba: Ho, Ho, Ho Chi Minh. Las muchachas minusválidas (que en realidad dominan la acrobacia, pues trabajaban en el tubo de un table), el equipo de proudones (si la h es muda, ¿para qué escribirla?) y hasta un joven policía (héroe y víctima) serán los estelares de nuestro elenco. Este último, un joven cadete, de gran parecido con el galán Pablo Montero (si le llegamos al precio puede ser él), al ver la sevicia con que los manifestantes (los nuestros, obviamente, que ya ensayaron y chacotearon con las pobres víctimas el día anterior) maltratan a las jóvenes, se desprenderá de la valla de contención y, desobedeciendo flagrantemente a sus superiores, se enfrentará, él solito, a la turbamulta. ¡Craso error! Los gamberros se irán sobre él y lo arrastrarán hasta el corredor de una accesoria que quién lo creyera, se encontraba abierta. Allí con gran alborozo lo comenzarán a rapar con unas tijeras que, quién lo creyera, aparecerán sabe Dios cómo. Le bajarán el uniforme a media pierna y lo jalonarán hasta la fila donde sus compañeros, conteniendo a duras penas el viril llanto de la justa ira, querrán vengar la humillación que los bellacos le infligieron a su espíritu de cuerpo (más al cuerpo que al espíritu). Sin embargo, tuvieron que aguantar. Las órdenes eran estrictas como nunca: A los ciudadanos no se les toca ni con el rebote de una bala de goma, ni se les arrumaca con el aroma del gas pimienta. Los protestantes podrán intentar destruir las instituciones, pero éstas viven para protegerlos.

Si la autoridad me consecuenta, el lunes conoceremos el objetivo subliminal de Las fuerzas del orden, vanguardia de los derechos humanos.