Opinión
Ver día anteriorMartes 23 de abril de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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San Ildefonso: bienal FEMSA
U

na de las ventajas de las exhibiciones, como la de las bienales FEMSA, consiste en que por un periodo cuentan con amplio público, cosa que se debe al numeroso acervo de artistas representados. Ellos mismos, sus familiares, seguidores y amigos, acudirán a verse museografiados.

La otra condición positiva refiere a que los espectadores podemos darnos cuenta de las modas que van surgiendo en torno a este rubro.

La principal es la de las impresiones cromógenas o a tinta que prevalecen sobre todos los demás medios.

En la décima Bienal hay una que por lo menos sorprende por las características implícitas en su ensamblaje digital, que guarda cierta deuda con el conocido artista Nahum B. Zenil, quien ha solido practicar la temática de la familia representada sólo a través de sí mismo.

Me refiero a la pieza de Ricardo Bermúdez, Familia reconstruida, la reconstrucción en photoshop difiere sin embargo del método seguido por Zenil.

Pienso que la primacía absoluta de selecciones y distinciones otorgadas por el jurado a este medio, se debe en parte a que su selección en principio es más verídica que la que corresponde a otros medios.

Destacaría como obras acertadas, incluso por temática, los dos óleos de Pablo Castañeda: alusivos a los casinos en Monterrey, y como piezas bien logradas, de buen nivel artístico, las pinturas de Perla Krauze: una sobre cemento y otra sobre lámina de plomo, ambas alusivas al agua.

Regresando a las piezas de anteriores versiones, la pintura de Fernanda Brunet, Flop (2003), sigue llamando la atención hoy día; es una pintura muy de la época en la que fue pintada, algo derivativa de los cómic japoneses y algo también del pop, pero sobre todo es una pintura que provoca felicidad de visión.

Entre las instalaciones destacaría Lecho de rosas, de Elizabeth Romero, que es exactamente eso, una cama hecha de pétalos de rosas tratados o artificiales, que sigue jugando adecuadamente con el significado original de esa frase, porque un lecho de rosas es positivo sólo como metáfora, ya en su realidad concreta puede resultar inadmisible.

La pintura de la belga Katrien Vangheluwe, antes sólo conocida como Trini, Formas (1998), se mantiene como buena pintura figurativa. Centró su atención en los visitantes de alguna sala de museo, no en la obra que se exhibe (sólo medio bosquejada), que intenta representar el esclavo moribundo de Miguel Ángel, cuyo original está en el Museo del Louvre.

La pintora hizo pasar de largo a sus posibles espectadores, quienes ni siquiera la perciben, cosa que suele suceder en no pocos museos de todas partes.

Pude darme cuenta de que el público asistente (que no era escaso en mañana de sábado) se incomodaba con la instalación de zapatos de Sandra Cabriada, si bien pienso que guarda el interés de reunir zapatos de varias épocas y formatos tal que si pertenecieran al Museo El Borceguí.

Todavía mayor incomodidad pareció suscitar la instalación 1954, de Mauricio Gattas, que reconstruyó casi 50 años más tarde, en 2005 una cocina regiomontana de ese año con todo y sus enseres. En contraste, la escultura en madera con revoque de pintura blanca del poblano José Lazcarro, Naturaleza muerta, de 2009, sigue provocando gusto quizá porque guarda la reminiscencia de un postre, debido a la espesa pasta blanca como si fuera de azúcar glaseada, que recubre parte de la rojiza madera tallada y agrietada.

La enorme escultura con base en hexágonos soldados, Hexagona sensibilia, 1996, de Mari José de la Macorra, sigue manteniendo buena presencia y el video digital de Rubén Gutiérrez, con algún influjo de ciertos extraordinarios videos de Bill Viola, provoca que el visitante se detenga a verlo a lo largo de sus 10 minutos de duración.