Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 10 de marzo de 2013 Num: 940

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Los empapelados de las granjas Peri & Sons
Agustín Escobar Ledesma

América Latina,
juventud y libertad

Marcos Daniel Aguilar

Poesía para romper
los límites

Ricardo Venegas entrevista
con Floriano Martins

Clientes frecuentes
Edith Villanueva Siles

El arte de seleccionar:
de los 10 mejores a la construcción del Yo

Fabrizio Andreella

Del suicidio al accidente: tropezar con
la propia mano

Marcos Winocur

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Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
La Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
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Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
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Hugo Gutiérrez Vega

Carta a José María Pérez Gay

Querido Chema:


José María Pérez Gay.
Foto: Roberto García Ortíz/ archivo La Jornada

Cuánto me gustaría comentar contigo la versión al español de la obra de otro húngaro sacrificado por la censura, Miklós Bánffy (lo veo al lado del anciano suicida Sándor Márai). Te informo que una editora peninsular publicó los tomos de la Trilogía transilvana (puedes pagarlos en cómodas mensualidades o vender tu coche para pagarlos de contado. ¡Carajo, querido Chema, el precio de los libros da grima! Esta situación pide a grandes voces una intervención del Estado). Las novelas se titulan Los días contados, Las almas juzgadas y El reino dividido. Me dice una joven magiar que estudia en nuestra universidad la obra de Mariano Azuela, que la traducción de los títulos es aceptable. Recuerdo, Chema, que hablamos de Bánffy, de su teatro, sus cuentos y sus memorias, y de la trilogía novelística perdida en las mazmorras de la censura (la pobre sufrió los encierros rumanos y húngaros, y se perdió por muchos años en el laberinto transilvano políticamente rumano, culturalmente magiar, pero por todos lados represivo y amante obsesivo, como el Santo Oficio vaticano, de las condenaciones y los encierros de los productos de la inteligencia libre). Sabíamos que, a fines de los ochenta, por fin se había publicado la trilogía en Budapest, pero el mundo tuvo que esperar hasta que la hija de Bánffy la tradujera al inglés y de esa manera menudearan las traducciones a otros idiomas y muy recientemente al español. Los alemanes la tradujeron hace algunos años, pero no te habían llegado los voluminosos libros que una casa editorial de Hamburgo publicó en los noventa. En fin... Chema, Bánffy, el “imperio perdido” y la violentada Transilvania, circulan ya en los excelentes libros de esta trilogía que recoje los últimos momentos de ese imperio resquebrajado que tú analizaste con enorme talento y erudición prodigiosa en tu ya clásico libro sobre la decadencia y caída de la estructura habsbúrgica

Bánffy, el señor conde de Losoncz, muerto en 1950, fue un noble transilvano y un hombre del Renacimiento. Sabía de todo y practicaba con destreza casi todas las artes. Fue ministro de Relaciones Exteriores de Hungría y luchó en contra del injusto Tratado de Trianon, que despojaba a su país de una gran parte de su territorio, incluyendo Transilvania, región en la que la identidad magiar tenía (y sigue teniendo) una fuerza indiscutible. Bánffy siguió viviendo en su Transilvania ya rumana y huyó en 1947. Sus últimos años los pasó en Hungría, silencioso y decepcionado. Sus obras dormían en los archivos de la Securitate y en los de la policía política húngara.

Alguna noche (o madrugada) en la oficina de nuestra querida jefa Carmen Lira, les conté una curiosa anécdota transilvana que nos hizo reír: Una tarde soleada del verano de 1965, tomábamos unos vasos de buen vino blanco rumano en una taberna de la placita de Sigishoara. Presidían la reunión Alberti, Neruda, Asturias y el poeta rumano Eugen Jebeleanu. Se nos acercó una gitanilla y me entregó un ramito de violetas. Busqué monedas y sólo encontré un billete de diez leis. Se lo dí, lo miró con sorpresa, gritó algo en magiar y me dedicó una sonrisa imperecedera. Jubeleanu, riendo, tradujo: “Te acaba de decir: ‘¡Qué viva tu esposa francesa!’” Para la paisanita de Bánffy, un caballero tan generoso debía tener una despampanante y elegantísima esposa francesa.

En fin, querido Chema. Aquí están ya los libros de Bánffy. Merecerían, al igual que los de Márai, que tu pluma los comentara, pues ambos nos hablan del imperio perdido, pero, sobre todo, de los caminos del amor y del gran misterio de la vida.

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