Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 28 de abril de 2013 Num: 947

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Tomar la palabra...
y sostenerla

Armando Villegas entrevista
con Santiago López Petit

Involuntario Museo
de los Hallazgos

Ricardo Bada

El amigo Paciencia
Guy de Maupassant

Lo trascendente y
lo sagrado en la postmodernidad

Fabrizio Andreella

Arbitraje científico
Manuel Martínez Morales

Los sentimientos
Minas Dimakis

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Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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Crónicas cachanillas (II Y ÚLTIMA)

¿En qué nos quedamos? Ah, sí. Estábamos en Mexicali, Baja California, bajo un sol abrasador que los locales disfrutaban con alegría: “En agosto podemos llegar a 52 grados; esto no es nada”, decían. Fuimos allá para atestiguar el regreso del festival Baja Prog tras cinco años de ausencia. En nuestra columna anterior hablamos de las presentaciones ocurridas en los dos primeros días. En ellas sonaron Introvisión, Panzerballett, Locanda Delle Fate, Steve Hackett, Gran Turismo Veloce, Cast, Änglagard y The Crimson Projekct.

El día tres se animó con Luz de Riada, Galahad, Three Friends y New Trolls. Los primeros, de México, nos parecieron notables. Su turno fue breve y contundente. Interesados en escalas atípicas e instrumentos poco comunes, llamaron la atención sobremanera entre quienes se acercaban al tinglado para aplaudirlos. Desde la salida de su disco Cuentos & Fábulas el nombre de Luz de Riada ha crecido confirmando la trayectoria que por separado han desarrollado Ramsés Luna (saxo) y Hugo Santos (Stick), quienes ya habían formado en el pasado el Organismo Mecánico Sonoro. Como bien dijo David Cortés, especialista y autor de las notas en su material debut: “Si fueran las Olimpiadas iríamos por medalla.”

Galahad, por el contrario, fue decepcionante. Intentando las formas de Marillion, los del Reino Unido se quedaron a medio camino, un tanto insípidos y vanos. Esto, por brusco que se lea, no sepulta su trabajo pasado, varias veces brillante. Sin embargo, su evolución no parece natural sino forzada. Además, sonaron mal. Oculto el sol, pasaron cosas harto distintas en el Teatro del Estado. Fue maravilloso escuchar a Gary Green, último pilar del otrora Gentle Giant, hoy Three Friends. Un titán en la dirección de canciones serpenteantes y lúdicas. Este era uno de los principales motivos de nuestro viaje. Queríamos ver si serían capaces de reproducir algo de la magia de aquel conjunto transgresor que tanto influyó en sus contemporáneos, y no nos decepcionaron. Luego cerraron los New Trolls. Impecables. Muy melosos para algunos, cierto, pero cumplieron con creces la misión de alegrar a melómanos interesados en repertorios clásicos más amables. Instalados en su estatus de leyenda, fueron acompañados por un conjunto de cámara con músicos de Chicali y ovacionados por un teatro lleno.


Hugo Santos

El cuarto día se lo llevaron los chilenos de Crisálida, quienes abrieron en el Hotel Colonial. Consistentes, dejándolo todo en el escenario, supieron vender su progresivo humedecido con metal convenciendo a quienes ya se preparaban para escuchar a Michal Jelonek, violinista polaco que, aunque sonaba más fuerte y mejor mezclado, nos dio un poco de… ternura. Por más que ponga cara de malo y se vista de negro, por más que agite la cabeza en bruscos headbangueos, su propuesta es ligera, débil. Eso sí: tiene gran técnica y afinación. Lástima que sea tan efectista.

Ahora, si de apuestas efectistas hablamos, la de Eddie Jobson se voló la barda. Hizo un show para el olvido. Con una trayectoria impresionante en estudio y en vivo (Roxy Music, Zappa, Crimson, Yes, etcétera), acompañado por extraordinarios instrumentistas (Virgil Donati, Billy Sherwood y Alex Machacek), apenas alcanzó a interpretar media docena de piezas antes de fracturar su presentación con tres largos solos de batería, violín y teclados. Ni duda cabe: los más de veinte años fuera del escenario hicieron mella en la manera como se conduce. Mystery, los canadienses que abrieron la noche antes de Jobson, hicieron un trabajo fino pero mucho más cargado al pop. Otra vez quedaba claro el asunto que tantas bandas olvidan: agregar compases compuestos a una composición no la vuelve progresiva.

En conclusión, el Baja Prog revivió como si nunca hubiera desaparecido, vigoroso y congruente. Si es buena o buen melómano, asista el año entrante. Nosotros adquirimos algunos referentes: bandas no consideradas como progresivas están tomando la vanguardia en la polirritmia, las estructuras experimentales y los trabajos conceptuales, y ello ha causado que algunas agrupaciones emblemáticas suenen anacrónicas, pues se durmieron en sus laureles sin pensar que un paso lógico en los géneros populares es la sofisticación de estructuras y técnicas. Sin ir más lejos, conjuntos como Radiohead hoy giran con dos baterías proponiendo interesantes urdimbres y texturas; productores como Timbaland o Pharrell Williams son capaces de generar ensambles de magnífica extravagancia para fondear a Kanye West o nerd. Así las cosas, quienes realmente destacan en un festival como el Baja Prog son las viejas bandas que respetan y miman su obra recordándonos su conocimiento de teorías clásicas y folclóricas, los músicos legendarios que han evolucionado naturalmente hacia otros géneros, y las bandas nuevas que logran originalidad. Fallan, en cambio, los grupos e intérpretes que han dejado de arriesgarse, así como los menos preparados teórica y técnicamente.