Opinión
Ver día anteriorLunes 4 de marzo de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ruido, estiaje y ciclismo
F

inalmente las autoridades de la ciudad de México resolvieron enfrentar uno de los problemas que más aquejan a la población: el ruido. Quien recorra las calles de, por ejemplo, el Centro Histórico habrá sufrido los sistemas electrónicos instalados por diversos comercios para anunciar sus mercancías. La inmensa mayoría rebasa en decibeles lo que marca la norma, de por sí tolerante. Igual sucede en otros sitios donde la autoridad interviene muy poco. Por ejemplo, Tepito, el mercado Sonora y La Lagunilla. La intervención oficial obliga también a los músicos callejeros a acatar la ley, pues no pocos de ellos sí rebasan el máximo establecido. La música no es ruido señalaron varios grupos de jazz, folclor y rock que pidieron no ser retirados de la vía pública donde trabajan.

La autoridad del Centro Histórico no se opone a su labor, pero sí que sean otra fuente de contaminación auditiva. El ejemplo de la ciudad de México debe repetirse en otras ciudades del país, como Guadalajara, Monterrey Tijuana, León, Jalapa, donde el ruido de los aparatos de sonido de los comercios es insoportable.

Cada año, por estas fechas, las autoridades de la capital del país llaman a usar el agua lo más racionalmente posible debido al estiaje, el calor, las obras de reparación del sistema Cutzamala y del Lerma y porque la dotación per cápita disminuye al aumentar el número de habitantes. Un llamado que suena a chiste cruel para los miles que apenas reciben muy poco líquido. Cuando el estiaje entra en su etapa crítica el nivel de almacenamiento del sistema Cutzamala se encuentra casi a la mitad de su capacidad de almacenamiento. Y aunque las tarifas se han actualizado para que quien más gaste agua en hogares y negocios pague más, hay delegaciones donde el problema de escasez es crítico, pese a las promesas oficiales.

Iztapalapa es el mejor ejemplo, pero también hay quejas en las demarcaciones de Tlalpan y Azcapotzalco. Poca agua y tarifas elevadas en ciertas colonias donde las familias se surten de pipas y existe mala calidad del líquido. En igual situación se encuentran colonias de los estados conurbados. Se anuncia también cada cambio de gobierno que habrá la suficiente coordinación administrativa entre las entidades que conforman la cuenca de México para enfrentar el derroche y la escasez de agua. Esta época mostrará si esa coordinación es efectiva.

En tanto, las autoridades citadinas y las de la Comisión Nacional del Agua anunciaron que trabajan en confirmar si hay otro acuífero profundo, además del encontrado recientemente, y que serviría para extraer más líquido. De tener éxito la búsqueda (costará 300 millones de pesos), la sobrexplotación del acuífero será mayor, mientras la recarga del mismo camina muy lento. A mayor extracción de líquido, más problemas por el hundimiento citadino mientras el derroche sigue por parte de las clases de más altos ingresos, se pierde una tercera parte del líquido inyectado a la red y los que menos tienen pagan más, proporcionalmente, por el agua que reciben. Cabe preguntar si las nuevas unidades habitacionales y las torres de oficinas y comercios que se levantan por doquier disponen de sistemas de captación de agua de lluvia y cuánto se ha avanzado en el tratamiento de las aguas negras. Mientras, las autoridades olvidaron realizar oportunamente una gran campaña dirigida a la población y a las actividades económicas que derrochan el líquido para que utilicen sólo lo necesario.

Se han olvidado también los programas para dar seguridad a los ciclistas que en número cada vez mayor circulan por la ciudad. Esa tarea involucra al sistema de transporte público, al pulpo camionero y a los automovilistas, que con frecuencia ven a los ciclistas como estorbo. Suman decenas los ciclistas muertos y son cientos los heridos. Tampoco aparecen las medidas para obligar a los ciclistas a circular correctamente por calles y avenidas. No pocos conducen sus bicis en contra vía, se trepan a las aceras y camellones por donde camina la gente o se pasan los altos. Sin embargo, no se compara, ni de lejos, con la forma irresponsable con que los chafiretes conducen sus unidades a ciencia y paciencia de las autoridades.