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Desde 2001 Fernández de Cevallos advirtió sobre la llegada de sinvergüenzas

Alista el PAN su asamblea con la consigna de cambiar y hacer a un lado a arribistas
 
Periódico La Jornada
Miércoles 13 de marzo de 2013, p. 14

En 2001 Diego Fernández de Cevallos advirtió sobre la posibilidad de que el PAN se llenara de sinvergüenzas atraídos por el ascenso al poder, pero ni los candados puestos en aquella asamblea lo impidieron. Con el foxismo y el calderonismo, la puerta se abrió tanto que en 12 años se sumaron un millón 600 mil militantes e innumerables quejas por la repetición de prácticas cuestionadas: clientelismo, corporativismo y corrupción.

El miedo de los panistas a parecerse a lo que criticaban del PRI estuvo presente desde su asamblea fundacional, cuando Manuel Gómez Morín los llamó a ser una organización de ciudadanos y no de masas.

Con la derrota a cuestas después de dos sexenios, la asamblea número 17 plantea volver a los orígenes y tratar de resolver algunos problemas que desdibujaron al partido durante la borrachera del poder.

Desde aquella reunión en el Frontón México, que marcó el inicio de la historia del blanquiazul, Gómez Morín planteó el dilema: intervenir o abstenerse de participar en la inmediata lucha electoral. Para aplacar los apetitos de poder, Efraín González Luna describió entonces a Acción Nacional como un partido de doctrina, de exigencias máximas y que nace condenando el oportunismo.

En 16 asambleas efectuadas en 74 años, ese ha sido el hilo conductor: la tensión entre la doctrina y la práctica política, más una búsqueda de poner orden en un partido que se distinguió por su elitismo.

Primeros cambios

La primera gran reforma de los estatutos se dio en 1992, precisamente un año después de que los llamados foristas, como José González Torres, Pablo Emilio Madero y Bernardo Bátiz abandonaron sus filas por considerar que el partido se había vuelto pro-salinista, pro-liberal y pragmático a la luz de la llamada concertacesión para la gubernatura de Guanajuato.

Los pragmáticos moderados, como era conocida la corriente encabezada entonces por Luis H. Alvarez y Carlos Castillo Peraza, se consolidaron en el partido y dieron paso en 1996 a una nueva reforma que integró a miembros activos y adherentes, que finalmente decidieron la elección de Vicente Fox como candidato presidencial.

Con estos aires de apertura en la búsqueda del poder, el 4 de diciembre de 1999 acordaron en su asamblea extraordinaria número 12 la alianza con el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), para contender en 2000, que a la postre se rompió porque Vicente Fox, ya en la Presidencia, no dio cargos a los verdes en su gabinete.

Ante el temor de ser desplazados por una nueva clase política, el PAN se cerró en diciembre de 2001 e incluso suprimió derechos ganados por su militancia. En adelante los adherentes no podrían participar en la elección de puestos de elección popular, como sí lo hicieron para definir la elección de Fox.

En busca de superar el recelo que provocó la decisión del primer gobierno panista de no teñir de azul su gabinete, la dirigencia de Luis Felipe Bravo Mena impulsó un acercamiento declarando al partido, como soporte político del mandatario, que se constituiría en una maquinaria electoral que le permitiera afirmarse en las elecciones de 2003 como la primera fuerza política.

Aunque en los hechos buscaban cobijar a Fox, en su discurso Bravo Mena volvió a aludir al miedo provocado por parecerse al PRI-gobierno. Nosotros no somos un partido petrificado para rendir culto a un caudillo, ni rígida plataforma de intereses parciales; somos una institución viva y vibrante.

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Diego Fernández de Cevallos, en enero de 2002Foto José Carlo González

Debatiéndose en esa contradicción, al día siguiente, el 9 de diciembre, la familia panista se reconcilió con Fox, quien por primera vez reconoció humildemente que necesitaba el respaldo de su partido. Para sellar el rencuentro, Diego Fernández de Cevallos se levantó de su lugar, se acercó al guanajuatense y lo abrazó después de escuchar la frase: Necesito de Diego.

Para la asamblea número 15, efectuada el 2 de mayo de 2004 en Querétaro, la prioridad de los panistas era fijar las reglas para definir quién sería el candidato presidencial de 2006 en la lógica pragmática. Se decidió que un millón de activos y adherentes elegirían a su abanderado, con lo que mejoraron las posibilidades de Felipe Calderón, un panista de cepa, y se cerró el paso a Santiago Creel, quien deseaba una consulta abierta a la ciudadanía, dado que era el mejor posicionado en las encuestas.

Tres años después predominaron los ánimos de revancha del calderonismo –instalado en el poder presidencial– con el grupo de Manuel Espino, quien fue abucheado por la mayoría de los asambleístas que acudieron al Polifórum Guanajuato. No tenía forma de buscar la relección.

Con esta maniobra, Calderón, hijo del historiador del panismo Luis Calderón Vega, comenzó a operar para tener el gobierno y el partido –tema que había causado preocupación entre los fundadores– y dio pie a que sus incondicionales, Germán Martínez y después César Nava, presidieran Acción Nacional.

Un detalle de su discurso pasó casi inadvertido, pero a la postre significó la llegada de oleadas de militantes. El PAN no puede ni debe cerrar sus puertas ni encerrarse en conflictos, intereses, preocupaciones de grupo y mucho menos de facción.

Con el partido dominado por los calderonistas, fue sencillo concretar, un año después, la nueva reforma estatutaria que facilitó el ingreso al partido y convirtió a los adherentes en activos; además, se creó la Comisión de Elecciones, ahora cuestionada.

En la asamblea, encabezada por Nava y por el ahora extinto ex secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño, se argumentó que necesitaban aumentar el número de militantes para realizar el trabajo de tierra que imponía la nueva legislación electoral, para poder ganar los comicios, ya que las campañas no podían basarse sólo en promocionales.

Nava lanzó, acompañado de su ahora esposa, la cantante Paty Lu, campañas masivas de afiliación que rebajaron tanto los requisitos de ingreso que en cuestión de semanas ya había 400 mil nuevos miembros.

Perdida la Presidencia y señalados por celebrar comicios internos tramposos, Gustavo Madero reconoció en su pasada sesión de consejo que en los 12 años de gobiernos federales emanados del blanquiazul cayeron en prácticas clientelares. El PAN se contaminó de todo aquello que cuestionaba, lo que provocó una triste alienación de su identidad.

La pregunta es si este fin de semana lograrán corregir el rumbo y si podrán cerrar el paso a aquellos sinvergüenzas señalados por el Jefe Diego, aunque el PAN ya no sea tan codiciado ahora que perdió el poder.