Opinión
Ver día anteriorLunes 18 de febrero de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Un toro a ritmo con el caballo
¡A

ire, que la lleva el aire! ¡Aire, que el aire la lleva! Así cachondeaba el aire el primer toro de Los Encinos como si llevara los versos de Alberti en los pitones. Un revuelo que hería el aire en ráfagas de encendido color y que luego repetiría en las cabalgaduras del rejoneador navarro don Pablo Hermoso de Mendoza, en un girar alrededor del ruedo que ocasionó que el coso se viniera abajo en otro girar que incluía aficionados y público sensible atraído por la fama del rejoneador español.

El toro criado por Eduardo Martínez Urquidi literalmente planeaba; claro, fijo, de largo recorrido, lamía el redondel con el hocico, un auténtico bombón que nos permitió saborear la magia y hechicería del mejor rejoneador del mundo. Un torear conocedor de las distancias que le permitía encelar y reunir generando la máxima emoción. Máxime si el burel se empleaba al conjunto y ritmo de su vibra. Son que transmitía al tendido y que fue premiado con arrastre lento.

Los toros de Los Encinos que correspondieron a Pablo Hermoso acabaron sensibilizados por la magia de la suavidad que tiene el torero en la palma de su mano izquierda. Suavidad que se fusionó con el acometer del toro, dándole cariñosos requiebros para no quebrantarlo y adornarse en el toreo al estribo y en los quiebros y recortes. Una escritura del espacio que dio lugar para una de las grandes faenas de la historia de la plaza, que esta corrida daba por terminado el serial.

Bravos con los caballos fueron los toros de Los Encinos que le tocaron a Hermoso de Mendoza. Excepcional el primero y bueno, el segundo. Lo toros sensibilizados por el toreo de muñeca y más que de muñeca de palma de Pablo Hermoso, traían esa raza cual velas que erizaba el aire y se movían con un mecanismo gracioso al ritmo del caballo, en que ponían en juego cada músculo, cada tendón, cada nervio de su corpulenta armazón.

En los toreros a pie se repitió el drama de la temporada: toritos débiles que con trabajos resistían un puyazo sin recargar y visitaban el redondel al ritmo del aire que envolvía a la plaza. No se le podía ir un toro así al torero de Badajoz, Alejandro Talavante. Un torito suave y noblote que le ofrecía la muleta. El torero acabó en temerario en la misma forma que su paisano El Juli hace unas semanas, gracias a un sitio envidiable. Quehacer torero básicamente de adornos. ¡Eso sí! dejando que los pitones le rocen la taleguilla hasta conseguir poner a los aficionados con la carne de gallina pese a que la debilidad del toro le quitaba emoción a su toreo. Una estocada tendida fue suficiente para que doblara el toro. Un juez que seguro contemplo otra faena le otorgó las orejas y el rabo que protestó la plaza entera. Hábilmente el torero las regresó con el mismo alguacil. Ver para creer. Fermín Spinola todo voluntad cortó una oreja. Pablo Hermoso de Mendoza sigue siendo el rejoneador. Un torero de época.