Opinión
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De provocaciones y violencias
M

ucho se ha escrito sobre la violencia, y hoy nadie ignora que ésta se manifiesta no sólo en actos de fuerza física visibles, sino también en forma de amenazas, agresiones verbales, calumnias, campañas de difamación, en acciones contrarias a la razón, y en injusticias de todo tipo. Estas otras formas de violencia no por ser menos evidentes dejan de ser lesivas para aquellos a quienes se dirigen, y generadoras de irritación y conflictos que si no son atendidos corrigiendo la violencia originaria producen reacciones físicas, algunas veces meramente simbólicas (como marchas y mítines), otras, lamentables, de diversa gravedad.

El presidente de Mexicanos Primero, al urgir al gobierno federal la aplicación de la reforma educativa por ellos diseñada, amenazó: Si no hay turbulencias, tendremos un signo inequívoco de que no estamos haciendo lo suficiente para cambiar todo lo que hay que cambiar. El elemento central de esta reforma, impulsada por ese membrete de Televisa y del conjunto de intereses corporativos asociados a este consorcio, es el despido de los malos profesores, acusándolos de ser los causantes de la mala calidad de la educación y de todos los graves problemas del país: pobreza, corrupción, violencia, criminalidad; sí, como he documentado en artículos anteriores, culpan a los maestros de todo ello. El gobierno federal y los dirigentes de los tres partidos políticos firmantes del Pacto por México han obedecido los dictados de estos poderes fácticos y ya consiguieron las turbulencias que buscaban: en Guerrero, en Michoacán, en Oaxaca, en el Distrito Federal y en otras zonas del país. ¿Estarán ya satisfechos? ¿Están haciendo lo suficiente? ¿Hasta dónde quieren llegar?

En evidente violencia contra la razón han incurrido los gobernantes al imponer mecanismos de control del magisterio sin contar con mínimas ideas educativas que los justifiquen, ni con un proyecto claro para el sistema educativo mexicano, ni un diagnóstico sólido del desempeño del magisterio. Si, como ha reconocido el propio secretario Chuayffet, no saben qué hacer con el sistema educativo, tampoco pueden saber quién es un buen maestro y quién no lo es. Y no es sólo esta declaración lo que evidencia la falta de proyecto educativo del gobierno, también lo confirma la ausencia de ideas tanto en las reformas ya impuestas como en los borradores de las que ahora quieren imponer, falta de ideas que se pretende ocultar con el uso obsesivo de la vana palabra calidad.

Las definiciones de una buena educación y un buen maestro no son tarea fácil y menos si, como debe ser, no son realizadas en un cenáculo cerrado sino que son producto de una amplia participación de quienes tienen interés legítimo en esta materia: estudiantes, maestros, padres de familia. En este vacío, es un acto de provocación haber llevado a la Constitución, precipitada y violentamente, la disposición de despedir a los maestros que no obtengan resultados satisfactorios en evaluaciones que no se han definido (esa es una de las tareas del nuevo INEE), pero que tienen como antecedentes ominosos la fallida evaluación universal y la carrera magisterial.

También es evidente violencia la feroz campaña contra los maestros mexicanos orquestada por Televisa, y secundada por las demás televisoras y la mayor parte de los medios impresos. Recuérdese el panfleto llamado De panzazo (divulgado en todo el país con recursos millonarios) y véase la forma de tratar los asuntos del magisterio en noticiarios y reportajes. Es violencia usar los medios para atacar a los maestros difamándolos, afirmando, por ejemplo, que se oponen a que la educación sea reformada o que se oponen a la evaluación, cuando ellos (señaladamente la CNTE y otros grupos disidentes) se han pronunciado por una auténtica reforma educativa y por la evaluación integral (concepto que el gobierno ha empezado a usar).

Sorprende que esta rijosa postura establecida de entrada por esos intereses privados, tan irresponsable, haya sido secundada por viejos y experimentados políticos del PRI. ¿Cuál es su estrategia? Para mejorar la educación, si es que eso es lo que en verdad quiere el gobierno, ¿era imprescindible empezar con amenazas a los maestros? ¿Ignoraban el conflicto en que los estaban metiendo Televisa y sus asociados? De hecho, en estas últimas semanas, estos priístas ya han tenido que retroceder en varios aspectos: el secretario Chuayffet, que se había sumado a las descalificaciones y amenazas que Mexicanos Primero lanzó contra los maestros, hace ahora un reiterado y extemporáneo reconocimiento a los méritos del magisterio mexicano, y sostiene que las escuelas normales deben ser fortalecidas (cuando Mexicanos Primero y la maestra Gordillo habían urgido a que desparecieran).

Una forma particularmente hipócrita y perversa de violencia es el silencio, el ninguneo. Treinta años tiene la CNTE luchando en contra de la corrupta dictadura que ha ejercido la dirección del SNTE y la respuesta del gobierno ha sido la complicidad con los dirigentes y sus grupos de beneficiarios; 30 años tienen los maestros de la CNTE pugnando por una reforma educativa y el gobierno ni los ve ni los oye, en cambio los acosa, los reprime y los acusa de destruir la educación.

En estas circunstancias, cerrada cualquier posibilidad de diálogo, ¿qué otras armas tienen los maestros para avanzar en sus justas demandas si no son las marchas, los mítines y los paros? Si quienes preocupados por estas manifestaciones, con espíritu policiaco, andan buscando autores de conspiraciones, bien harían en voltear la mirada a aquellos que con un irresponsable afán provocador han ideado e impulsado esta farsa de reforma educativa.