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Bajo la lupa

Francia busca la multipolaridad en Pekín

L

a prensa occidental –con la obvia excepción de Francia– no registró la relevante visita del presidente galo, François Hollande, a China, donde le tocó enterarse del exitoso lanzamiento del satélite Gaofen-1.

En contrapunto, los multimedia de China le otorgaron singular relevancia a la visita, donde destaca la promoción de un mundo multipolar (¡supersic!) más equilibrado, lo cual habrá caído como bomba en Washington. Retumbó la declaración de Hollande sobre el equilibrio del poder global multipolar: Rechazamos un mundo de poderes y de superpotencias, agregando que cuando China y Francia se ponen de acuerdo en algo, pueden dirigir al mundo. ¡Oh la la!

Su homólogo, el recién uncido mandarín Xi Jingping, replicó con el acuerdo bilateral para la democratización (¡supersic!) de las relaciones internacionales ( Global Times, 26/4/13).

Hollande, acompañado por 260 personas (incluyendo 53 ejecutivos), arrancó la venta de 60 Airbus por 8 mil millones de dólares, lo cual redundará en mayor número de empleos cuando hay más de un millón de parados en Francia, que exhibe un déficit de 34 mil millones de dólares con China, la cual diversifica su mercado para no depender de un solo proveedor.

Global Times deduce que los políticos europeos colocan los intereses económicos en primer lugar, lo cual, según se entiende, no es lineal ni unidireccional cuando la Unión Europea ha usado el penoso asunto de Tiananmen como coartada para la prohibición de exportaciones de alta tecnología a China, que exige la transferencia en sus acuerdos. El premier chino, Li Keqiang, describió que las economías de China y Francia eran altamente complementarias, por lo que la innovación es clave para impulsar su benéfica cooperación mutua ( China Daily, 27/4/13).

Existen muchas coincidencias entre China y Francia para reformar el disfuncional sistema financiero internacional, con mayor voto para los países en vías de desarrollo, en particular China, en el seno del FMI y el BM cuando Pekín ha optado por el gradualismo moderado a grado de haber diferido el esperado lanzamiento del banco BRICS. Otro punto de convergencia se centra en su cooperación bilateral en África, mientras exhiben conspicuas divergencias en Medio Oriente –en particular Siria e Irán–, lo cual no obsta para la consecución de objetivos más pragmáticos y menos ideológicos.

Existen factores que a veces no se contabilizan en este tipo de acercamientos creativos, como el poder cultural –invisible a corto plazo, pero muy sólido a largo plazo– cuando se encuentran dos civilizaciones, tomando en consideración que Francia, pese a su notable declive, mantiene la flama votiva de lo que queda de la óptima conciencia occidental.

Tal poder cultural se refleja en su intercambio lingüístico: 35 mil chinos estudian en Francia, mientras 30 mil jóvenes franceses aprenden mandarín.

Francia fue el primer país occidental que estableció relaciones diplomáticas con China en 1964 (más de una década antes que Estados Unidos) con la visita del general Charles De Gaulle, uno de los máximos estadistas del siglo XX.

China Daily expone crudamente las necesidaes vitales de Hollande, cuya visita se gesta cuando Francia experimenta su más severa contracción económica desde 2009 y con su presidente con el problema de la más baja tasa de aprobación.

Durante el Foro Boao, Xi prometió que China importaría materias primas por 10 millones de millones (trillones en anglosajón) de dólares en los próximos cinco años, mientras sus inversiones directas en el exterior alcanzarían 500 mil millones de dólares ( China Daily, 27/4/13), por lo que bien vale cortejar a la inminente primera superpotencia geoeconómica global.

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El presidente de Francia, François Hollande, emitió el viernes pasado un discurso en la Universidad Jiaotong de ShanghaiFoto Reuters

Le Monde (26/4/13) considera que la cosecha de grandes contratos fue modesta, en particular en los dos sectores gruesos: nuclear y aeronáutica que quedaron en cartas de intención. Estos dos rubros estratégicos no se le escapan a People’s Daily (26/4/13): para Francia es vital expandir la cooperación y fortalecer los lazos amigables (sic) con China facilitando sus productos y servicios nucleares (¡supersic!) y aeroespaciales (¡supersic!) para expandirse en el mercado chino, dándole la prevalencia en su competencia con Alemania, Estados Unidos y Japón. Otro punto nodal para la diplomacia francesa es defender su estatuto como un líder del poder global.

Hollande formuló el quid pro quo: apertura del mercado chino (desarrollo urbano, salud y sector agroalimentario), en contraparte a levantar los obstáculos a las inversiones chinas en Francia.

La investigadora Alice Ekman sopesa el valor de Francia a los ojos de Pekín, donde juzga que su importancia es muy lejana de Estados Unidos y también de Alemania ( Le Monde, 25/4/13). La evaluación de los países por Pekín se basa en su peso económico, influencia, situación geográfica, su historia y la estimación de su importancia. Léase: no solamente geoeconómica.

Toda Europa está a la baja debido a la crisis de la zona euro y del requilibrio estratégico de Estados Unidos en la región Asia-Pacífico: hoy Alemania, primer inversionista europeo en el mercado chino, es de lejos (¡supersic!) el país europeo más importante a los ojos de China”.

Francia todavía conserva un interés político mayor para China por su membresía permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, (privilegio del que no goza Alemania) y París podría convertirse en una plaza financiera privilegiada para las transacciones en yuan (divisa china).

Para China el abordaje multipolar de las relaciones internacionales de Francia, susceptible de contrabalancear a Estados Unidos, significa una carta mayúscula de París.

Global Times se cobra facturas pendientes con los políticos eu­ropeos, cuando varios de ellos se han reunido con el Dalai Lama, lo cual ha sido considerado como ultrajante. El rotativo chino critica la genuflexión de los políticos europeos a los mandatos de Washington, a lo que quizá haya contribuido el declive de Europa cuando el mundo está cambiando y Asia está subiendo como el nuevo motor de la economía global, lo que afectará definitivamente la política global, a cuya realidad Europa se ha rezagado en forma pasiva.

Muy crítico, el rotativo chino da a entender que la pusilanimidad de los políticos europeos difícilmente sacará a ese continente de sus predicamentos y sus prejuicios contra China, y juzga que el presidente galo tiene la gran oportunidad de liberarse de los patrones convencionales de sinofobia. Reconoce que el futuro de Europa no depende de China solamente, pero llevarse bien con China es importante para el desarrollo futuro de Europa en el siglo XXI.

Traducido del mandarín al francés: no sólo de geoeconomía vive China, sino también de geopolítica cuando los europeos tendrán que sopesar que sus afrentas teledirigidas por Washington tendrán un alto costo en las relaciones bilaterales.

Para mejorar sus relaciones con China, Europa deberá entender que no se encuentra en las humillantes dos guerras del opio del siglo XIX ni que está tratando con un vasallo colonizado, sino con la nueva superpotencia geoeconómica emergente del siglo XXI.

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