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Los retos del Vaticano

Jorge Mario Bergoglio se niega a permanecer encerrado entre guardaespaldas

El acercamiento con la gente, un dolor de cabeza para la seguridad del pontífice

No se pueden imponer medidas de precaución al Papa, dice el portavoz del Vaticano

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Ante los actos de espontaneidad que el papa Francisco ha tenido con la gente, se ha tenido que poner mayor énfasis en su seguridadFoto Reuters
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Para su arribo a la Plaza de San Pedro, en Roma, previo a la ceremonia de inicio de su pontificado, el papa Francisco eligió un vehículo descubiertoFoto Ap
 
Periódico La Jornada
Miércoles 20 de marzo de 2013, p. 7

Ciudad del Vaticano, 19 de marzo.

La espontaneidad del papa Francisco, que se salta con frecuencia el protocolo para saludar a los fieles o besar a un bebé, supone un reto y un quebradero de cabeza para sus servicios de seguridad.

El Papa no decepciona a sus admiradores. Se dirige a pie a la multitud que le espera en las barreras del Vaticano. Los servicios de seguridad están al borde de un ataque de nervios, pero la multitud está entusiasmada, explica el periódico italiano Il fatto quotidiano al recordar una misa en los primeros días del pontificado.

La célebre Guardia Suiza y la Gendarmería del Vaticano, que se ocupan de la seguridad de los pontífices, tendrán que acostumbrarse: el primer Papa latinoamericano de la historia reafirmó desde el primer día su voluntad de seguir siendo espontáneo y se niega a encerrarse entre sus guardaespaldas para estar cerca de la gente.

Preguntado al respecto, el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, explicó que no se pueden imponer medidas de seguridad a un pontífice.

Hay que respetar el estilo personal de cada papa. Los responsables de la seguridad saben que no son ellos los que deciden, sino el máximo jerarca de la Iglesia católica, y que tienen que adaptarse, explicó Lombardi, jesuita como el nuevo pontífice.

La responsabilidad de la seguridad de los papas está en manos de cerca de 100 guardias suizos, el ejército de los pontífices, con el apoyo de 100 gendarmes del Vaticano y 140 policías italianos.

La dificultad para los servicios de seguridad es encontrar un equilibrio entre la protección y la libertad de movimientos para que el Papa pueda estar en contacto con la gente.

La dificultad es todavía mayor teniendo en cuenta que el Papa se mueve con frecuencia en lugares abiertos, empezando por la inmensa Plaza de San Pedro, con capacidad para 250 mil personas, donde tuvieron lugar varios incidentes en la historia reciente.

El más grave fue el atentado cometido contra Juan Pablo II en 1981, cuando el turco Mehmet Alí Agca, que se había mezclado con la muchedumbre, le disparó y lo hirió levemente.

Al Papa polaco, igual que a Francisco, también le gustaba el contacto con la gente, recordó el portavoz del Vaticano.

Todo el mundo se acuerda de las numerosas ocasiones en las que Juan Pablo II se saltó las reglas de seguridad para poder estar con la gente, a veces poniéndose en situaciones arriesgadas o imprevisibles, dijo el portavoz del Vaticano.

Era su estilo. Los que se ocupaban de su seguridad hicieron lo que pudieron, recordó Lombardi.

Sin embargo, los servicios de seguridad aprendieron la lección del ataque de 1982: desde entonces existe un papamóvil (el vehículo del Papa) blindado con ventanas a prueba de balas, y los feligreses tienen que pasar por un detector de metales antes de entrar en San Pedro. Aun así, Francisco prefirió este martes dar una vuelta por la plaza en un jeep totalmente descubierto.

En junio de 2007, un alemán se abalanzó contra el papamóvil de Benedicto XVI en la plaza San Pedro, y en 2009, en la misa de Navidad, una mujer se precipitó sobre el Papa y le hizo caer al suelo en la Basílica de San Pedro.

Estos incidentes llevaron a aumentar los agentes de seguridad en las grandes ocasiones, y a que la zona de protección alrededor del pontífice (en la que nadie puede penetrar) haya sido más extensa para la multitudinaria misa inaugural del Papa, este martes en el Vaticano; las autoridades italianas desplegaron 3 mil miembros de las fuerzas de seguridad, incluyendo policías vestidos de civil dispersados entre la muchedumbre.

El dispositivo incluyó tiradores de élite en los tejados, helicópteros sobre el Vaticano, embarcaciones de la policía en el río Tíber, así como la prohibición de sobrevolar la capital, convirtiendo por horas a Roma en una ciudad paralizada.