...En esa roja nación de sangre:
Poesía indígena de Estados Unidos


Mario Calvano: La perla, óleo sobre tela

Linda Hogan
La ley del cuervo

El templo que el cuervo adora
avanza en la hierba negra y alta.
La traición es la manera en que el cuervo
le reza al lobo
para que pueda comer
lo que sobra
cuando la sangre llega al suelo,
hasta que lo que queda del alce
sea el cuervo
que se larga
del templo sagrado de las costillas
en un baile sólo para dejar
las huellas rojas de los dioses exiguos y privados.
Es la guerra más antigua
en que el alce se convierte en lobo y cuervo,
en que el camino deja
de convertirse en el viejo bosque
donde el cuervo llama,
donde aún nos da miedo.

Tiffany Midge
Abstracción

Me desperté esta mañana extrañando mi corazón. Me dicen que el cazador de pieles que viene del lago Iron Horse lo aflojó como una tuerca, lo sacó de mi pecho y lo puso bajo su custodia. Me dicen que colecciona corazones como pieles —trofeos de la tierra salvaje— y los exhibe junto al armero de roble y marfil que cuelga sobre su cama. Me dicen que tiene tremenda colección, cada uno con rasgos distinguibles y firmas etiquetadas cuidadosamente. La mía dice: 1965, muchacha Sioux con cabellera perlada. Los otros no son tan comunes. Él pasa semanas afilando sus cuchillos con  la ternura de los nervios, perfeccionando su destreza con la emoción que la caza ofrece; afina el oído, invade territorios, limpia esas cuevas húmedas donde pernoctan sus recuerdos. Me dicen que cuando reúne los corazones y expone todas las cámaras desangradas, hace un retrato colectivo, una instalación para la multitud de ojos curiosos —esos hambrientos patrocinadores de las artes, que se maravillan con los sombríos lienzos elusivos de lo absurdo.

Orlando White
Escrito judicial

Un hombre vestido con un traje negro y un cero
por cabeza me persigue. Lleva un fusil
en forma de lenguaje; me quiere escrito
y muerto sobre la página. Puede oler
mis letras manchadas de cloro y saborear
lo que he escrito; los huesos entintados de palabras.
Pero no me puede sentir respirar. El silencio
es mi refugio. Veo la puerta blanca del papel;
la abro y entro. Parece que siempre había estado allí,
pensando en el origen y el fin de la poesis.
Creía que había logrado escaparme de él en algún sitio
entre el punto y la línea del lenguaje. Pero me encuentra,
no escrito en las profundidades de la página. Levanta
el cañón de su pluma, me apunta a la cabeza,
aprieta el gatillo.  A través del pelo, la piel, el hueso,
siento el peso de la tinta entrar en mi frente.
La oscuridad rellena los espacios en blanco
de mi calavera, dejo que él me llene de palabras.

Allison Hedge Coke
Esqueletos

Todo lo bueno está con nosotros
—se queda en la sutil penumbra,
guarda el fundamento de la vida.
Aquí pertenecemos. Déjennos tranquilos.

No nos desentierren.
No nos dañen, ni nos hagan viajar más.
Ya terminamos con este mundo,
ya regresamos.

Debemos quedarnos aquí,
Asentados, hasta que todo sea polvo.
Nuestro Pueblo luchó por este honor
ningún humano debe deshacer la plegaria.

Cathy Tagnak Rexford
El quinetoscopio

Él —cargado de imágenes en secuencia de ese pájaro
extinto— un radio entre las alas negras y la tierra marrón
—como barrancas en unos ojos vidriados y negros— no
fue capaz de migrar más allá del Círculo Polar Ártico;

lo observaban hombres que vestían piel
de caribú —la ilusión de un movimiento camuflado
con plumas estropeadas, atrapado en una red sin poder
alzar vuelo— es solo una imagen que nunca se filmará.

Escribiré el batir de las alas, y escribiré
un cielo de sangre para que él pueda trazar la línea del horizonte.

Diane Glancy
Cuento

Para Connie Hart, quien nació en 1917 en Lake Conda, y aprendió
 sola a tejer canastas porque en la misión no se le permitió a su madre
 Koorie enseñarle. Las canastas de Connie ahora están en la
Galería Nacional de Victoria,  Australia.

Una mujer hace un cuento porque no hay sombra, y ya se sabe cómo un cuento se ramifica. Un cuento es un árbol que se despliega. Las hojas ocultan el sol palpitante.
Un cuento viene justo como un árbol que se alza después del invierno. El árbol siente el sol a través de la corteza. Siente las hojas que escarban para salir. El árbol se mueve todo el verano sobre esas pequeñas bases llamadas tallos. Se sabe que algunas tardes un cuento lleno de hojas y ramificaciones se dobla y se levanta.
Pero tiene que haber hojas que caigan después de toda la germinación del verano. Después de la sombra en la que se detiene. Entonces los rastrillos recogen significados. No de un árbol faltón de hojas, sino por volver al cuento una vez más. La mujer dice que cuando hace frío la corteza parece una columna de llamas duras y negras. En el invierno se puede acercar la mano a un árbol.

(Traducción: Katherine M. Hedeen y Víctor Rodríguez Núñez)