Cultura
Ver día anteriorMiércoles 20 de febrero de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Reportaje /Mercado-ambiente artístico

La Fábrica La Aurora cumple nueve años de albergar galerías y estudios de artistas

Convierten San Miguel de Allende en nicho para el arte y el diseño

Ojalá las instituciones oficiales vieran la ciudad como centro creativo: Florencia Riestra

Cada vez somos más pintores y hay más calidad, indica el ilustrador Juan Ezcurdia

Sin apoyo de ninguna institución gubernamental de los ámbitos municipal, estatal o federal, galeristas y artistas transformaron una antigua fábrica textil, en un espacio para crear y difundir arte

Foto
Vista frontal de la Fábrica La Aurora, en San Miguel de AllendeFoto Yazmín Ortega Cortés
Foto
Estudio del ilustrador Juan Ezcurdia, ubicado en la Fábrica La AuroraFoto Yazmín Ortega Cortés
Enviada
Periódico La Jornada
Miércoles 20 de febrero de 2013, p. 3

San Miguel de Allende, Gto. La galería de Florencia Riestra y Alfonso Bulle Goyri se localiza en la Fábrica La Aurora, antigua factoría textil (1902-1991), afuera del centro de la ciudad, convertida desde hace nueve años en un centro de arte y diseño.

De hecho, es una de las primeras galerías de arte que llegó a La Aurora, cuyos ocupantes iniciales fueron artistas –todavía quedan algunos– que allí instalaron sus estudios.

El pasado 2 de febrero, con motivo del aniversario de La Aurora, la Galería Florencia Riestra inauguró Geometría al desnudo (una reflexión sobre la erótica femenina), exposición de óleos de Antonio Ortiz Gritón. También promueve grabado de Artemio Rodríguez; fotografía digital de Mayne Rosas, de León; cerámica mayólica, de Marisa Boullosa, y pintura de la sanmiguelense de 22 años Imelda Torres. Asimismo, maneja muebles de diseño de diferentes épocas.

Para Riestra, en contraste con la ciudad de México, en San Miguel de Allende es mucho más sencillo, hay un nicho muy definido, porque es un gusto mucho menos exigente, menos crítico, menos abierto a presencias y esquemas artísticos más vanguardistas o contemporáneos.

Señala que el mercado está muy dividido: Los artistas estadunidenses que llegan, se instalan, deciden exhibir, independientemente de la calidad de su obra. Entre ellos hay una dinámica que fomenta estos espacios de trabajo. Lo mismo pasa con los artistas europeos. Las galerías que promueven arte mexicano se han vuelto un nicho atractivo dentro del Bajío, con una dinámica que no sólo se reduce a este lugar. Me gustaría que las instituciones gubernamentales voltearan a ver a San Miguel como un centro de trabajo creativo relevante.

El ilustrador Juan Ezcurdia, con 18 años en San Miguel, es uno de los primeros pintores y diseñadores –los encabezó la tejana Merry Calderoni– en instalar en La Aurora un taller para trabajar, sin que fuera punto de venta. Eso atrajo a galerías establecidas.

Si varios artistas se fueron, Ezcurdia lo atribuye al hecho de que a algunas personas no les gusta trabajar a puerta abierta. También supongo que las rentas empezaron a subir, aunque no demasiado. Luego vino la crisis económica de hace cuatro, cinco años.

Además, nadie tiene apoyo de nada, ni de los ámbitos municipal, estatal, federal, ni del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, ni del Instituto Nacional de Bellas Artes. Aquí es una existencia muy real. Nadie está subvencionado, entonces, lo que pintas puede funcionar o no. Si tuviéramos apoyos, claro, sería mejor, pero a pesar de que no haya, estamos vivos y esto seguirá creciendo, porque cada vez somos más pintores y hay más calidad.

Según Ezcurdia, debemos ser el lugar en la República donde hay más galerías por habitante y metro cuadrado.

Cuando llegó hace casi dos décadas, había tres galerías: una, la San Miguel, que cerró hace un año (después de medio siglo de existencia), la Atenea sigue, también La Pérgola, en el Instituto Allende. Pero, ahorita ha de haber unas 40 galerías y unos 200 o 300 pintores que pagan sus cuentas.

Las galerías, sin embargo, están en un predicamento, porque su papel es inhibir el contacto entre el artista y el cliente, mientras que aquí es al revés. Nadie va a comprar un cuadro de una galería donde a la vuelta de la calle está el pintor (que lo da) a mitad de precio, por decir algo. Entonces, los galeristas en San Miguel exponen obra de artistas de fuera.

Trabajo a puertas abiertas

El pintor estadunidense James Harvey y el diseñador de muebles Frank Rodgers llegaron a San Miguel hace un lustro, atraídos por el clima y la gente maravillosa.

Instalados también en La Aurora, Harvey buscaba un espacio para un estudio, pero nunca se imaginó un lugar tan grande: Nadie quería este espacio, porque se estaba cayendo. No tenía ventanas ni electricidad y la puerta era un pedazo oxidado de metal. Ahora, todos lo quieren.

Respecto de la comunidad extranjera, cada vez se vuelve más internacional: hay más italianos, franceses, incluso japoneses y chinos. Pero, menos estadunidenses y canadienses.

Las obras más recientes de Harvey tienen que ver con transparencias y consisten en varias capas de organdí, con tinta china.

La Galería Arte Contemporáneo se estableció en San Miguel hace dos años por ser el corazón de México y uno de los puntos más relevantes donde surge el arte, asegura Adrián García, arquitecto encargado de mantenerla en orden.

El espacio maneja a 19 maestros de la plástica mexicana, como son José García Ocejo, Alberto Castro Leñero, Vladimir Cora, Jordi Boldó, Flor Minor, Nunik Sauret y Luis Granda. La exposición La vitalidad de las formas, de la escultora Josefina Temín, abrió el pasado 15 de febrero. Joaquín Piñeiro, asesor de arte y también artista, agrega: aquí puedes tener la galería con las puertas abiertas, sentarte, tomar un café y platicar.

Este mismo pensamiento es compartido por la pintora Carmen Gutiérrez, dueña de Casa Diana, quien en el fondo del patio trabaja en un lienzo, a la vez que observa el movimiento de la calle. Puedo trabajar aquí con la puerta abierta. San Miguel es tranquilo, no estamos viendo si nos van a robar.

La galería, fundada hace 10 años, se encuentra en la misma casa donde Gutiérrez vivió cuando estuvo casada con el pintor y escultor Pedro Friedeberg, quien conserva un lugar especial allí. Es mi artista estrella, expresa, aunque también maneja la obra de la fotógrafa Deborah Turbeville –tiene casa en San Miguel–, uno de cuyos libros fue editado por Jacqueline Kennedy, de la escultora chilena María Olga García Huidobro, el neozelandés Judson Chatfield, hasta de su hija Diana Friedeberg, que es neurobióloga, pero hace collage.

Considera San Miguel un buen mercado: “He tenido mucha suerte, porque manejo la obra de Pedro, que es el más popular de todos, sobre todo con los jóvenes. San Miguel tiene mucho turismo como de treinta y tantos años, son jóvenes que están en el proceso de poner sus casas, todos saben quién es Pedro y quieren un Friedeberg.

A los mexicanos a lo mejor les cuesta un poco de trabajo Deborah Turbeville, porque sus precios son muy altos y no están tan familiarizados con su obra, pero el estadunidense que sí conoce de fotografía las reconoce de inmediato. No es el mercado más fuerte de los años recientes, pero está bien. Antes eran unas temporadas fijas, ahora no tanto, ya más bien son los fines de semana, porque puede haber bodas y como el turismo está cambiando al mexicano, pues se nos extienden las temporadas. Tener una galería en San Miguel es trabajar mucho.

Caboverdiano en San Miguel

Oriundo de Cabo Verde, Alcides Fortes, quien hace joyas artísticas, fundó la Galería Nudo hace ocho años. Con orgullo recalca que representa al pintor y escultor oaxaqueño Alejandro Santiago en San Miguel.

También promueve sus proyectos, como 2501 migrantes: Vengo de unas islas remotas y tenemos una historia de migración de más de 200 años, caboverdianos que emigran a Estados Unidos y Europa en busca de un mejor futuro.

San Miguel, asegura Fortes, es un lugar muy céntrico, a donde llega el turismo nacional de la ciudades de México, Guadalajara y Monterrey, sin tener que ir a Oaxaca. Cuando abrí mi galería no tenía grandes artistas. Vendía mis joyas, estaba en un lugar chico y era muy difícil vivir del arte. Todo me cambió cuando empecé a vender obra de Jorge Marín. Tengo gran respeto por las galerías que trabajan con artistas jóvenes, algo que quería hacer, pero es difícil sobrevivir con esto. Más que nada es una aventura, pero bonita, porque se trata de arte.