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Puntos sobre las íes

Rodolfo Gaona XII

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En su andar por España, el maestro Rodolfo Gaona tuvo que luchar contra todo y contra todosFoto Archivo

1915.

D

espués de la grandiosa campaña del año anterior, todo parecía indicar que Gaona volvería a ser contratado para las grandes plazas y las mejores ferias, pero no fue así; únicamente sumó 35 fechas y en cuanto a las ferias sólo fueron las de Pamplona, Santander y Granada.

¿Razones?

Joselito, rabioso, la había emprendido contra Gaona, culpándolo del repudio de la afición de San Sebastián, sin querer reparar, en el desastre de su hermano mayor el año anterior –y, tal vez, por no aceptar que un diestro mexicano triunfara constantemente–, entonces recurrió a uno de los más reprobables métodos que hoy todavía son de uso común de muchos punteros: exigió que en las corridas que él toreara sería el primer espada, con la excepción de su hermano Rafael, que sí podría ocupar el puesto, así que Gaona quedaba fuera de la jugada, ya que por ser más antiguo no podía salir después de los hermanos.

José lo controlaba casi todo: las mejores ganaderías de Andalucía, su nombre y prestigio bastaban para que las empresas aceptaran sus condiciones y, aunque parezca mentira, Juan Belmonte se adhirió al tal boicot.

Fue ese el primero…

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Joselito era el amo de la fiesta en España, hacía y deshacía a su antojo y, según se decía y se contaba, el éxito y la fama se le subieron a la cabeza y decidido a acabar con Gaona permitió –tal vez patrocinó– que sus partidarios publicaran un pequeño periódico, titulado The kon Leche, el cual se dedicó a vapulear al leonés sin tregua ni descanso.

Y vino la defensa.

Los partidarios de uno y los partidarios del otro se tiraban a la yugular y entonces, en calidad de revancha, apareció otro rotativo, Café con Media, en el cual se publicaron todas las intrigas en contra del paisano y, como consecuencia, pudo Gaona torear en donde antes ni la puerta le abrían y fue en Pamplona donde se remontó a las nubes en los tres tercios y ante un imponente toro del duque de Veragua quedó para la posteridad el llamado Par de Pamplona, sublime momento captado por el fotógrafo Rodero, cual elocuente testimonio de lo que fue aquello: ¡un portento de arte, valor y sabiduría!

Se ve y no se cree.

Las pasiones seguían desbordadas y los dos periódicos se daban a destrozar a sus patrocina- dores, llegando a convertirse en verdaderos estercoleros, afirmando el The... que Gaona era afeminado y el Café... poniendo en tela de juicio la paternidad de Fernando Gómez.

Todo un asco.

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¿Cuál tregua?

Joaquín Mechero, apodado El Alfombrista, era gran amigo y apasionado partidario de Joselito y anduvo buscando a Gaona para que se entrevistara con el de Gélvez para solucionar las cosas y, crédulo, el de León aceptó, a lo que su apoderado se opuso rotundamente, aduciendo que lo iban engañar.

Curioso, don Rodolfo fue a la casa de El Alfombrista y ahí se encontró con José y hasta una copa de champaña se tomaron. Lo único que éste le pidió fue que terminara con el Café con Media, a lo que Gaona le contestó que hablaría con los dueños del periódico para que terminaran los ataques.

Feliz, el leonés fue a encontrar a su apoderado, don Rafael Rodríguez Vázquez, quien, más o menos, le dijo: ”se han cachondeado de usted, ya lo verá y le aseguro que no permitirán que toree en la Feria de Sevilla”.

Efectivamente, así fue con base en la ya explicada maniobra Rafael, primer espada.

Y siguieron las trabas, las zancadillas y las presiones. Ante este panorama, don Rafael le dijo a Gaona: debe convencerse que no lo van a dejar en paz, quieren que usted se regrese a casa. Mientras esté en España va a tener que luchar contra todo esto, ya le propondrán las paces y le harán promesas, pero nada habrán de cumplirle.

La situación volvió a ponerse color de hormiga, Joselito lo controlaba todo: ganaderías, empresas, alternantes y prensa, y como estaban con él su hermano Rafael y Belmonte, Gaona tuvo que luchar contra todo y contra todos, máxime el haber quedado suspendidas las corridas de toros en la capital, por decreto de Venustiano Carranza, y que habrían de reanudarse hasta 1920.

Ay, el espacio.

Ni modo.

(AAB)