Para que no toquen nuestro maíz

Entre el 15 y el 17 de enero se reunió en asamblea la Red en Defensa del Maíz (rdm), en la que se reconocen más de mil 200 comunidades de unos 22 estados de la República.

La rdm lleva once años manteniendo a raya los transgénicos con la decisión —comunitaria, regional, nacional— de no dejar pasar semillas ajenas ni de la asistencia gubernamental; defendiendo la vida completa de los pueblos que se preocupan por cuidar el maíz, lo que implica que las comunidades reivindiquen activamente sus territorios y autogobiernos.

Ahora, la situación dio un vuelco. Felipe Calderón no pudo aprobar los permisos de siembra comercial de maíces transgénicos que están solicitando Monsanto, Pioneer y Dow, por la presión social que ejercieron las comunidades campesinas e indígenas, las organizaciones estudiantiles, el movimiento urbano popular y los investigadores nacionales e internacionales.

Pero el horizonte con Enrique Peña Nieto no es menos ominoso. Su llamada “Cruzada Nacional contra el Hambre”, muy lucidora ante organismos internacionales y opinión pública, podría tener a los transgénicos como justificación para acaparamientos de tierra, monocultivos y agricultura industrial con sus paquetes de agrotóxicos, derechos de propiedad intelectual y criminalización de las semillas nativas. Todo, en aras de programas autoritarios de intensificación de cultivos “para paliar el hambre”. No nos engañemos. Los transgénicos promueven todo lo anterior pero el hambre sólo la resuelven las propias comunidades, siempre. Que las cruzadas contra el hambre son contrainsurgentes lo demuestra el hecho de que todavía no faltan alimentos en el mundo sino la voluntad política mínima para actuar con justicia.

Como tal, la rdm refuerza sus alianzas nacionales e internacionales, promueve una amplia reflexión sobre las implicaciones desastrosas de los transgénicos para la diversidad del maíz en su centro de origen, y reivindica sus exigencias dentro del Tribunal Permanente de los Pueblos, que sesionará en México todavía dos años más.

(Ramón Vera Herrera)