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Ver día anteriorLunes 18 de febrero de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El pintor Juan Alcázar y la naturaleza
A

la edad de 58 años, murió el pintor Juan Alcázar. Como Francisco Toledo y Rodolfo Morales, se distinguió por estar en primera línea a la hora de defender la cultura y los recursos naturales de su natal Oaxaca. En los medios se ha comentado su invaluable trabajo para despertar el interés de los jóvenes por la pintura. Fundador del Taller de Artes Plásticas Rufino Tamayo, el Museo de los Pintores Oaxaqueños (Mupo) y la Escuela Gráfica Oaxaqueña, Alcázar impulsó otras tareas de divulgación venciendo no pocas dificultades.

En el campo de la ecología, destaca el proyecto multidisciplinario que culminó en 2010 con información valiosa sobre 29 mamíferos en peligro de extinción en Oaxaca. Además de las fichas técnicas elaboradas por reconocidos especialistas sobre, por ejemplo, el tigrillo margay, el oso hormiguero enano, la liebre de Tehuantepec, el zorrillo pigmeo, la nutria de río, el leoncillo jaguarundi, la musaraña, el tapir, el tlacuache acuático, el cereque, varias especies de ratones (de agua o árboles) o el murcíelago néctar, logró que igual número de artistas ilustraran el hábitat de cada especie. El resultado fue un libro, Sobreviviendo, testimonio de la necesidad de cuidar las especies que existen en el bosque y el agua. Dejó pendiente otros dos proyectos que merecen concluirse por parte del gobierno estatal: uno, sobre el universo cultural y ecológico del mezcal. Y otro con la información botánica de 50 árboles endémicos de Oaxaca y su importancia ambiental y cultural. Cada ficha iría acompañada de un grabado y de un poema alusivo lo mismo de Carlos Pellicer, Octavio Paz o Robert Graves que de Seamus Heany o José Emilio Pacheco. A su diversidad cultural Oaxaca suma numerosos ecosistemas con una valiosa y única biodiversidad, diezmada por la acción humana y las políticas gubernamentales.

Mientras es notable el esfuerzo de los pintores de Oaxaca y las organizaciones ciudadanas en defensa de la naturaleza, no falta quien pose feliz luego de matar animales, algunos en peligro de extinción. Por ejemplo, Humberto Cavazos Chena, abogado laboral favorecido con contratos multimillonarios durante el sexenio del becario de Harvard. En la revista Proceso del 20 de enero último se incluyen varias fotos del valiente abogado-cazador en las que luce con algunos de sus trofeos: un gigantesco elefante al que seguramente después le quitaron los colmillos de marfil para lucirlos en la mansión del abogado. Desborda igualmente felicidad al posar llevando en sus hombros un leopardo; o al pie de una gacela, los restos de un león, un búfalo africano, un borrego cimarrón (especie que tanto ha costado salvar de la extinción en el noroeste de México) o un enorme antílope.

Mientras este abogado favorecido con dinero público se vanagloria de cazar paquidermos (como el rey de España), en la isla de Borneo envenenaron recientemente 14 elefantes pigmeos, la subespecie más pequeña de todas. Las autoridades ofrecen una recompensa para dar con los autores de la matanza. Los elefantes pigmeos forman parte de la fauna exclusiva de Borneo. Por eso se encuentran protegidos legalmente igual que la reserva forestal donde viven. Son, además, atractivo turístico.

Otros elefantes, los más grandes, también mueren en África víctimas de la caza ilegal que se ceba en los machos de mayor edad, los que tienen los colmillos más largos y más valiosos en el mercado. La matanza crece a medida que aumenta la demanda y el precio del marfil en Asia. Y muy especialmente en China, donde la prosperidad económica crea nuevos y ostentosos ricos. El comercio de marfil está prohibido internacionalmente, pero la corrupción oficial hace de las suyas.

Finalmente, en Saltillo existe un bello museo donde se muestra la riqueza que albergan los desiertos de México y, de manera destacada, de Coahuila. Es una de las atracciones culturales que quienes visitan esa ciudad no deben perderse. Sin embargo, en la última sección del museo se exhiben los trofeos de un cazador que desborda felicidad mostrando los ejemplares que ha matado. Debe de ser muy influyente para que una dependencia gubernamental albergue ese ejemplo de prepotencia y pésimo gusto.