Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 10 de marzo de 2013 Num: 940

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Los empapelados de las granjas Peri & Sons
Agustín Escobar Ledesma

América Latina,
juventud y libertad

Marcos Daniel Aguilar

Poesía para romper
los límites

Ricardo Venegas entrevista
con Floriano Martins

Clientes frecuentes
Edith Villanueva Siles

El arte de seleccionar:
de los 10 mejores a la construcción del Yo

Fabrizio Andreella

Del suicidio al accidente: tropezar con
la propia mano

Marcos Winocur

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Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
La Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
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Cinexcusas
Luis Tovar


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Enrique López Aguilar
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Glorieta de la amistad

Casi todas las esculturas que formaron parte del tramo ¿inicial?, ¿final? de la Ruta de la Amistad –emprendida como parte de la Olimpiada Cultural, previa a las Olimpiadas realizadas en México durante octubre de 1968–, luego de ser desgajadas de su lugar de origen, terminaron sembradas dentro del gran perímetro que existe en el cruce de Periférico e Insurgentes Sur. Las que no quedaron tan cerca del aplastante avance de la llamada Autopista Urbana Sur (mera continuación del Segundo Piso lopezobradorista), si las hubo, se quedaron en su lugar. Ya es bueno que no hayan sido “preservadas” en la casa de algún jerarca de Ciudad de México, ni vendidas secretamente a algún magnate del extranjero, como si se tratara de una biznaga o una especie animal en peligro de extinción; y no faltará el optimista que afirme que así es mejor, “puesto que ahora están juntas dentro de un área considerada como corredor cultural del sur de la ciudad”: cerca de Cultisur y la pirámide de Cuicuilco. Mejor solución, imposible: todos a sonreír y a encontentarse, que más se perdió en la guerra y a ser políticamente correctos, pues la burguesía de los centros comerciales adyacentes tal vez alcance a exclamar: “¡Ay, mira, no me había dado cuenta de que nos habían puesto tanta cosa rara cerca del mol!”

Sólo que uno recuerda lo ocurrido con esa famosa autopista: la destrucción de áreas protegidas en el camino de Santa Fe a Luis Cabrera, la oposición de los vecinos y propietarios (desairada por los personeros gubernamentales), las corrupciones delegacionales que permiten (siguen permitiendo) la edificación de condominios en zonas restringidas para ello, como en San Jerónimo y la Del Valle (no es necesario ser perredista, panista o priísta: con ser delegado ya la hiciste). Y no hace falta ser demasiado ducho para ir haciendo la suma de los atropellos: si el gobierno (de la ciudad, de la delegación) puede contra las zonas ecológicas, contra los derechos ciudadanos, contra la planeación del crecimiento urbano y contras las protestas en contra, ¿qué no hará con un conjunto de esculturas mucho más atendidas por los grafiteros y a las que pocas personas prestan atención en su cotidiano ir y venir por el tráfago citadino? Poco puede esperarse al respecto, pero sólo el tesón doblega al autoritarismo, como lo demostró Nelson Mandela. Las respuestas del penúltimo gobierno perredista defeño, izquierdoso (no izquierdista) ante las peticiones ciudadanas, confirman un proverbio español: “menos da una piedra”. ¿Qué importa una escultura si no se respetaron árboles y casas?

Algo ha de importar. Agradezcamos que esa obra escultórica no terminó en cascajo, como muchas casas de la colonia La Malinche; o en aserrín, como los bosquecillos circundantes; entendamos que nadie fue consultado al respecto y que al gobierno del DF le vale tan poco la opinión ciudadana como al de la Presidencia de la República. El del DF sirve atole con el dedo y finge escuchar con atenta preocupación la protesta ciudadana… ¿igual que el gobierno de la República? Al final, como se dice en el argot del ambiente político: “se atiende a todos y a todos se batea”. (Ya lo declaraba con mortal cinismo Raúl Salinas: “Las puertas de Los Pinos se tocan desde adentro.”)

Para el caso de las esculturas existió una planeación estética y urbanística generada durante los años sesenta del siglo pasado, cuando el tránsito entre San Jerónimo y Cuemanco era asunto de dos o tres coches cada media hora. Se trataba de crear un corredor escultórico donde quedaran representadas diversas expresiones contemporáneas de todos los continentes: a la vez, un paseo cultural y urbanístico, donde paisaje y obras de arte ofrecerían una simbiosis para enriquecer la mirada de quienes transitaran ese espacio.

Se puede alegar que la ciudad creció “a lo loco” y el proyecto original había quedado “perturbado”, que no se puede detener la civilización por cosa de unas toneladas de “arte”, que es más importante modernizar las vías de transporte, que no hay plan original que no se pueda modificar, que todo se arregla, que las fuerzas vivas exigen, que...

En el fondo, es la misma respuesta otorgada a los ecologistas, a los vecinos, a los inconformes, a quienes no consideran que los segundos pisos sean la solución para resolver los problemas de tránsito en la ciudad. Si árboles, aves, animales endémicos, comunidades y personas no pudieron detener a los bulldozers, ¿qué podían esperar unas indefensas esculturas?

Escena cotidiana de un delegado defeño:

–No mames, güey, es el último ejemplar de pájaro dodó.

–Me vale madres.