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¿Y si nos autodefendemos?
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a preocupación se les convirtió en alarma. La proliferación de las policías comunitarias comenzó en Guerrero hace más de una década y súbitamente se multiplicaron no sólo en esa entidad sino en Michoacán, estado de México, Morelos y Tlaxcala, y ya alcanzaron Chiapas (casi 80 comunidades), Puebla y Durango, lo que ha encendido los focos rojos en los tres niveles de gobierno. Desde la Secretaría de Gobernación, pasando por los gobiernos estatales, se habla ya de reglamentar, ordenar, legalizar, esas expresiones de autogestión comunitaria y municipal. Y sin embargo, estos actos de autonomía podrán no ser legales pero son totalmente legítimos porque apuntalan la expresión del poder social, ese que ni los políticos y sus partidos, y mucho menos los empresarios con sus mercados y corporativos, alcanzan a reconocer. Para los poderes político y económico el poder ciudadano, civil o social –es decir, los individuos autorganizados–, simplemente no existe. Y de nueva cuenta, en esta época en que la corrupción ha penetrado el quehacer político y en que el capitalismo en su fase corporativa alcanza los más altos índices de voracidad y concentración de riqueza (monopolios), como nunca antes los ciudadanos, o nos autodefendemos o somos arrasados.

En México, la inseguridad, la falta de confianza en policías y militares, un aparato de justicia desprestigiado que hace que 90 por ciento de los delitos no sean castigados, y una elite de políticos bajo sospecha de corrupción que comienza con el Presidente y termina en el alcalde, hacen prácticamente obligatoria la autodefensa. Pero, ¿cómo nos autodefendemos? Hay tres escalas. La primera es la individual, y aquí la conciencia derivada del conocimiento es crucial. Debemos defendernos de los riesgos y peligros del mundo moderno o industrial y aprender a utilizar sus aportes realmente legítimos. La autodefensa individual promueve la autonomía corporal, mental y espiritual y conlleva prácticas de salud como la autorreflexión, la meditación y el ejercicio físico. También obliga a defendernos como consumidores, contra las ofertas tramposas de servicios y bienes: desde servicios hospitalarios, electorales o bancarios, hasta productos nocivos, como alimentos con venenos disfrazados de sanos (no hay una gelatina, un cereal o una bebida que no lleve el anuncio escondido en letras microscópicas de los conservadores, saborizantes o colorantes artificiales, de la misma manera que las carnes, lácteos, pollos y pescados ocultan niveles de toxicidad por contaminantes, hormonas o sustancias diversas).

El segundo nivel es el del hogar. Aquí la autodefensa doméstica se vuelve una búsqueda por la autosuficiencia en agua (captura y almacenamiento de agua de lluvia), energía (mediante generadores solares y eólicos), alimentos (a través de la autoproducción en patios, jardines y azoteas) y materiales (adobes, tierras, bambú, etcétera), así como el reciclaje o recirculación de los desechos, incluyendo aguas usadas, basura orgánica y detritus humanos. ¿Puede el lector imaginar hogares mexicanos que ya no dependen de la Comisión Federal de Electricidad, la compañía de gas o la agencia local de agua? Algunos sitios para corroborarlo: Michoacán: www.tierramor.org; Tlaxcala: http://www.permacultura.org.mx; Veracruz: www.bosquedeniebla.com.mx; Morelos y Edomex: http://www.reddeecoaldeas.org; Jalisco: www.losguayabos.org; Sonora: www.loshorcones.org.mx; Quintana Roo: www.pueblosacbe.com.

El tercer nivel es el de las comunidades, municipios, regiones. Ahí donde conjuntos de familias se organizan para realizar una defensa colectiva. Ya en mi artículo anterior ( La Jornada, 14/2/13) listé 10 criterios para crear territorios autónomos, y a ello remito a los lectores. También en esa colaboración ilustramos la importancia de los zapatismos, el del EZLN y los de inspiración ecológica, en la construcción de una poderosa fuerza ciudadana. Ambos zapatismos están presentes en unas 17 regiones del país. Aquí debe citarse además todo el movimiento de eco-aldeas (ver: http://www.slideshare.net/eidonedit/ecohabitat-experiencias-rumbo-a-la-sustentabilidad).

Poder social es autogestión, autosuficiencia, autoabasto y, por supuesto, autodefensa. Su construcción puede comenzar por cualquiera de estas cuatro vertientes, y es eso lo que realmente preocupa a las minorías que desde la política y/o desde los negocios explotan al resto. Son ejemplos peligrosos porque si se extienden no sólo a otras regiones o municipios, sino especialmente hacia los polos urbanos, podrían potenciar un poder paralelo de carácter emancipador. Un poder basado en la cooperación, la solidaridad y el apoyo mutuo. Y esto ya comienza a suceder. En las regiones con experiencias autogestivas, las organizaciones no sólo crean sus propias policías, también se oponen a la entrada de mineras y megaproyectos de toda índole, y crean cooperativas, bancos locales, producen alimentos sanos, autoconstruyen viviendas, radios comunitarias, etcétera. En Jalapa hay un vigoroso proceso de agricultura urbana y periurbana; en Morelia, dado los altos índices de inseguridad, los vecinos de unas 60 colonias han tomado el control de sus calles, y en el Distrito Federal crecen los ecobarrios. La pregunta que surge es: ¿qué sucedería si todas estas expresiones de autodefensa, generadas por diversos motivos, en varias escalas y desde diferentes plataformas e ideas, se logran articular, y empiezan a crear confederaciones o frentes? Esto es lo que ha sucedido no solamente en el país sino en numerosos rumbos de Latinoamérica, la región más esperanzadora del mundo. ¿Y si nos atrevemos a tomar la vida en nuestras manos? ¿Y si nos autodefendemos?

Twitter: @victormtoledo