Opinión
Ver día anteriorMartes 29 de enero de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Melón

Un proyecto

S

e está cocinando un proyecto del que por el momento no puedo dar detalles, pero desde mi punto de vista está interesante: elevará el nivel del ámbito sonero que adolece de fuentes de trabajo y que, de llegar a concretarse, las traerá. Este proyecto y otros más hacen falta, porque así el talento nacional tendrá en que mostrarse, la competencia estará presente y la calidad tendrá que incrementarse para que los grupos que vengan de otros países tengan alternantes que los hagan dar una mayor y mejor actuación.

Las empresas se verán en la necesidad de tener un elenco de mayor calidad, que las obligue a proporcionarles mejores facilidades; un sonido y publicidad que haga que el público ponga más atención en las bandas mexicanas y éstas dejen de ser meras comparsas y ganen un lugar con mejores actuaciones y tengan las facilidades necesarias para destacar, porque talento hay.

Platicando con varios diletantes, deseamos que la calidad nacional aflore y tengamos actos en los que la música esté a la altura de principio a fin y el interés del público no se concentre únicamente en lo que viene de fuera. Esperando que se logre un repunte del ambiente sonero en un futuro no muy lejano, mi optimismo se eleva. También espero se abran fuentes de trabajo para el desarrollo de futuros soneros, porque es necesaria la sangre nueva.

Éste, su enkobio, ha sido testigo desde 1949 de varias modas que nuestro ambiente sonero ha ido teniendo para comprobar que lo de música de transición es una verdad, no como las etiquetas de ahora. Al llegar al ambiente sonero me encontré con que Rareza del siglo, de Bebo Valdés, era considerada algo que marcaba la diferencia y la transición del son de papá y mamá a la utilización de papeles musicales y elaboración en la ejecución, así como la aparición del mambo de Pérez Prado trajo un nuevo panorama a nuestro ambiente, llamando la atención del sector de público que veía a nuestros soneros por encima del hombro y hasta un paso de baile se sacaron de la manga, por cierto gallego y facilón, pero sirvió para que el auge del mambo trajera beneficios al personal.

Debo señalar que no hubo visitas de orquestas de otros lares de 1945 a 1954, año en que recibimos al cha cha chá –conocido, primero, como neo danzón y danzón cantado– con su intérprete la orquesta América de Ninón Mondejar. La transición no sólo fue musical; trajo un cambio en la manera de trabajar y aparecieron locales que contrataron grupos con menos elementos al tocar el ritmo, que fue sensación durante largo tiempo, propiciando la llegada de Enrique Jorrín con su orquesta.

El creador del ritmo, que se conocería como el cha cha chá vino a México solo primero en un intento de adelantarse a la América, del que fue violinista, que ya sonaba con La engañadora, El túnel, dos composiciones de Jorrín, América y otras. Aquí grabó con músicos mexicanos y en las voces Los Tres Ases, que dejaron en un disco un número bellísimo, Isabelita, que a pesar de su calidad, no trascendió. Pero, la presencia del cha cha chá fue en aumento y más tarde desembocó en el chúa que a mi juicio debe llamarse son scat.

El primer grupo que surgió fue el de Yeyo y Cané en el bar del Astoria, el cual interpretaba cha cha chá y algunas, muy pocas, por cierto, intervenciones de son scat. Como siempre pasa, Mango, quien formaba parte del grupo, propició la aparición de más flautistas. Como la música cubana obliga a dotaciones diferentes el cha cha chá, no fue la excepción, pues este ritmo no suena igual con maracas y bongóes. Para ejecutarlo con propiedad hay que hacerlo con güiro y paila, pues no es lo mismo que lo mesmo, aunque no me lo crean los grupos de ahora, dicho sin ánimo de ofender.

Xavier Cugat fue el primero en ponerle hombre a lo que interpretaba, conga y rumba que no era ni una cosa ni la otra. El historietista Gabriel Vargas, en cuanto a la conga, la definió como uno dos tres y caderazo. En 1961 fui testigo de La charanga pachanga, que me pareció un cha cha chá rápido con el revolotear de un pañuelo. Un poco más tarde, el bugalú, son montuno disfrazado y cantado en inglés, así como el sing-aling –espero que así se escriba–, para después seguir con la salsa. Así que, mi asere, creo que ya encontró la razón por la cual la salsa no es un ritmo; puede ser sinónimo de sabor, saoco, jícamo, un estado de ánimo, un estilo de vida. Recordando a Machito, más salsa que pescado y sigo en la mía. ¡Salsa, la de mis tacos! ¡Vale!