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Ver día anteriorMiércoles 6 de marzo de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿Una nueva clase media latinoamericana?
E

l Banco Mundial (BM) acaba de publicar una investigación sobre la clase media en América Latina (Economic Mobility and the Rise of the Latin American Middle Class). Este texto seguramente será ampliamente citado por políticos e investigadores. Conviene analizarlo porque contiene una definición, cálculos y estimaciones poco rigurosos.

Define como clase media a aquellas personas que tienen un ingreso entre 10 y 50 dólares diarios. Es decir, para los mexicanos correspondería a entre 130 y 650 pesos. El límite inferior es muy bajo, pero se argumenta que, con una estimación poco clara, este intervalo correspondería a personas de las cuales sólo 10 por ciento corre el riesgo de caer en pobreza durante un periodo de cinco años. Aunque los autores reconocen que su definición de clase es puramente económica, se justificaría por la baja probabilidad de quedar pobres, ya que significaría que tienen seguridad económica.

Sobre esta base se determinan cuatro clases: la pobre, con ingresos de cero a cuatro dólares, que representa 30.5 por ciento de los latinoamericanos; la vulnerable, con cuatro a 10 dólares, que significa 37.5 por ciento; la media, con 10 a 50 dólares, que equivale a 30 por ciento, y la élite con más de 50 dólares, que representa 2 por ciento. Esta conceptualización es notoriamente ajena a la de los sociólogos y politólogos, marxistas y no marxistas.

El texto está lleno de evidencias, pero ninguna es concluyente según los propios autores. De esta manera, a lo largo del informe sobre los hallazgos se repiten las palabras pudieran, sugieren, es plausible y etcétera. Incluso, se hace una explícita y obvia advertencia de que las asociaciones estadísticas encontradas no deben tomarse como prueba de causalidad.

Aunque se señalan estas incertidumbres, el problema es que tienden a desaparecer en los discursos de los políticos y en las referencias de muchos investigadores. Incluso es de esperar que se conviertan en sabiduría convencional que no requiere ser comprobada y a la cual se refiere con la frase como todo mundo sabe, frecuente en los textos del propio BM.

Y sobre este fundamento manifiestamente endeble pronto escucharemos en los discursos que los países latinoamericanos somos países de clase media, a pesar de que 68 por ciento de la población es pobre y la absoluta mayoría de la clase media se acerca a los 10 dólares diarios de ingreso.

Sin embargo, el estudio va más allá en sus propósitos. Una vez determinadas las nuevas clases procede a estudiar las implicaciones políticas e ideológicas de la emergencia de la clase media latinoamericana. Plantea particularmente examinar cómo influye en las políticas sociales y la cohesión social. Para ello usa principalmente los datos de la encuesta Ecosocial (Encuestas de Cohesión Social en América Latina).

Es de señalar que esta encuesta se basa en 12 mil 297 observaciones en la población de grandes urbes en Brasil, Chile, Colombia, Guatemala, México y Perú. Además, no incluye datos del ingreso, que es el criterio usado para determinar las cuatro nuevas clases, pero se argumenta que los datos sobre los activos o bienes de los hogares permiten aproximarse a sus ingresos. Es decir, el sostén de los resultados es sumamente limitado.

Encuentra que la clase media no tiene inclinaciones políticas claras, pero puede clasificarse como moderada y pragmática. Hace un extenso análisis de diversas variables y se aventura a concluir que a la clase media sólo le interesa defender sus intereses, según su interpretación, por la herencia corporativa del subcontinente. Estos hallazgos llevan a los autores a sostener que la clase media no contribuye a la cohesión social o a la redistribución del ingreso.

Recomienda entonces reforzar la focalización del gasto público en los pobres, particularmente vía la transferencia condicionada de dinero. Considera además que debieran incrementarse los impuestos y quitarse los subsidios generales aprovechados por la clase media. Para mejorar la eficiencia y calidad de los servicios públicos sugieren introducir y ampliar los incentivos. Deberían, por otra parte, eliminarse los programas con beneficios generosos como los del Seguro Popular (sic), que tiende a impulsar el empleo informal.

Su recomendación final es que las coaliciones políticas para lograr la cohesión social debieran construirse no a partir de discusiones normativas sobre derechos exigibles, sino diseñando una plataforma política con los incentivos correctos para capturar a la clase media.