Opinión
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El Culebra
A

ojo de pájaro y sin intentar profundizar en ello, salvando todas las posibles excepciones, se puede afirmar que cuando los dramaturgos mexicanos crean un carácter interesante se trata de un personaje femenino. Por eso, y muy aparte de sus méritos intrínsecos, resulta notable El Culebra de Martín López Brie que plantea el entrañable retrato de un imaginado revolucionario villista, pleno de contradicciones, mentiras o exageradas medioverdades, pero sin negarle, dentro de sus cómicas peripecias, valor al final y entrega a su compañera. El autor –que recibió los premios de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo en 2004 y el Premio Nacional Manuel Herrera de Dramaturgia en 2007– ha escrito acerca de los más variados temas, desde revivir a los dioses olímpicos hasta el género policial con una calidad siempre en ascenso o por lo menos mantenida y en ésta, que es su más reciente obra, se consolida como un dramaturgo excelente y de primer nivel, tanto por el tema como por su tratamiento. El lenguaje, tan importante para López Brie, aquí se remite al habla de un ranchero norteño, con chistes frecuentes a los malos entendidos entre los mexicanos y el estadunidense y existen momentos muy brillantes en los que El Culebra recita sus memorias entrecruzadas con los diálogos de Ausencia y Brice.

Rotundo Canijo, apodado El Culebra, recorre el norte de México, tras la derrota de la División del Norte, en busca de un tesoro que permita recostruirla –y también apropiarse de algo–, junto a su mujer Ausencia y un mediocre periodista estadunidense al que ha secuestrado para que escriba sus memorias y lo reivindique de lo que considera las injusticias que se cometen contra él. Anthony Brice, el periodista no es un viejo gringo ni tiene que ver con el estupendo John Reed, sino que es uno de tantos atraídos por la idea de publicar algo de lo que acontece en México; el giro que da al final lo convierte de víctima en lo que es en realidad, un sujeto cobarde y aprovechado, mientras la soldadera Ausencia, de ríspida lengua que desmiente o matiza lo que El Culebra narra, está siempre a la espera de traicionarlo y huir con Brice hacia el norte en contradicción del dolor que el guerrillero sufre ante su pérdida. Todos piensan en traicionar, ya sea al marido, a la causa o al compañero, aunque en El Culebra, debajo de cobardías y borracheras, subsiste una fidelidad a su origen como se demuestra cuando piensa que cuando encuentre el tesoro se va a comprar un país de puro pueblo. La desolada metáfora del país y su gente que Martín elaboró y del que escribe en el pequeño librito de su texto editado por Anónimo Drama Ediciones: Es de alguna manera la historia del mexicano que todo lo puede, que nunca se rinde, pero que siempre fracasa. No siempre es justa y yo le respondería al joven y talentoso dramaturgo que esperemos que ya no sea así en un futuro próximo.

El Culebra está siempre a la espera de que Martín López (el autor juega con la homonimia del general villista y él mismo) para que le dé los diferentes lugares de encuentro y marca cada sitio como capítulos: Introducción Me dicen El Culebra, Capítulo 1. De tal palo tal madero; Capítulo 2. Organizando la División; Capítulo 3. Intrigas y componendas; Capítulo 4. Un campo sembrado de muertos, y 5. Conclusión, El Fuego del infortunio. En la escenificación dirigida por el propio autor, se utilizan cuatro huacales dispuestos de diversas maneras para sugerir los diferentes espacios –la casa de El Culebra y Ausencia, un campamento entre vagones abandonados, las ruinas de un convento abandonado, una barranca junto a una choza de palos. Esto apenas se intuye por el texto, pero carece de importancia porque se entiende que se trata de un recorrido que hacen los personajes aunque se ignoren los lugares precisos. La escenografía creada por la disposición de los huacales no tiene crédito en el programa de mano y probablemente se deba al autor y director que sí aparece como, responsable de la iluminación, que tiene un trazo muy limpio y eficiente además de trabajar con una actriz (Sofía Beatriz López como Ausencia) y dos actores (Alejandro Morales como El Culebra y Sergio Bátiz, que dobla con Óscar Serrano Cotán, como Mr. Brice) muy capaces. La producción ejecutiva y el vestuario corresponden a Marina Meza, y la edición musical a Miguel Díaz Brie.