Opinión
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Macroeconomía y novela rosa

Signos vitales vs. pobreza

¿Y el navío de gran calado?

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Condiciones de vida en la Sierra de Guadalupe, Ecatepec, estado de MéxicoFoto José Carlo González
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or enésima ocasión se escucha el discurso que presume que los signos vitales de la macroeconomía se han consolidado, aunque humildemente reconoce que ¡lástima!, sus beneficios aún no alcanzan los bolsillos de los mexicanos. Se trata de la consabida historia de éxito para los menos, y el sonado fracaso para los más, porque la economía nacional es una maravilla, pero sólo para el selecto grupo que tiene pase de abordar.

Resulta que la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin) está de plácemes, porque la economía mexicana cerrará el primer trimestre de 2013 con buenas cuentas macroeconómicas, por mucho que la misma organización empresarial pronostique crecimiento moderado y un mercado laboral cuyos números confirman la desaceleración prevaleciente en buena parte de los sectores de la planta productiva nacional.

No hay de qué preocuparse, de acuerdo con el análisis de la Concamin (Radiografía de la economía y la industria mexicana), porque al final de cuentas el balance de lo ocurrido en materia económica en México durante el primer trimestre del año ofrece resultados mixtos, o lo que es lo mismo, un resultado totalmente desproporcionado: muchos beneficios para los menos y mayores carencias para los más, lo que ni de lejos se presta a celebración alguna.

La macroeconomía, pues, sólida como una roca (Concamin dixit), pero el sector productivo en la lona: producción, inversión, empleo, exportaciones y ventas en el mercado interno han perdido buena parte del dinamismo mostrado hace unos cuantos meses, pero los signos vitales de la economía mexicana son como los de una quinceañera, según presume.

Sexenio tras sexenio (desde hace cuando menos cinco al hilo, más lo que va del sexto) suenan las fanfarrias y los funcionarios se abrazan emocionados por el éxito alcanzado porque, ahora sí, la macroeconomía es una beldad, aunque ninguno corre el riesgo de poner fecha a la socialización de los beneficios que, se supone, derivarían de tal triunfo. El hecho es que nadie parece tener prisa por aterrizar la magia macroeconómica, y mucho menos que ella impacte positiva y permanentemente en el bolsillo de la mayoría.

Más centrado en la realidad, el Centro de Investigación en Economía y Negocios (CIEN) del Tecnológico de Monterrey, campus estado de México, advierte que el discurso que apela a la existencia de una estabilidad macroeconómica como el cimiento de un mejor futuro para el país choca con el crecimiento de la pobreza, la precariedad laboral y la inseguridad, que avanzan a paso veloz.

El citado centro de estudios indica que aún se desconoce la magnitud de la desaceleración económica que registra el país, pero es evidente que generaliza hacia sectores interrelacionados con el mercado interno y la producción. La desaceleración económica, el aumento en la desocupación y la precarización del empleo son problemas de coyuntura que muestran desequilibrios estructurales: mantener crecimiento de manera sostenida, la dependencia hacia Estados Unidos, un mercado interno afectado por la pobreza y un mercado laboral que no es fuente de bienestar social.

El debilitamiento del ciclo económico ya afecta los programas y expectativas gubernamentales, apunta el CIEN, y no se podrá resolver el problema del hambre y la pobreza sin empleo; las transferencias de dinero solamente ayudarían a que temporalmente se tenga una reducción estadística del número de personas que viven con estas restricciones, pero no las dotarán de fuentes de trabajo que de manera sostenible les proporcionen un ingreso suficiente para alejarse de la marginación en la que viven. El tiempo sigue avanzando y los signos son claros: la economía mexicana enfrenta un nuevo proceso de debilitamiento, el tercero en los últimos 12 años.

Los signos vitales de la macroeconomía son espléndidos, presume la Concamin, pero “la desocupación y precarización laboral van al alza, advierte el CIEB: es claro que la desaceleración económica ha tocado las puertas de las familias mexicanas en forma de menores oportunidades laborales. Tanto las cifras del IMSS como las del Inegi señalan un aumento en la contratación eventual, la más volátil y que fácilmente se pierde ante un retroceso económico. Puesto en otras palabras, lo que puede afirmarse es que el crecimiento económico se va debilitando y con ello la posibilidad de encontrar empleo.

Lo anterior representa una mala noticia para el desarrollo social de México, anota el CIEN, porque el primer impacto de la desaceleración económica da en el empleo y en el ingreso de la mayoría. Por ejemplo, anota el centro de estudios, el comportamiento del índice de la tendencia laboral de la pobreza (ITLP) no deja dudas: los ingresos percibidos por los trabajadores mexicanos son insuficientes para alcanzar un nivel adecuado de bienestar.

El más reciente reporte del Coneval sobre el comportamiento del ITLP confirma que tal indicador se encuentra en un nivel superior al contabilizado durante la crisis de 2009, cuando la economía cayó más de 6 por ciento, lo que sintetiza que la recuperación posterior no se traduce en mayor bienestar para los mexicanos. La razón se encuentra en el deterioro del mercado laboral, algo que básicamente es atribuible a las menores prestaciones y remuneraciones que perciben los trabajadores, quienes de cualquier suerte pueden presumir a sus familias que los signos vitales de la macroeconomía son espléndidos.

Un problema adicional, redondea el CIEN, es que el comportamiento del ITLP no es exclusivo del último trimestre de 2012. Un aspecto fundamental a considerar es la caída en el poder adquisitivo del ingreso de los trabajadores mexicanos: se presentó una disminución de 4.3 por ciento con respecto al último trimestre de 2011. Si el resultado se coteja en referencia con el inicio del sexenio de Felipe Calderón lo que se aprecia es una caída de 28.4 por ciento. La baja en el poder adquisitivo de los ingresos afecta el bienestar de las familias, particularmente de las más pobres. No puede olvidarse que el 10 por ciento de las personas de menores ingresos destina casi la mitad de sus percepciones a la compra de alimentos y bebidas, situación que los pone contra la pared cuando su precio se eleva.

Las rebanadas del pastel

Pero no os preocupéis, mexicanos hambrientos, que lo anterior es una nimiedad si se compara con los maravillosos signos vitales de la macroeconomía, los cuales, algún día (versión oficial), impactarán positivamente en sus bolsillos.