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Economía Moral

La medición de la pobreza en el mundo/ XVII

Dudas sobre nivel y tendencias de la pobreza mundial del Banco Mundial

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l final de Cómo no contar los pobres, como conclusión de los análisis detallados (algunos de carácter empírico) realizados, Reddy y Pogge (RyP), señalan:

“Un nuevo procedimiento se requiere urgentemente. Hay fuertes razones para dudar de la validez y sentido de las estimaciones del nivel, distribución y tendencias de la pobreza global de ingresos provistas por el Banco Mundial (BM) en años recientes. Las razones para dudar giran alrededor de la ausencia de una LIP (línea internacional de pobreza) que permita comparaciones inter-temporales e inter-espaciales significativas, el uso de una medida inadecuada de equivalencia de paridades de poder adquisitivo (PPAs), la provisión de resultados falsamente precisos, e inferencias inadecuadamente justificadas. Es probable que todas estas fallas distorsionen sistemáticamente las estimaciones del nivel y tendencias de la pobreza global de ingresos. Hay razón para pensar que la distorsión es en el sentido de subestimar el nivel de pobreza…Las afirmaciones de que este nivel está disminuyendo a nivel global, carecen de evidencia que las fundamente a la luz de las incertidumbres asociadas con las estimaciones presentes y pasadas” (How not to count the poor, en Anand, Segal y Stiglitz, eds., Debates on the Measurement of Poverty, Oxford University Press, 2010, pp.78-79)

Volvamos hacia atrás y examinemos la parte de este trabajo que no ha quedado cubierta en las tres entregas previas de Economía Moral (5, 12 y 19 de abril). En primer lugar, RyP señalan que las mediciones del BM también involucran errores derivados de problemas de medición. Sin embrago, el BM presenta sus cifras como si fueran precisas a seis dígitos, sin advertir sobre los posibles errores, ni mucho menos medirlos. A los errores usuales asociados a encuestas muestrales hay que sumar el hecho de que las PPAs de muchos países no están basadas en datos específicos de cantidades y precios, sino en estimaciones estadísticas indirectas o datos parciales. Esta incertidumbre se ve agravada porque China nunca ha participado y la India lo hizo en 1985 pero no en 1993, en el Programa Internacional de Comparación (ICP por su nombre en inglés) que provee la información para calcualr las PPAs, de modo que las estimaciones sobre la pobreza en ambos países, cuyo peso en la población y la pobreza mundiales son enormes, están basados en conjeturas educadas, dicen RyP. Las PPAs de china se estimaron por una vía totalmente distinta de las de los otros países. El grado de error implícito en estos problemas de medición, lo ilustran con las diversas estimaciones existentes sobre el PIB per cápita de China en 1990 que, para expresarse en dólares equivalentes requieren también PPAs referidas a toda la economía: el FMI estimo dicho PIB en $1,300 dólares, el BM en 1.950 dólares y las Tablas Mundiales de la Universidad de Pensilvania en 2.695 dólares, siendo este último dato más del doble que el del FMI. Reddy y Minoiou, en un trabajo citado por RyP, estimaron el enorme impacto que tales variaciones (según las PPAs que se utilicen para China) significan en los cálculos de la pobreza, no sólo de China sino del mundo en su conjunto. Los autores apuntan también las enormes divergencias, entre países, en la calidad de las encuestas del ICP que captan precios y cantidades para el cálculo de las PPAs, que parecen particularmente deficientes en África Subsahariana. Sobre los conocidos problemas de las divergencias entre el consumo de los hogares calculado mediante encuestas (que es el que usa el Banco Mundial) y el de cuentas nacionales, problema este último de no fácil solución según los autores, que piensan que las encuestas son una fuente más exacta del consumo de los hogares, opinión con la que difiero. Otro problema, que no es de fácil solución en las mediciones de pobreza en un país, es el de si los pobres pagan precios iguales o más altos que los no pobres. Los autores mencionan que los pobres se ven obligados a comprar porciones más pequeñas y compran en lugares diferentes. Esto conlleva otra subestimación de la pobreza tanto en mediciones globales como nacionales, pues ambas definen la línea de pobreza (LP) con base en precios promedio.

De los 97 países con los cuales el BM ha construido las series de evolución mundial de la pobreza desde 1981 a la fecha, 12 sólo cuentan con una encuesta y 20 sólo con 2 encuestas. Para los años de los países en los que no hay encuestas, el BM supone que no hubo cambio en la forma de la Curva de Lorenz (que describe la distribución del ingreso de los hogares) y estima el ingreso de los hogares en el año sin encuesta, aplicándole a los datos de consumo de todos los hogares del año anterior con encuesta, la misma tasa de crecimiento observada en el consumo privado de cuentas nacionales. De esta manera, explican RyP,

Habiendo supuesto que la distribución del ingreso se mantiene constante, la pobreza estimada sube y baja con el consumo medio. El procedimiento resulta en meras apariencias de reducciones de la pobreza en países en los que, tanto el consumo real per cápita y la desigualdad aumentaron. Este doble aumento parece haber sido muy común en los años noventa…es posible que toda la baja calculada de 7 por ciento en el periodo 1987-2001, por el BM con su 1 dólar por persona al día, en la pobreza global, se deba este supuesto de que las Curvas de Lorenz no han cambiado desde la encuesta anterior. Según Chen y Ravallion para muchos de los paísese involucrados, especialmente en África, la encuesta anterior se encuentra bastantes años atrás” (pp.57-58)

Los autores realizan cálculos alternativos con dos maneras, más adecuadas para medir pobreza, que la del BM que usa PPAS basadas en el total de datos (precios y cantidades) del consumo general: una con el consumo total de alimentos y otra sólo con pan y cereales. Primero calculan de nuevo las LIP (líneas internacionales de pobreza) con los tres tipos de PPAs. Encuentran que, una vez expresadas en monedas nacionales, las LIP resultantes, en los países más pobres, de aplicar las PPAs de alimentos y de pan-cereales son más altas (éstas últimas entre 26 y 31 por ciento en promedio que las basadas en PPAs de consumo general). Segundo, calculan el impacto de esto en la incidencia de la pobreza de ingresos (porcentaje de la población pobre). Con las PPAs basadas en alimentos, la incidencia aumenta un poco, pero con las basadas en pan-cereales el aumento es dramático: en los 9 países de ingresos bajos para los cuales los autores contaron con toda la información necesaria, la media de la incidencia que era de 39.9 por ciento con PPAs de consumo general, aumenta a 60.3 por ciento con PPAs de pan-cereales. En la gráfica muestro las incidencias de pobreza para los tres tipos de PPAs en los 9 países. Ahí se puede apreciar que en todos esos países la pobreza con PPAs basadas en pan-cereales es más alta que la de los otros dos tipos de PPAs, mientras la pobreza medida con PPAs de alimentos es mayor que la de consumo general en 6 de los 9 casos. Podemos comentar que cuando se usan líneas de pobreza tan bajas (la LIP es calculada, tanto por el BM como por RyP como la mediana de las líneas de pobreza más bajas usadas en los países con datos disponibles), parece ser más sensible un método que se concentre en los precios de los medios estrictos de sobrevivencia, únicos que quizás estén al alcance de personas con ingresos tan bajos como un dólar por persona al día.

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