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La propaganda contrarrevolucionaria quiere que doblemos las rodillas, dice el filósofo cubano

Lo normal en el mundo de hoy es la injusticia social: Ubieta Gómez

Visita México para presentar su nuevo libro, donde aborda la batalla cultural que se ha librado en el seno del socialismo en la isla

La alternabilidad de partidos en la sociedad mexicana es pura ficción, sostiene

Para el capitalismo, el individuo es un concepto abstracto

 
Periódico La Jornada
Lunes 25 de marzo de 2013, p. 6

Cuba es una sociedad disidente, alternativa, buscándose, “no de llegadas, sino en tránsito, en movimiento, por eso siempre se le quieren achacar errores en vez de resaltar los aciertos. Por eso, todo el gran andamiaje propagandístico contrarrevolucionario está centrado en hacernos doblar las rodillas, en hacernos volver a la ‘normalidad’ del mundo de hoy”, afirma el filósofo cubano Enrique Ubieta Gómez.

El escritor se encuentra en México para dar a conocer su reciente libro Cuba: ¿Revolución o Reforma? (Casa Editora Abril), en el cual detalla diversos aspectos de la batalla cultural que se ha librado, en el seno del socialismo, durante el reciente medio siglo en la isla caribeña.

¿Y cuál es esa ‘normalidad’ que predomina en el mundo?, se le pregunta al también periodista, quien de inmediato responde: una sociedad injusta.

Al capitalismo no le interesa el individuo; siempre habla de la individualidad, pero es un concepto abstracto, porque existe un Carlos Slim al lado de 50 por ciento de la sociedad en un estado de pobreza. Es decir, los individuos no son lo importante, explica en entrevista con La Jornada.

Lo que la contrarrevolución quiere cambiar en Cuba, añade, “es lo que no se quiere cambiar en México. Aquí pueden haber muchos partidos en el poder mientras se conserve en sistema capitalista. Por eso, las expectativas que creó la ausencia del PRI en el gobierno fue una falsa ilusión, porque todo sigue igual, el PAN hizo lo mismo que el PRI, y lo haría otro partido. La alternabilidad de partidos en la sociedad mexicana es pura ficción, pues sólo se trata de cómo hacer más eficiente la entrega de país a los intereses trasnacionales.

En Cuba quieren cambiar el sistema; a los que están contra la Revolución ni siquiera les interesa que haya muchos partidos, a menos que la esperanza de tenerlos signifique transformar el sistema en uno que dinamite las bases de lo que hoy es Cuba: un país con una forma de existir diferente a la que existe en el mundo, con un consenso social mayoritario.

Pero la semilla revolucionaria ya está sembrada, no sólo en Venezuela, sino en otros países de América Latina, continúa Ubieta: “Me gusta la palabra, porque una semilla es algo que nace en tierra propia y tiene las características del lugar donde germina. Es decir, no hay modelos revolucionarios. Cada país tiene que alcanzar a ser, por sus medios y a su manera, una sociedad más justa, necesariamente anticapitalista, en la medida en la que logre sacudirse el peso de las trasnacionales y la dependencia externa.

El capitalismo es un enemigo real y no hay ninguna fórmula específica contra él. No puedo vaticinar de qué manera ocurrirá el cambio en cada país, pero lo cierto es que hoy existe una América Latina de izquierda, exceptuando unas pocas naciones. Existe una América Latina unida, enfrentada a las hegemonías externas, y eso es una gran noticia, porque a finales del siglo pasado se pensaba que todo estaba perdido.

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Los jóvenes tienen la energía revolucionaria, y el mercado trata de controlar esa rebeldía: la reduce a las formas primarias como la irreverencia, asegura el editor de La calle del medio, publicación cultural de la agencia Prensa LatinaFoto María Luisa Severiano

El filósofo detalla que cuando se refiere a contrarrevolución alude a un pensamiento y a una acción trasnacionales que se expresan de maneras muy similares en cualquier idioma y parten de un hecho inevitable: la desconfianza en las masas, en el pueblo.

No sólo los países o potencias extranjeras, sino las trasnacionales como entes dominadores ven con desprecio al pueblo propio. Dependen de esas masas, pero al mismo tiempo les tienen horror, porque sus intereses pueden ser dinamitados por ellos.

Entre el vasto mosaico que conforma al pueblo, son los jóvenes los que tienen la potencialidad de desatar la energía revolucionaria, señala el escritor, “porque los jóvenes son por naturaleza rebeldes, eso es muy bonito y necesario, sin ellos no se podría hacer nada. Por eso el mercado trata de controlar esa rebeldía, la reduce a las formas primarias como el desacato o la irreverencia, asociadas a la moda o al cuerpo, las cuales no conducen a ningún lado.

“Para ser revolucionario se necesita una causa que lleve esa gran energía hacia una idea. Confío mucho en la juventud, ahí está el motor de los cambios, inevitablemente; por eso la juventud es lo más importante que tiene un país.

Los viejos saldrán, pero los jóvenes se quedarán con la casa y tendrán que defenderla.

El editor de La calle del medio, publicación cultural de la agencia Prensa Latina, reitera que una revolución “es un proceso en el que se destruyen todos los tabiques sociales colectivos que impiden el desarrollo de todas las individualidades por igual. Por eso las personas asocian las revoluciones a procesos colectivos y piensan que se quedan en eso, es decir, que no les interesa el individuo. No es así.

“El socialismo avanza en la medida en la que transforma a las masas en colectividades de individuos, en la medida en que las personas adquieren educación y una expectativa de vida propia capaz de ser realizada. Ese es un dilema que en Cuba no está del todo resuelto, son las puertas que hay que abrir.

“La revolución creó una sociedad de individuos con intereses muy diversos y expectativas muy altas, una sociedad pobre que tiene cosmonautas caminando por la calle, personas que estudiaron física nuclear cuando no tenemos una termonuclear en la isla. Somos un país bloqueado, con una economía estrangulada, sin grandes recursos.

Sabemos que no podemos dar a un beisbolista cubano 30 millones como los que juegan en las Grandes Ligas, o pagarle a un biotecnólogo como lo haría una farmacéutica trasnacional. Ese es nuestro gran reto: encauzar esas individualidades hacia la cultura del ser y no del simple tener, hacia una forma de realización personal socialista; es decir, hacia un nivel de confort acorde a lo que la persona aporta y no hacia el individualismo burgués, que es la cultura oficial del mundo de hoy. Los cambios económicos que se están dando en Cuba hacía allá van, concluye.