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Brumas de Maceió

D

e los tres libros de poesía que de Lêdo Ivo, autor brasileño fallecido en Sevilla a finales del año pasado, ha publicado la editorial Vaso Roto, cabría decir algo parecido a lo que él mismo afirmó hace años de Las islas inacabadas (en portugués, Antologia Pessoal), en traducción de Marcela Terán para la Universidad Autónoma Metropolitana: “Soñé que todos mis poemas habían sido escritos simultáneamente. No había en ellos el sello del pasado ni el estigma del presente. Todos eran contemporáneos, habitaban el mismo momento…”

Con a la vez relativa y sonriente modestia el poeta parece resguardarse en el verbo soñar, pero nosotros podemos con algún dejo temerario indicar sobre los versos que le conocemos que no hay en ellos el sello del pasado ni el estigma del presente, todos son contemporáneos, y contemporáneos de todos los hombres.

Martín López Vega ha vertido al español Calima, Plenilunio y Rumor nocturno, el primero de ellos aparecido en su sello editorial (que dirige la chihuahuense-regiomontana Jeannette L. Clariond) antes que en cualquier otro, volumen en el que podemos leer que Sólo en sueños vemos/ lo que la vida esconde/ en la mañana banal. Acaso la idea suya sobre una antología que aquí generalizamos proceda irónicamente de algo por todos sabido, la poesía es inducción del sueño hacia un mejor despertar, y tras leer, pongamos, El gran sueño, ¿qué duda nos queda?:

“Día tras día estoy siempre despierto/ y me fatiga el largo despertar/ que del sueño no viene, pues de despertar/ se fue nutriendo mi mirar cerrado (Dia após dia estoy sempre acordado/ e me fatiga o longo despertar/ que do sono não vem, pois de acordar/ se foi nutrindo o meu olhar cerrado).”

Hablábamos de inducción al sueño y esa inducción, en poesía, procede por imágenes y sonido –por musicalidad, que es también imagen–; de ahí que brevemente hayamos citado la voz original del poeta de Maceió, quien por otra parte en alguna entrevista recordaba la calima (o calina o bruma, ese accidente atmosférico que perturba el aire y suele producirse por vapores de agua: RAE) de su localidad y el seductor ambiente que entonces, ¿desde siempre?, lo envolvía.

“Nunca me dijiste dónde es posible encontrar a Dios./ […] en los sueños que me persiguen desde la infancia? […] ¿En la marea? ¿En la calima? En el solsticio de verano? […] Quizás Dios esté en tu silencio...”