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Ver día anteriorJueves 21 de febrero de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Política exterior
¿C

uál es el margen de maniobra en materia de política exterior para un país como México? En el anterior artículo describimos cómo se ha venido uniformando la actuación internacional de muchas naciones y cuán difícil resulta una acción independiente e innovadora. Exploremos ahora aquellas cuestiones que quizás sean susceptibles de acciones alentadas por países como el nuestro.

Hay un sinnúmero de asuntos que constituyen un peligro a mediano y largo plazo para la seguridad internacional y la convivencia pacífica entre las naciones. Piensen en los conflictos que podrían desencadenarse a raíz del acceso al agua. Consideren también los efectos del cambio climático. ¿Qué orden internacional podrá hacer frente a la catástrofe que se avecina si no modificamos rápida y radicalmente los hábitos que nos impone la sociedad de consumo?

Es cierto que la comunidad internacional ha concluido acuerdos y creado instancias y mecanismos de negociación para frenar y revertir el calentamiento del planeta. En este renglón la conferencia mundial de Río de Janeiro en 1992 sobre el medio ambiente y el desarrollo constituyó un hito. Pero el paso ha sido lento y en cada reunión multilateral se puede detectar que siguen avanzando los que quieren privilegiar el desarrollo por encima del medio ambiente. A 20 años de la conferencia de Río quizás haya llegado el momento para introducir nuevos enfoques en esta materia.

He ahí un tema que debería impulsarse en los foros multilaterales y que México podría seguir promoviendo. Pero hay otras cuestiones que merecen ser examinadas en los organismos internacionales. Algunas son consecuencia de los avances de la ciencia y la tecnología y deben ser objeto de soluciones colectivas. Y ante esos avances el derecho internacional suele quedar rezagado.

La ONU y la familia de organizaciones multilaterales y regionales han venido estableciendo códigos de conducta en una amplia gama de actividades. La propia carta de la ONU es quizás el código más importante en materia de la paz y la seguridad internacionales.

Cabe tener presente también que hace apenas unos cuantos siglos que se ha venido reglamentando la conducción de la guerra. Los avances científicos y tecnológicos de principios del siglo XX hicieron posible el uso de armas químicas en la Primera Guerra Mundial y de armas nucleares en la Segunda. En la segunda mitad del siglo pasado se prohibieron tanto las armas químicas como las biológicas. Pero las nucleares aún no se han prohibido.

Tampoco se ha reglamentado el uso de los misiles. Y hoy el arma nuclear y el misil o vector para transportarla siguen amenazando la paz entre las naciones. Ahí está el desafío de Corea del Norte.

Ahora la guerra cibernética y el uso de vehículos (aviones) sin tripulación (los llamados drones) plantean retos parecidos a la comunidad internacional. Vean lo que está ocurriendo con Internet. Si una persona se mete a tu computadora es un hacker. Pero, ¿si el hacker es un gobierno? Si un individuo se dedica a contaminar las computadoras de otros con un virus, es un criminal. Pero, ¿cómo calificamos a un gobierno que hace lo mismo?

En estos días The New York Times ha presentado una queja ante el gobierno chino por un supuesto ataque cibernético. Pero hace años que los expertos han venido alertando sobre las consecuencias catastróficas que tendría un ataque de esta naturaleza contra las instalaciones de otro gobierno y no sólo de empresas o particulares.

En los últimos meses también se ha intensificado el debate sobre cómo Estados Unidos está cambiando la manera de conducir la supuesta guerra contra el terrorismo internacional. Al parecer, hacia diciembre de 2008 el presidente saliente George W. Bush le encomendó a su sucesor dos proyectos que estaban desarrollándose y que Obama aceptó y mejoró: la guerra cibernética y el uso de vehículos (aviones) sin tripulación (los llamados drones).

De adolescente mi hijo empezó a construir modelos de aviones. Luego los hacía volar con un control remoto. Con los años esa afición lo llevó a sacar su licencia de piloto aviador.

La idea de contar con un avión que no requiera de un piloto ha entusiasmado a los dirigentes militares durante más de un siglo. Sus posibles usos son muchos: desde el espionaje hasta los bombardeos.

Durante la Segunda Guerra Mundial los alemanes experimentaron con modelos de los llamados drones pero a la postre optaron por desarrollar proyectiles de corto y mediano alcance. Su éxito fue tal que después de 1945 muchos de los científicos e ingenieros involucrados en los proyectos de misiles se convirtieron en el semillero de los programas espaciales en Estados Unidos y la entonces Unión Soviética.

Hoy en día los drones se están usando en la agricultura, en la exploración de regiones remotas y también para el control de fronteras. Pero el debate va más allá del uso pacífico de esa tecnología. Cada día se recurre más a esos aviones tripulados a control remoto con fines militares. Sus ventajas son claras: son más baratos que los aviones convencionales, pueden volar hasta por más de 80 horas y no hay peligro de perder al piloto.

El problema es que Washington los está utilizando para asesinar a individuos con supuestos nexos con los terroristas internacionales, Al Qaeda en particular. Y el debate en Estados Unidos ahora gira en torno de si se puede eliminar a un individuo sin un juicio. Es más, se preguntan en Washington, ¿qué pasa si el sospechoso es un ciudadano estadunidense?

Sería aconsejable que la comunidad internacional se pronunciara sobre cuestiones como la guerra cibernética y el uso de drones con fines militares o policiacos. Suele decirse que en la guerra y en el amor todo se vale. No sé si sea cierto en el caso del amor, pero ciertamente no lo es en cuanto a la guerra. Y la ONU debería elaborar sendos códigos de conducta sobre las cuestiones aquí planteadas.