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Mientras tenga vida voy a seguir buscándolos
 
Periódico La Jornada
Viernes 5 de abril de 2013, p. 16

Para Ascención Delgado Enríquez, la esperanza de que este país mejore y vaya hacia adelante se desvaneció en el momento en el que su esposo y su hijo fueron secuestrados y desaparecidos hace seis meses.

Desde entonces, peregrina por las instituciones del país en busca de alguien que simplemente se dedique a hacer su trabajo y los busque, pero en todas ellas ha encontrado la misma lentitud, la misma insensibilidad ante el dolor ajeno, sin importar si son de un partido o de otro.

Nosotros vivíamos en Cuernavaca, pero a mi esposo Delfino Morales y a mi hijo Francisco se los llevaron el 6 de septiembre de 2012 en Iguala, Guerrero, que es donde ellos estaban trabajando en una fábrica de trajes, cuenta la mujer en entrevista con La Jornada.

Aunque la gente le decía a la familia de las víctimas que había sido un levantón, unos días después la nuera de Ascención recibió una llamada telefónica en donde un grupo de secuestradores les daba tan sólo dos días para juntar tanto dinero como fuera posible por la vida de ambos hombres.

Aunque ella aceptó las exigencias de los plagiarios y les entregó un rescate de 40 mil pesos, nunca recibió una prueba de que su esposo y su suegro estuvieran vivos, ni volvió a saber de ellos. El celular de Francisco Morales, que los delincuentes utilizaban para contactar a la familia, no ha vuelto a sonar desde entonces.

Enarbolando las fotos de su esposo y su hijo, Ascención Delgado acudió ante la Procuraduría General de la República en el Distrito Federal. Ahí volvió en innumerables ocasiones, sin encontrar eco a sus reclamos y sin que nadie le informara si había algún avance en las investigaciones. Un día, simplemente le negaron la entrada argumentando que para ir ahí, debía tener una cita.

Casi siete meses después de que sus seres queridos desaparecieron, la mujer vuelve otra vez a esa misma sede a reclamar la falta de sensibilidad que le ha negado siquiera una explicación. Junto a ella, varias personas más cuentan historias similares: el mismo dolor, la misma incertidumbre, la misma falta de acción de la gente a la que le pagan por cuidarlas.

Yo tenía grandes esperanzas ahora con (el presidente Enrique) Peña Nieto, pero ya me desilusioné. Ponen nuevos programas, pero no ven el dolor ajeno, son insensibles. Como madre y como esposa estoy mal, porque no tengo ningún aliciente. Todo es oscuridad, pero mientras tenga vida voy a seguir buscándolos, dice doña Ascención con una mirada llena de cansancio y tristeza.