Opinión
Ver día anteriorDomingo 3 de febrero de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Siria: barbarie interna, barbarie regional
C

on el recuerdo fresco del ataque efectuado por el ejército israelí el pasado miércoles contra un centro de investigación militar en la frontera sirio-libanesa –que arrojó un saldo de dos muertos y cinco heridos–, diversos medios internacionales –la revista estadunidense Time, el rotativo británico The Times y la prensa israelí– difundieron ayer que Estados Unidos dio luz verde al régimen de Tel Aviv para realizar ese tipo de incursiones militares en territorio sirio, con el supuesto fin de impedir el flujo de armas a grupos combatientes en el conflicto que ha ensangrentado la nación levantina desde hace dos años, y que ha cobrado cerca de 70 mil muertos.

Dicha información da cuenta, en primer lugar, de una escalada indeseable y peligrosa en la intervención que Washington y sus aliados han venido desarrollando en el conflicto sirio: según puede verse, dicha intromisión ha pasado de las acciones veladas de desestabilización en contra de un régimen –el encabezado por Bashar Assad– al apoyo explícito de las acciones bélicas en contra de un Estado soberano. La perspectiva es tanto más desoladora si se toma en cuenta que entre Tel Aviv y Damasco persiste un estado de guerra formal, cuya resolución ha quedado pendiente ante la ausencia de un tratado de paz entre ellos y ante la negativa del primero a devolver a Siria los Altos del Golán –ilegalmente ocupados desde la Guerra de los Seis Días– en los términos de las resoluciones 242 y 497 del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas.

Con el telón de fondo de la debilidad que padece el gobierno de Assad, y de la creciente pérdida de contrapesos regionales al gobierno de Tel Aviv, el respaldo de Washington al belicismo israelí podría sembrar en las autoridades del Estado hebreo la falsa impresión de que es el momento propicio para emprender una guerra regional que les ayude a reconfigurar, a su gusto y conveniencia, el tablero geopolítico de Oriente Próximo.

Ahora bien, aun si el gobierno de Damasco –acorralado en el frente interno– fuera incapaz de hacer frente a una eventual agresión israelí, no puede desestimarse que semejante cruzada bélica enfrentaría la resistencia de los aliados regionales de Assad, empezando por el gobierno de Irán y por la milicia libanesa Hezbolá. El saldo de una intervención militar de Tel Aviv en Siria sería, pues, obligadamente desolador y trágico para todos los involucrados, por cuanto multiplicaría el número de muertos en la nación árabe, llevaría a una escala internacional la barbarie que se desarrolla en Siria y acabaría por provocar bajas –tanto de combatientes como de civiles– en todos los frentes.

Ante los indicios de que Estados Unidos alienta la posibilidad de un derramamiento de sangre mayor en Siria y en la región, es necesario que los integrantes del Consejo de Seguridad de la ONU exijan contención y prudencia a los halcones de Washington y de Tel Aviv.