Cultura
Ver día anteriorDomingo 3 de febrero de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

Javier Cercas, en entrevista con motivo de Las leyes de la frontera

El movimiento de los indignados, lo mejor que le ha pasado a España

Establece la diferencia entre los jóvenes de la transición y los de ahora: unos tenían la violencia, que es muda; otros la política, que propone

Foto
El escritor Javier Cercas, en una imagen de archivo
 
Periódico La Jornada
Domingo 3 de febrero de 2013, p. 6

El movimiento de los jóvenes indignados es lo mejor que le ha pasado políticamente a España en los años recientes, ya que ha generado la posibilidad de un cambio hacia adelante, sostiene en entrevista el escritor Javier Cercas, quien agrega: Se cayó un sistema político que, mal que bien, funcionó en las pasadas tres décadas, pero ya no funciona y tiene que ser mejorado.

Cercas (1962) habla como si hubiera puesto un espejo entre dos Españas: la de 1978, la de la transición, apenas salida del franquismo, con problemas como el desempleo y la consecuente delincuencia juvenil, y la de hoy, también con la precariedad persiguiendo a la mitad de los jóvenes, pero ahora éstos con capacidad política para plantear críticas y propuestas a tal sistema.

Y todo ello el escritor lo comparte además a propósito de su reciente novela, Las leyes de la frontera (Mondadori), en la que explora y da seguimiento a los quinquis, vertiente de los delincuentes juveniles españoles durante los primeros años de la democratización del país, algunos de los cuales se hicieron famosos hasta el punto del mito, como el protagonista ficticio, El Zarco, basado en El Vaquilla, el más conocido de todos en la vida real y que generó películas, novelas, libros, entrevistas y reportajes.

Mediopatía, nueva enfermedad

Se le pide al también autor de Soldados de Salamina y Anatomía de un instante que comente sobre su recurso literario de narrar la novela a través de tres entrevistas, pues con ello crea las situaciones, hace avanzar la acción, muestra a los personajes y hasta genera suspenso.

Son entrevistas de un escritor –que también es personaje y que en la historia deberá escribir un libro sobre los hechos de 30 años atrás– a otros tres de los personajes de aquella época: dos ex policías y el abogado Ignacio Cañas, quien fue un quinqui clasemediero, El Gafitas, que participó en la banda de El Zarco.

“No sabría contar muy bien cómo llegué a esa forma, que es peculiar, un relato a través de puntos de vista diversos y de narradores diversos, mediante el recurso de la entrevista. Llegué a esa forma después de muchas rescrituras, por descarte. Esa es la forma que me daba la verdad del relato. Y lo que busco es que lo que cuento sea verdad, verdad literaria, pero verdad, y que el lector lo lea como algo que está ocurriendo y le involucra a él, y que esos personajes son auténticos y su destino le importa.”

Esa forma de contarlo, dice, tiene sobre todo dos consecuencias: Una prosa muy coloquial, antiliteraria, que suena a verdad. Y un elemento quizá aún más importante, que revela una larga y compleja historia de amor, a tres bandas. Es una historia que contiene una gran dosis de ambigüedad y una serie de enigmas, que nunca se resuelven del todo. La novela es un género de la ambigüedad. Don Quijote es ridículo, pero también heroico. La ambigüedad es fundamental en la novela, porque es fundamental en la vida.

–Hace un cuestionamiento al periodismo. El periodismo más serio es el que menos dice la verdad, plantea.

–Es más que eso. En la novela hay una visión muy dura y negra del periodismo, que no es la mía, sino la de los personajes. Los medios de comunicación tienen un poder extraordinario y cada vez mayor. En la primera parte del libro, a finales de los 70, los medios apenas aparecen. En los 80 son más importantes y, en la última parte, en la época actual, tienen una potencia abrumadora. Aquello que no reflejan los medios de comunicación, prácticamente no existe. No sólo reflejan la realidad: la crean, la fabrican.

“Vivimos en una sociedad esencialmente mediática y no todo el mundo está a la altura de esa responsabilidad: hay muy buenos y muy malos periodistas. Algunos de los personajes de la novela son víctimas de los medios de comunicación. En el libro se diagnostica una nueva enfermedad: la mediopatía, la gente que es incapaz de vivir sin estar en los medios de comunicación.”

–Y El Zarco es una de esas víctimas mediáticas.

–Sí. El Zarco es un mito, como lo fueron algunos delincuentes juveniles en aquella época en España. No hay nada peor que creerte lo que los demás dicen de ti, sobre todo si es bueno. Ese es uno de sus dramas, que durante una parte de su vida se cree lo que los demás dicen de él: un héroe, un mito, una gran cosa.

–Pero por momentos el lector se siente cercano a él. Es un personaje con un mundo interno complejo y también, de algún modo, es una víctima social.

–Sí, claro. Al salir de la dictadura de Franco se da una gran explosión de violencia juvenil. Es el momento en que hay más adolescentes en el país y muchos de ellos eran gente de arrabal, sin educación, que, como dice Bob Dylan, no tienen nada y por tanto no tienen nada que perder. Lo curioso es que la sociedad española los mitificó, los convirtió en una variante del mito del bandido adolescente, del Billy the Kid.

“En el libro desmonto ese mito. No desmitifico para despreciar a estos chicos y decir que eran unas bestias, sino para ver qué había dentro de ese mito. El Zarco es un chaval que está más allá de la frontera, donde rigen reglas distintas de las nuestras, de los que vivimos más acá de la frontera. Y él tiene ahí una cierta grandeza, es capaz de ser fiel a esas reglas de coraje, de lealtad, de veracidad, de amistad. En el fondo él salva al Gafitas, le dice vete, tú tienes otra vida.”

Cercas dice que en la novela se plantean dilemas sin respuesta clara, porque las novelas tienen prohibido hacerlo. Las respuestas deben ser ambiguas, contradictorias, agrega. Esa es la labor de la literatura, hurgar en las contradicciones del ser humano, mostrarnos en toda nuestra complejidad.

–Con la crisis económica en España hay de nuevo mucho desempleo juvenil. ¿Qué diferencias y semejanzas ve entre los jóvenes desempleados de la transición y los de ahora?

–La diferencia es abrumadora. Hay paralelismos y diferencias. La España de la primera parte de esta novela es tercermundista, pobre, miserable, recién salida de una dictadura oscurantista, larga y cruel. Los chicos, que vivían en el desarraigo, el desempleo y sin ninguna esperanza, recurrieron a lo único que probablemente podían recurrir: la violencia.

“La España de hoy está pasando por una crisis dura, profunda y seria, pero para la juventud, con 50 por ciento de desempleo, la situación es mucho mejor que entonces, entre otras cosas, porque es una juventud educada. Es muy sencillo: hay que comparar a los delincuentes juveniles de antes con los indignados de ahora.

“Los indignados tienen capacidad de articular políticamente, porque el movimiento no es, como dicen sus detractores, antipolítico. Es un profundamente político, que por desgracia ahora está muy diluido. Es lo mejor que le ha pasado políticamente a España en los años recientes.

Esta es la diferencia entre unos jóvenes y otros: en unos la violencia, que es muda, y en otros la política, que habla, propone y dice. Los jóvenes de ahora se vuelven protagonistas y generan la posibilidad de un cambio para España. Y los chavales de antes no proponían nada, porque no tenían ninguna posibilidad de nada, estaban en la sobrevivencia pura.

Para Javier Cercas la actual crisis no es sólo española, sino europea. El epicentro más reciente ha sido España. Y no es sólo una crisis económica sino, ante todo, política. Europa tiene que decidir si quiere ser Europa. O somos una Europa unida o seguimos en el nacionalismo, los enfrentamientos, lo que ha sido el último siglo, que ha sido una catástrofe.

–Hace pocos años ese debate ya parecía rebasado.

–Pues no lo está. Y parece, espero, que la solución será buena. Se cayó un sistema político que, mal que bien, funcionó en los últimos 30 años, pero ya no funciona. La democracia no es algo que haces y así se queda para siempre. O la mejoras o la empeoras, y no la hemos mejorado.