Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 21 de abril de 2013 Num: 946

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Desaparecidos: entre veladoras y charlatanes
Agustín Escobar Ledesma

La última promesa de
Irène Némirovsky

Cristian Jara

Con la bala en la cabeza
José Ángel Leyva

Espejismos
Kyn Taniya

Evodio Escalante y
los estridentistas

Marco Antonio Campos

Irradiador y la luz
del estridentismo

Evodio Escalante

Los tráilers que caen
del cielo: meteoritos

Norma Ávila Jiménez

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Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
La Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


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Gamoneda, la erudición y la modestia

Antonio Soria


Gamoneda bibliógrafo. Librerías, archivos y bibliotecas,
Xavier F. Coronado,
Fondo de Cultura Económica,
México, 2012.

“Más de una pregunta deberíamos hacernos sobre la fragilidad de los empeños culturales y lo indispensable de ciertas personas”: así lo dicen los editores, y con absoluta razón cuando se habla de ese hombre magnífico que fue Francisco Gamoneda, como se descubre página tras página de este libro concebido, investigado, escrito, dispuesto e incluso diseñado por el colaborador de estas páginas, el también español avecindado en México –como Gamoneda– Xavier F. Coronado.

No debería, pues el hecho de que lo sea implica la ignorancia supina que suelen prohijar los olvidos injustos e injustificados, pero esta biografía es un auténtico rescate: el de una figura intelectual cuya labor intensa, entusiasta, profesionalísima y prolongada, es ni más ni menos que el punto de partida, en nuestro país, de instituciones lo mismo que de algunas magníficas costumbres, en los ámbitos académico e intelectual.

Apúntese aquí, a manera de brevísimo ejemplo, que fue Gamoneda el primero en hacer de una librería algo diferente a una mera tienda de libros para convertirla –primero a la Librería General y después a la Biblos, ambas míticas y fundacionales– en un espacio de reunión para intelectuales y creadores: con Gamoneda como anfitrión pasaban las tardes, entre muchos otros, Abreu Gómez y López Velarde; Gamoneda fue quien montó, en los muros de la Librería Biblos, la primera exposición de José Clemente Orozco. Se habla aquí de las primeras dos décadas del siglo XX, época en la cual Gamoneda ya era un condecorado veterano de guerra –por la de Filipinas–, cartógrafo avant la lettre, al mismo tiempo que iniciaba una aventura intelectual que lo puso a la par de otros notables de los que todo mundo guarda memoria, por ejemplo Alfonso Reyes, Pablo Neruda y Enrique González Martínez.

Vuelve entonces la pregunta: ¿cómo puede caer en el olvido la persona que fundó, entre muchas otras, la Biblioteca del Congreso, ahí en la calle de Tacuba en el Centro Histórico? ¿El que dirigió la primera feria del libro que tuvo esta ciudad? ¿El artífice absoluto de las bibliotecas populares, surgidas en los años cuarenta y luego arrasadas por la incuria o los ejes viales? ¿El académico, también avant la lettre, cuyos conocimientos fueron la base de la biblioteconomía en el México moderno?

Recuento minucioso y exhaustivamente documentado, este libro tiene una doble virtud: a la figura de Francisco Gamoneda le da el relieve que no ha tenido –es decir, se lo da de cara a este tiempo nuestro, de triste desmemoria–, y a los lectores, especializados o no en temas de biblioteconomía, archivonomía, historia cultural y otros afines, nos da la medida contra la cual deberíamos cotejar nuestros magros esfuerzos.

No bien avanzará el lector en las páginas iniciales del volumen, descubrirá que Gamoneda nos ha dejado muy alto el listón: se antoja del todo imposible igualarse con él ya no digamos en el entusiasmo y laboriosidad que lo caracterizaron a lo largo de toda su vida, sino sobre todo en la discreción y la modestia inmensas con las que llevó a cabo una labor que pareciera la de muchas personas.

De los que se atesoran, este libro desde luego es, además del mencionado rescate, un mínimo acto de justicia y una invitación: lo primero con un hombre imprescindible a la manera de Brecht, y lo segundo a que sus herederos y beneficiarios –innumerables ambos– sigamos, así sea de lejos, los pasos de alguien que signó su vida con una divisa que lo pinta de espíritu entero: Eruditio inter prospera ornamentum, inter adversa refugium (La erudición es ornamento en la prosperidad y en la adversidad refugio).


Tesoros encontrados

Carlos García


Irradiador. Revista de vanguardia,
(México, 1923) edición facsimilar,
Evodio Escalante y Serge Fauchereau (presentadores),
Universidad Autónoma Metropolitana,
México, 2012.

Los estudiosos de la literatura de vanguardia de México e Hispanoamérica, al igual que el lector culto en general, están de parabienes: la UAM-Iztapalapa inaugura una nueva colección, pertinentemente titulada Espejos de la memoria, con la cuidada edición facsimilar de Irradiador. Revista de vanguardia. Proyector internacional de nueva estética publicado bajo la dirección de Manuel Maples Arce & Fermín Revueltas, de la cual aparecieron, originalmente, tres números entre septiembre y noviembre de 1923.

Vale recordar que se dudaba hasta hace relativamente pocos años de la existencia de la revista, puesto que sólo se nombraba en testimonios personales de algunos escritores estridentistas o en estudios dedicados al movimiento, pero sin que los autores hubieran accedido a ella.

Luis Mario Schneider, por ejemplo, el esforzado estudioso argentino radicado en México que dedicara varios trabajos al movimiento estridentista, menciona Irradiador ya en 1970, en su monografía El estridentismo. Una literatura de la estrategia (México, Ediciones de Bellas Artes, 1979, 73), pero agrega en la bibliografía final: “Al parecer salieron tres números de esta revista estridentista que no he podido localizar.”

Schneider estaba, como se puede apreciar, sobre una buena pista, pero habrían de pasar algunos decenios antes de que los buscadores del tesoro arribaran a destino. Los ejemplares que sirven de base a la actual reedición proceden del archivo familiar de Salvador Gallardo (1893-1981) y fueron puestos a disposición de los editores por Salvador Gallardo Topete y Salvador Gallardo Cabrera (hijo y nieto, en ese orden, del poeta estridentista).

Es cierto que, a pesar de las inexactitudes surgidas y perpetradas en algunos repertorios en torno a esta revista, también hubo en los últimos años grandes aciertos, como el de Carla Zurián, quien en su libro dedicado al codirector de Irradiador (Fermín Revueltas. Constructor de espacios. México, Instituto Nacional de Bellas Artes/ Editorial RM, 2002) alude a la publicación y reproduce varias páginas de los primeros dos números de la revista (procedentes del archivo del pintor Jean Charlot en la Jean Charlot Foundation de Honolulu, Hawaii; Charlot publicó varias ilustraciones en Irradiador).

Carla Zurián es, por lo demás, autora de una tesis de maestría titulada Estridentismo: gritería provinciana y murmullos urbanos. La revista  Irradiador (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2010), que redondea avant la lettre la publicación que ahora nos ocupa y que sería muy oportuno poner a disposición de los lectores. La importante cronología recogida en esa tesis fue publicada a su vez bajo el título "Las carcajadas del estridentismo" en el libro-catálogo Vanguardia estridentista. Soporte de la estética revolucionaria. (México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/ Instituto Nacional de Bellas Artes / Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, 2010, 248-260.)

Rose Corral, por su parte, analizó el poema “Ciudad”, de Jorge Luis Borges, publicado en Irradiador 1 (septiembre de 1923) en versión diferente a la que apareciera el mismo año en Fervor de Buenos Aires, en dos trabajos: “Un poema de Borges en la revista estridentista Irradiador (1923)”: Hispamérica XXXV.104, Gaithersburg, agosto de 2006, 63-68; “Jorge Luis Borges en la revista estridentista Irradiador (1923)”: Boletín Editorial de El Colegio de México 123, México, septiembre-octubre de 2006, 3-5.

En cuanto al autor del primer ensayo que complementa la edición facsimilar que hoy nos ocupa (“El descubrimiento de Irradiador. Nueva luz sobre el estridentismo”), cabe mencionar que Evodio Escalante es un aguerrido y experimentado estudioso del movimiento, tal como muestra en especial su  trabajo Elevación y caída del estridentismo (México, Ediciones Sin Nombre/Conaculta, 2002).

Entre otros trabajos de gran relevancia, Escalante ha publicado también La vanguardia extraviada. El poeticismo en la obra de Enrique González Rojo, Eduardo Lizalde y Marco Antonio Montes de Oca (México, Textos de difusión cultural, Serie El Estudio, Coordinación de Difusión Cultural, Dirección de Literatura, 2003). Escalante cumple aquí con su habitual solvencia al ubicar histórica y críticamente Irradiador.

Serge Fauchereau, el autor del segundo y último ensayo (“Irradiador en el espíritu de la época”, que se ocupa de relacionar la revista con otros movimientos de la vanguardia, en especial europea), dedicó al movimiento hace poco el texto “Le stridentisme, premier mouvement en Amérique”, recogido en su libro Avant-Gardes du xxe siècle. Arts & Littérature, 1905-1930 (París, Flammarion, 2010). Con anterioridad se había ocupado de Les peintres révolutionnaires mexicains (Poitiers, Messidor, 1985) y de la obra del escultor mexicano Germán Cueto (Madrid, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía/RM, 2004).

Todo confluye, pues, incluida la presentación gráfica y tipográfica, para hacer de esta publicación una interesante y útil fuente de conocimientos, que seguramente promoverá la investigación y la crítica.

Si acaso alguno, sólo un pequeño reparo podría hacerse a esta meritoria reedición. Al final de su ensayo, Escalante menciona dos entregas publicadas por Maples Arce a comienzos de 1924 en El Universal Ilustrado bajo el título común “Diorama estridentista”. Hay buenas razones para suponer que esta publicación de Maples es en cierto modo una continuación de Irradiador. Carla Zurián (2010, 99) postula que el material allí aparecido en esas entregas del “Diorama” hubiera formado parte del inédito núm. 4 de la revista. El lector interesado hubiese agradecido que se le presentaran esos materiales para poder formar su propia opinión al respecto.

Una última observación: Serge Fauchereau dice en la pág. 52 de su ensayo: “Irradiador logra publicar un tercer número, no en noviembre sino probablemente a principios de 1924 (si no fuera así, ¿cómo podría reseñar un número de La Vie des Lettres distribuido en enero de 1924?)”

A mi entender, ese párrafo encierra una confusión, porque el número XIV de La Vie des Lettres, sobre el cual se habla en Irradiador 3, apareció, si no estoy mal informado, en abril o mayo de 1923, y no en enero de 1924. La cuestión no es baladí, porque incide en la temática previa: ¿formaban los “Dioramas” aparecidos en enero de 1924 parte del nonato cuarto número de Irradiador?


El amante de Simone de Beauvoir

Gerardo Bustamante Bermúdez


Un amor de Simone,
Bárbara Jacobs,
Conaculta,
México, 2012.

La singularidad con la que Bárbara Jacobs indaga y ensaya aspectos sobre la vida amorosa de la narradora, filósofa y feminista francesa Simone de Beauvoir, fallecida en 1986, hacen que la reciente obra de Jacobs titulada Un amor de Simone venga a remozar la mirada sobre una mujer nada convencional, no sólo por sus aportaciones al feminismo europeo y su vínculo amoroso e ideológico con Jean Paul Sartre, sino por el cúmulo de vivencias, especulaciones y construcciones que giran alrededor de su imagen de mujer moderna.

Uno de los primeros asuntos del libro de Jacobs es la clasificación de género al que pertenece Un amor de Simone, pues en ocasiones se trata de un trabajo de crítica literaria y de investigación, a veces es un ensayo literario. La pasión intelectual de la autora por la francesa permite conocer que se trata de un libro escrito a partir de la gran inquietud y admiración que siente Bárbara Jacobs por Simone de Beauvoir. Biografía, investigación, ensayo y testimonio son el híbrido con el que se construye la faceta de Simone de Beauvoir y su tórrido romance con el escritor estadunidense Nelson Algren. Jacobs hace correspondencias entre la obra y la vida de la pareja; conoce a la perfección la obra y los textos que se han escrito sobre Algren y la francesa. Cuenta Jacobs que en el proceso de investigación le sorprendió descubrir que en los muchos estudios que consultó sobre la pareja en cuestión no se les relacionara sentimentalmente, a pesar de las décadas que duró el amor. Simone de Beauvoir fue sepultada con el anillo que muchos años antes le había regalado Algren, tal vez como una muestra de fraternidad amorosa. El suyo fue un amor libre. El libro de Jacobs en sus seis capítulos contrasta la mirada mítica sobre la feminista e intelectual francesa que junto con otras voces imprescindibles, como Virginia Woolf, Hannah Arendt o Mary McCarthy, abrió la brecha para la formación intelectual de generaciones de mujeres intelectuales y activistas, pero también revela a la Simone sentimental, apasionada, con facilidad para el llanto y, sobre todo, terriblemente apasionada. Después de contrastar estudios, epistolarios y otros materiales con los que Jacobs nutre su propio discurso, se concluye que la pareja no tuvo una interlocución comprendida por el otro, a pesar de que se trató de un amor prolongado por décadas. Dos voces, dos personalidades se construyen en Un amor de Simone; se trata de un libro que dimensiona, desde el terreno de lo humano y no desde el mito, las complejidades de las relaciones amorosas, los diálogos interrumpidos, las distancias, el dolor por la separación e, incluso, una supuesta ruptura que se prolonga a través de la presencia memoriosa, al menos por parte de Simone.

La lectura de Un amor de Simone permite conocer la otra cara del espejo de Simone y su amor transatlántico, su capacidad de quebranto y depresión. Con gran talante narrativo y ensayístico, Jacobs nos ofrece su visión pasional por la mujer del amor libre que quedó unida a Algren por la memoria, el silencio, la distancia y el simbólico anillo.



El gran Gatsby,
Francis Scott Fitzgerald,
ilustraciones de Jonny Ruso,
Sexto Piso,
España, 2012.

Después de Jay Gatsby, que es como si se dijera después de Scott Fitzgerald y su maestría, ha venido una galería interminable de personajes que han hecho cuanto ha estado en mano de sus creadores para acercarse a la posibilidad de ser, en tanto personajes, al menos tan bien perfilados, intensos e inolvidables como lo es el agridulce, hipercínico y nihilista –muy a su manera– Gatsby. Que es como si se dijera, una vez más, que al enorme narrador estadunidense le ha seguido una cauda igualmente interminable de imitadores, algunos de los cuales han logrado medrar en tiempos recientes, sobre todo a causa del desconocimiento y las pocas lecturas que, en general, son padecidos por cierto público que, sin quererlo ni saberlo, dan certidumbre al adagio aquel según el cual “el que no conoce a Dios, a cualquier barbón se le hinca”. Así fuese solamente por esa causa, es digno de festejo que esta casa editora hispana se haya dado a la tarea de publicar una vez más, ahora con ilustraciones que por sí solas tienen un apreciable valor, esta obra que sí merece –lo mereció desde que fue publicada por primera vez– el maltratado adjetivo “clásica”, que aquí se reivindica. Lástima, eso sí, que tratándose de un tiraje distribuido en varios países donde se habla el español, no hayan decidido prescindir, los editores, de los “habéis” y los queréis”, tan buenos y naturales para lectores peninsulares, pero solamente para ellos.



El ritmo de la vida. Variaciones sobre el imaginario posmoderno,
Michel Maffesoli,
Siglo XXI Editores,
México, 2012.

Traducido por Daniel Gutiérrez Martínez y revisado por Josefina Anaya, este ensayo del actual director del Centro de Estudios sobre lo Actual y lo Cotidiano en la Sorbona (París V), así como director del francés Centro de Investigaciones sobre lo Imaginario se propone, en última instancia, como un remedio –pero reflexivo, consistente, lejos de cualquier facilismo de ésos que tanto abundan– contra el pesimismo que invade, como gangrena del alma, al tiempo actual. Cuestionados hasta lo más profundo ciertos conceptos que han regido el pensamiento occidental, verbigracia la Razón o ese otro tan discutible llamado Progreso, Maffesoli les opone una comprensión distinta de ideas como lo cotidiano y la alteridad, con el propósito de re-significar tanto las interacciones que dan cuerpo a la sociedad, como la visión de uno mismo respecto de su paso por la vida, cuyo ritmo –invita Maffesoli– puede ser entendido bajo parámetros menos rigidizantes que los todavía hoy en vigor y que todo lo dividen: lo público y lo privado, la tradición y la innovación, el nacionalismo y el cosmopolitismo, más un amplio etcétera.