Opinión
Ver día anteriorJueves 14 de febrero de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Sólo los miércoles
L

a noticia de que existe una nueva dramaturga mexicana es muy importante, ya que algunas han demostrado un talento muy original al tratar diversos temas, pero me temo que éste no sea el caso. Si se puede, aunque sea un artificio, dividir a las obras de teatro en artísticas o de contenido y las que son simples entretenimientos, la lógica nos dice que las primeras corresponden a las instituciones culturales –además de algunos grupos que no renuncian a la calidad– y las segundas al teatro más comercial posible. Gran sorpresa se tiene cuando en un recinto del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) como es el Centro Cultural Helénico se escenifica Sólo los miércoles, una comedia de entretenimiento (los chistes sexuales siempre entretienen y arrancan risas del público) bajo el pretexto de mostrar que en la tercera edad se puede gozar de actividades sexuales y se está contra la moralina de una clase media que no las acepta ni justifica. Lo grueso de la comedia de María Antonia Yanes la hace aparecer como una burla del disfrute de los viejos, aunque sea muy otra la intención de la novel autora que produce su propia obra. Y aquí viene otra cuestión: si es justo que una dramaturga principiante pueda disponer de sus ahorros para producir el montaje de sus textos en los recintos culturales.

Algunos esperamos que el nuevo director general del Helénico, el maestro Jaime Márquez, que ya ha demostrado su sensibilidad en otros cargos, ya no acepte presiones de padrinazgos importantes para programar lo que se presente en sus escenarios. La comedia de María Antonia Yanes no es buena, no sólo por la falta de comprensión de lo que es la tercera edad, sino porque alarga un minúsculo hilo argumental a base de chistes, algunos fuera del tema como los que cuenta Joaquín en un par de momentos, aunque algunas frases graciosas de la autora sean buenas, como el dicho de Marina, que acaba de abandonar a su marido, de que trajo el secador de pelo para que él vea que su hecho es definitivo. Los encuentros de los viejos amantes son, por lo que se deja suponer y por la escena de la tina, más gimnásticos que tiernos y suscitan varias dudas. Una sería si un hombre de la edad de Joaquín puede sostener tantos encuentros seguidos. Otra es la confusión entre sexo y erotismo, ya que esto último se da en muy pocas ocasiones, como el danzón –con música original de Cristóbal Martínez Yanes y ejecución musical de Shannon Haro en la flauta, Samuel Brandao Marques en el clarinete y Cristóbal Martínez Yanes al piano– que baila la pareja en el baño, raro momento de pasión contenida.

La escenificación contribuye a la ridiculización de la vejez, sobre todo por la apariencia de Joaquín, con sombrero panamá, calcetines con tirantes y para remate esos calzoncillos que ostentan un barquillo de helado en la bragueta. Rodrigo Mendoza Millán, que tiene aspiraciones de dirigir teatro de calidad, parece tirarlas por la borda en este montaje, aunque su trazo es limpio y cuidado, su ritmo es ágil y su dirección de actores es buena, pero lo burdo de ciertos detalles no lo avalan completamente. En una escenografía realista debida a Mónica Kubi que presenta el corte de una parte de la casa, con tres niveles: el más bajo es la sa-la que contiene un terno y una mesa de centro, además de un biombo tras el que se ocultará Joaquín; el medio es el vestíbulo de entrada y el más alto es un baño con un canapé y en el que destaca una enorme tina de tipo antiguo. El vestuario diseñado por Mónica Neumayer, excepto los burdos calzoncillos de Joaquín, es sencillo y adecuado y muy linda la negligée que regala Joaquín y luce Luisa.

Otto Sirgo encabeza el reparto y encarna con su habitual simpatía y comicidad a Joaquín. Luz María Jerez luce su buena figura y actúa con gracia como esa Luisa que por razones que poco se explican en el texto carece de uno de sus pechos que le fue extirpado quirúrgicamente (lo que resulta más bien innecesario para la trama). Gabriela Plata encarna con pulcritud a Diana, la hija un poco más discreta de Luisa y Pilar Ixquic Mata interpreta a la neurótica Marina con la destreza que se le conoce.