Opinión
Ver día anteriorMiércoles 20 de febrero de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Ruta Sonora

Nick Cave en México: el arte de perderse en las canciones

Foto
Músico y actor australiano Nick CaveFoto Lulú Urdapilleta/Ocesa
Foto
El músico australiano deleitó a miles de fans con su energíaFoto Lulú Urdapilleta/Ocesa
R

emolinos de energía provenientes del lado oscuro del ser humano, narrados con elegancia poética y multiplicidad de imágenes oníricas aunque tangibles, crudas y lacerantes, afines a las pasiones nocturnas, es lo que genera como centro centrífugo en vivo el poeta, músico y actor australiano Nick Cave, tal como lo vivieron tres mil personas en El Plaza Condesa la noche del lunes 18: su primera vez en México. “Mi voz es terrible, mi entonación pésima, pero creo que es muy buena mi expresión, la cual arrojo en distintas direcciones, lo que como cantante me provoca un estado mental particular: genera en mí un halo de trascendencia; sentir que me puedo perder en la canción, convertirme en el personaje del que hablo, ser la persona que quiero ser… para luego terminar y ser el de siempre”, dijo el crooner antier al mediodía en el Museo Universitario del Chopo, en la charla que durante una hora ofreció ante unas 200 personas. Y mejor retrato de su ejecución no podía tener. Si bien exagera en lo de la entonación, es verdad que la fuerza que sustenta su poder escénico está en la convicción de sus palabras y en su pericia histriónica. Las iconografías que plasma con ojos de diablo por entre sus pronunciados rasgos físicos enloquecen y contagian a quienes lo ven y escuchan. Su mirada es un imán que se clava en la de todos para formar un coro de ojos concéntricos que igual invoca al mal y a la muerte que a la ternura y al amor.

¿Escritor, guionista, actor? A Cave le molesta que lo etiqueten como ser multidisciplinario, expresó antes del primero de sus dos conciertos en El Plaza Condesa (ayer, el segundo). Hago cosas paralelas como escribir, sólo si me reta y hace extrañar la música. Hacer música es para mí lo más placentero... Todos somos uno solo, lo mismo que hemos sido toda la vida, afirmó. Así, en su show todo está presente: la influencia de Leonard Cohen, a quien admira (él está muy arriba, me abochorna que me comparen con él; con Tom Waits sí estoy al nivel, dijo antier humoroso); la furia punk de los años 80 con The Birthday Party; su amor por las palabras, su vena lírica; su capacidad actoral para apropiarse de personajes. Todo en un solo ser, rodeado de sus Bad Seeds, quienes, también dijo, lo protegen de la autocomplacencia: Mi banda me exige ir más allá; yo sólo soy un colaborador. Yo no soy músico, necesito de ellos; cuando toco el piano lo hago como una ancianita. El grupo es el que realmente compone. Sin embargo, nadie vio el lunes a ninguna ancianita, sino a un rejuvenecido y apuesto caballero de 55 años, destilando tremenda vitalidad. Y si bien muchos fans extrañaron las poderosas guitarras de Mick Harvey y Blixa Bargeld, a cambio Warren Ellis, Jim Sclavunos, Conway Savage, Martyn P. Casey y Barry Adamson generaron atmósferas igual de despiadadas.

Con todo, el lunes hubo sentimientos encontrados. La escasa hora y media de concierto, siendo su primera vez, dejó sedientos a los asistentes: el setlist vaticinaba 20 canciones, y sólo tocaron 15. Quizá se debió a que, como dijo a mediodía, toda la banda se enfermó de gripe al llegar a México. No obstante, Cave y sus Malas Semillas brindaron un maravilloso recorrido de clásicos extraídos de su vasta discografía, haciendo con ello una excepción, pues en la gira actual tocan sobre todo temas de su decimoquinto álbum Push the sky away (2013; reseña: http://bit.ly/1326FwI); aquí sólo tocaron cinco. Del Tender Prey (1988) tocaron la poderosa Deanna y la electrizante The Mercy Seat. De From her to eternity (1984), el tema homónimo; del Henry’s Dream (1992), la aclamada Jack the ripper. De Let love in (1994), la explosiva Red right hand. De The Boatman’s Call (1997), la bella Into my arms. De The Firstborn is Dead (1985), el clásico Tupelo; la profunda God is in the house de No More Shall We Part (2001); de Murder Ballads (1996), la endemoniada Stagger Lee; The ship song, de The Good Son (1990).

Cuando compongo, si me siento cómodo, es que quizá ya lo hice antes. Pero si algo me causa ansiedad, seguro me va a interesar más, advirtió el lunes temprano, cosa que luego sería visible en escena: Cave, todo de negro, camisa de seda y traje, personifica la zozobra de un chamuco forajido y seductor que camina de un lado al otro, patea al aire, mueve con firmeza los brazos como azotando a sus captores, hipnotizados y agitados en torno al fuego atmosférico que va encendiendo con los suyos: predicador maldito, maestro en el arte de manejar la tensión y el drama, así como sus ansiedades, el lunes magistralmente empatadas con los cantos de toda edad, de quienes devotamente se rindieron ante él y elevaron las manos esperando ser tocados por su perfidia… Sin duda, inolvidable noche. (Recomendaciones de conciertos: patipenaloza.blogspot)

Twitter: patipenaloza