Opinión
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Penultimátum

Palabra de iluminados

L

a publicidad la presenta como la modelo más reconocida y bella entre las más bellas de Colombia. Icono de la moda y la favorita de los diseñadores latinoamericanos. Ejecutante de diversos instrumentos musicales y la dj más innovadora de Sudamérica. Portada de revistas como Maxim, Cosmopolitan, Soho y Elle. Y para qué seguirle. Es Natalia París, quien hace dos años, y después de decir que no lo haría nunca, posó desnuda para Soho como parte de una campaña publicitaria de una compañía de pinturas. Las fotos demuestran por qué la cirugía del busto que se realiza en Medellín es de las mejores del mundo.

El nombre de Natalia ocupó la atención de los medios recientemente. No por modelar la ropa de alguno de los diseñadores internacionales ni por algún anuncio en la televisión ni por presentarse en su faceta de dj en alguna disco de postín ni por la relación sentimental de varios años con un presunto narco. Sino por sus descubrimientos: Los niños que están comiendo pollo de esos, y como le están inyectando hormonas femeninas, se están comenzando a volver homosexuales. Luego explicó y aconsejó: Los niños comiendo hormonas femeninas empiezan a cambiar su metabolismo y eso es lo que está pasando. Entonces hay que tener conciencia de cada cosa que nos comemos.

Este sorprendente descubrimiento fue negado rotundamente por Andrés Moncada, presidente de la industria dedicada a la cría de pollos y para quien en ninguna parte del mundo “se engordan con hormonas los pollos para acelerar el periodo de crecimiento. Se han desarrollado especies genéticas que son más eficientes en la alimentación (…) Los pollos no tienen hormonas. Se trata de un mito urbano”, sostuvo.

Lo que Natalia afirmó coincide con lo que hace justo tres años dijo Evo Morales, presidente de Bolivia, en la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra: El pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas. Por eso, cuando los hombres comen esos pollos, tienen desviaciones en su ser como hombres. A la mala comida, como la de los europeos, Evo también atribuyó la calvicie tan abundante allí, pues en los pueblos indígenas no hay calvos, porque comemos otras cosas.

Mientras los científicos dicen la última palabra, reconozcamos a otro clásico, desconocido en México: el senador Roberto Gerlein, quien durante la discusión del proyecto de matrimonio homosexual en el Congreso de su país generó debate y protestas con este argumento: Qué horror el catre compartido entre dos varones. A mí nunca me ha preocupado el catre compartido por dos mujeres, porque ese catre no es nada. Pero el de varones, es un sexo sucio, asqueroso, un sexo que merece repudio, un sexo excremental.

De la mano de estos iluminados, feliz regreso a clases.