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Festival Internacional de Cine de la UNAM 2013
E

n su tercera edición, del 21 de febrero al 3 de marzo, el Festival Internacional de Cine de la UNAM mantiene y afina su propuesta original: promover un cine de autor sin mayores espacios de distribución en los circuitos comerciales y reforzar la propuesta con actos culturales (conferencias, talleres, mesas redondas) que contribuyan a una comprensión cabal del material presentado.

En la selección de 121 títulos –entre largos, medios y cortometrajes, provenientes de 35 países–, el festival propone también cintas inéditas del joven cine mexicano y varias retrospectivas con invitados especiales.

Destaca el ciclo dedicado a una de las figuras claves del cine experimental estadunidense, Jonas Mekas; también el rescate de la filmografía del recién fallecido cineasta francés de origen tunecino Marcel Hanoun; un ciclo de películas de Edward Yang, realizador nacido en Shanghai, emigrado luego a Taiwán, con formación profesional en Estados Unidos, y autor de una cinta estupenda, Yiyi (2000), muy exitosa en Europa e inexplicablemente desconocida en México, como el resto de su obra, y finalmente una retrospectiva de Darezhan Omirvayev, un realizador y guionista proveniente de Kazajstán, cuya cinta Estudiante (2012) inauguró la presente edición de este festival.

Banalidad del mal. La imagen de un torturador nazi que por las noches regresa al seno familiar y tranquilamente escucha música clásica rodeado de su familia, despojado de todo remordimiento por los crímenes que ha cometido o propiciado, es algo que en 1963 analizó con agudeza Hannah Arendt en su libro Eichmann en Jerusalén.

Como una manera de abundar en ese tema, ilustrándolo de modo novedoso y provocador, el realizador francés Marcel Hanoun propone en El auténtico juicio de Carl-Emmanuel Jung (1967),el proceso virtual a un criminal de guerra que durante 20 años habría gozado de libertad, para ser luego capturado y sometido a un minucioso interrogatorio, y también confrontado a supervivientes del genocidio, testigos de las torturas que él facilitó o en las que participó activamente, sin poder jamás sustraerse a las órdenes de sus superiores, según la argumentación clásica de sus defensores de oficio.

Carl-Emmanuel (interpretado por Maurice Poullenot), a quien interroga un abogado (Michel Lonsdale), siempre con la narración no sincronizada y atonal de un periodista, es un hombre ordinario, adherente desde muy joven a un partido populista, maestro mediocre después en un plantel de enseñanza media, mismo que abandona para incorporarse en 1934 a la milicia nacional.

Todos estos datos, en apariencia apócrifos, sirven para delinear un arquetipo de hombre débil, similar al que en otro registro narrativo muestra Bernardo Bertolucci en la cinta El conformista (1970).

Lo que ofrece Hanoun, sin embargo, es un inventario de atrocidades alejado de toda representación directa y descarnada (Noche y niebla, 1955, de Alain Resnais, por ejemplo), sugerido como una encuesta subjetiva que mediante la ausencia del referente visual de la víctima intensifica un discurso sobre la tortura y las ejecuciones sumarias (por ahogamiento, electrocución, asfixia por gas, disparo en la nuca, simulacro de ataque canino, inyección de cloroformo en el corazón o de petróleo en la sangre), y de la reacción entre indiferente y aburrida, ocasionalmente indignada, del criminal de guerra hasta ese momento impune.

Ficunam propone además otra interesante radiografía del mal. Estudiante, de Darezhan Omirvayev, explora las posibilidades éticas y filosóficas de oponer la brutalidad de un crimen individual, cuyo joven responsable permanece anónimo e impune, a la de genocidios cuya responsabilidad, pese a ser de todos conocida, no afecta mayormente a su impunidad.

Atento a los argumentos de un maestro universitario, defensor del capitalismo y el espíritu competitivo, un estudiante taciturno (Nurlan Bajtasov) comete en una tienda un crimen gratuito que se complica con la aparición de una testigo a la que también ejecuta.

El realizador se basa libremente en Crimen y castigo, de Dostoyevski, pero su manera de plantear los dilemas del joven asesino en busca de una redención espiritual difiere de las preocupaciones éticas del escritor ruso.

El tono de la cinta, con su narrativa morosa y su protagonista opaco y desgarbado, tiene algo de la neutralidad expresiva de Pickpocket, de Robert Bresson (1959), película también basada en la novela rusa. Basta ver el contacto muy parco del estudiante con su familia que lo visita y su vagabundeo por una ciudad impersonal y hostil en toda su modernidad grisácea, para calibrar el desasosiego que se apodera de este joven sin asideros morales en la nueva sociedad capitalista.

Tal vez sea la aparición sobrenatural de la madre colocando su mano protectora sobre la cabeza del hijo criminal, la nota más cálida e intensa en este relato desesperanzado.

Programación, horarios y sedes del encuentro: www.ficunam.unam.mx/