Opinión
Ver día anteriorMartes 29 de enero de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

Pemex: joya en venta de garaje

Petróleo: fábula de la lechera

He aquí otro cuento de modernidad

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El director general de Petróleos Mexicanos, Emilio Ricardo Lozoya Austin, aseguró que el objetivo de la reforma a Pemex es abaratar el costo que pagan los mexicanos por su consumo de gasolina y energéticos en general. En la imagen, durante su participación en la edición 43 del Foro Económico Mundial que concluyó oficialmente la víspera en Davos, SuizaFoto Notimex
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llá, por mayo de 1990, el gobierno salinista y los jilgueros que lo acompañaban alegremente gritaban a coro que la única finalidad de reprivatizar el sistema bancario nacional era facilitar un crédito más barato y expedito a todos los mexicanos, lo que resultaría de la democratización del capital y la modernización del sistema financiero, en el cual, desde luego, no participaría el capital foráneo. ¿Qué sucedió? Apenas dos años después de finalizado dicho proceso, la moderna y democrática banca reprivatizada en manos de nacionales reventó (1994), producto, entre otras cosas de la voracidad de sus nuevos propietarios y el extremadamente elevado costo del crédito.

A inicios de 1995, el gobierno zedillista y los (mismos) jilgueros que lo acompañaban alegremente gritaban a coro que la única finalidad de la participación de inversionistas extranjeros en la banca nacional era la recapitalización temporal de las instituciones financieras –especialmente las más pequeñas–, para (¡sorpresa!) facilitar un crédito más barato y expedito a todos los mexicanos, superar los problemas de coyuntura que reportaba la banca y (aunque no lo crean) contar con un sistema financiero más moderno. ¿Qué sucedió? El impúdico rescate de los especuladores bursátiles metido a banqueros por medio del Fobaproa, la extranjerización prácticamente total del sistema financiero, la impunidad absoluta de los responsables y un crédito extremadamente costoso.

Y se puede seguir con muchas historias privatizadoras similares, registradas en prácticamente todos los sectores de la economía mexicana, que sólo confirman que uno de los principales peligros a la hora de entregar los bienes de la nación a manos privadas lo constituye el propio gobierno federal y su impúdica tecnocracia que ha saqueado al país, pero el par de pasajes que se comenta líneas arriba viene a cuento porque ahora el gobierno peñanietista y los (mismos) jilgueros que lo acompañan alegremente anuncian (¡qué creen!) que en materia petrolera la única finalidad es (¡adivinaron!) modernizar Pemex.

Todo lo que durante décadas construyó el Estado mexicano, con recursos del erario, fue rápidamente modernizado por unos cuantos gobiernos a favor del sector privado (no todo, desde luego, únicamente el alineado con el régimen), y a la vuelta del tiempo el resultado de la venta de garaje es más que deplorable, al tiempo que los Frankenstein marca Forbes creados por la tecnocracia se salieron del huacal, y a estas alturas no saben cómo meterlos en orden, si es que en realidad esa es su intención.

Por la vía de la modernización todos los bienes del Estado se privatizaron, sin beneficio alguno para la nación: banca, carreteras, ingenios azucareros, medios de comunicación, minas, ferrocarriles, líneas aéreas, siderúrgicas, telecomunicaciones, aeropuertos, más lo que se les ocurra, y en el festín, y no por gracia de los convo- cados, lo único que medianamente quedó en pie fue el petróleo, el mismo que hoy, luego de muchos intentos fallidos, pretenden terminar de modernizar, con la participación activa de otra entidad moderna, la izquierda institucional.

Ahora brinca a la palestra Emilio Lozoya, director general de Petróleos Mexicanos (Pemex), para anunciar alegremente que la paraestatal no se va a privatizar, sino a modernizar, y que aunque ustedes duden, la única finalidad es que los mexicanos tengan más energía, a menor costo y más limpia. La reforma de Pemex abaratará el costo que pagan los mexicanos por su consumo de gasolina y energéticos en general, según dijo. ¡Ole!, por creativo.

Casi cinco años después del anuncio original (18 de marzo de 2008) no han colocado un tornillo ni pegado un ladrillo en la refinería de saliva (la Bicentenario, en Tula, Hidalgo). Vamos, ni siquiera hay presupuesto para hacer un cartelón que anuncie quién sabe cuándo, ni cómo, pero aquí se construirá la citada terminal, pero ya ofrecen que con la modernización de Pemex los mexicanos tendrán más energía, a menor costo, y más limpia, incluidas la gasolinas y el diésel que ahora masivamente se importan por carecer, precisamente, de infraestructura de refinación, porque en 34 años no ninguna se ha construido (la más joven data de 1979).

Entonces, dado el historial y los resultados, ¿qué pueden esperar los mexicanos de otra modernización (y no en cualquier sector) que no busca privatizar nada? Se trata de la maltrecha, pero al fin sobreviviente, última joya de la corona, el petróleo, que va que vuela para modernizarse al estilo de la banca, los ferrocarriles, las carreteras y demás que nunca, pero nunca –versión oficial– pretendieron privatizar, y mucho menos extranjerizar. Eso por un lado; por el otro, ¿quiénes tienen capacidad financiera para participar en esta etapa de democratización del capital en Petróleos Mexicanos? Pues sólo hay dos sopas: los Forbes autóctonos o las trasnacionales de la energía (no se descartan asociaciones estratégicas); es decir, Pemex se democratizará a favor de los mismos que se quedaron con el rosario de malbaratadas empresas del Estado mexicanos, las mismas que a los barones han permitido acumular las nada democráticas fortunas de ensueño que poseen.

Una vez democratizado Petróleos Mexicanos, el erario se quedará sin la gruesa rebanada anual que la paraestatal obligadamente aporta al fisco y al presupuesto de egresos de la federación, toda vez que como parte de su modernización el trato impositivo sería igual, en el mejor de los casos, al de una empresa privada. Aun así, Lozoya asegura que, en realidad, no se trata de que Pemex pague menos impuestos, sino que sea más grande, genere más empleos y más oportunidades para crear valor en México y crear cadenas de valor donde haya un alto contenido nacional. Otro ¡Ole!, por su creativa aportación. Es cuestión de revisar los balances fiscales de los grandes consorcios y la generosidad que en la materia les brinda la autoridad, para que los mexicanos estén más que confiados en que sí pagará impuestos el capital privado instalado en la paraestatal.

Las rebanadas del pastel

Desde tiempos de Miguel de la Madrid se prometió que con la política privatizadora México rápidamente se incorporaría al primer mundo. Todos sabemos y padecemos el resultado, pero el creativo Emilio Lozoya ofrece: la modernización de Pemex es un impulso al crecimiento económico y una generación de empleos muy importante. ¿Quieres que te lo cuente otra vez?