Opinión
Ver día anteriorDomingo 5 de mayo de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Plaza primorosa
M

aravilla conocer tantas zonas de la ciudad que conservan antiguos barrios y pueblos de gran tradición, que preservan sus distintas personalidades. Un buen ejemplo es Coyoacán. A vuelo de pájaro podemos recordar: La Candelaria, San Francisco Culhuacan, Los Reyes Huichilac, la colonia Del Carmen, La Conchita, los barrios del Niño Jesús y San Francisco, la propia Villa de Coyoacán y el encantador barrio de Santa Catarina.

Situado este último a un lado de la calle que tenía por nombre Camino Real, hoy Francisco Sosa, aparece una plazuela que ostenta un pequeño y lindo templo, pintado de amarillo ocre, con un campanario y una sencilla portada barroca, dedicado a Santa Catarina. En la época prehispánica aquí se encontraba un asentamiento llamado Omac, que significa entre dos aguas.

Después de la conquista, los franciscanos levantaron una capilla abierta en donde los naturales de la zona recibían servicios de evangelización y, como capilla de apoyo a la catedral, prestaba servicios religiosos a los habitantes blancos y mestizos del barrio. Su servicio se tornó tan significativo para la comunidad, que se formó la cofradia de Santa Catarina, la cual financió la construcción del templo.

En este lugar descansaba la imagen de la Virgen de Guadalupe cuando la sacaban a procesiones por la ciudad para que la aliviara de alguna epidemia o plaga. Por su parte, los españoles paseaban a la Virgen de los Remedios, a quien creían más poderosa. Durante varios siglos existió una competencia entre ambas vírgenes, que evidentemente ganó la guadalupana.

Santa Catarina era la patrona de la Real y Pontificia Universidad, por lo que con frecuencia llevaban a cabo celebraciones en el templo y la plaza. Esto tuvo como consecuencia que la santa fuera favorecida por las clases sociales que rodeaban el mundo universitario y del alto clero. Por esa razón no faltó quienes la acusaran de ser una santa elitista.

Hace un par de semanas se celebró la fiesta de Santa Catarina y todavía hace unos días el templo lucía una preciosa portada de flores naturales, que imprimía un toque colorido a la plaza, cuya vegetación son fundamentalmente añejos fresnos, casuarinas y algunos otros; muchos de ellos los sembró Miguel Ángel de Quevedo el apostol del árbol.

Fue un pionero de la ecología además de ingeniero destacado. Entre muchas otras acciones, impulsó el desarrollo de los viveros de Coyoacán, en terrenos de su propiedad que donó para ese fin. Logró que el Desierto de los Leones fuera declarado Parque Nacional, el primero en México que recibió dicha declaratoria para protegerlo y que se volvió un modelo para el resto del país.

Ya está oscureciendo así es que vámonos a merendar a Las Lupitas, que se encuentra ahí mismo en la plaza, justo en la esquina con la calle de Francisco Sosa. Aunque hay desayunos y comidas, las meriendas son las que le dan la fama desde hace casi medio siglo a este acogedor y colorido establecimiento. Entre sus recetas más populares están los frijoles maneados, que son peruanos machacados, preparados con queso chihuahua y el secreto de la casa: leche Clavel, lo que le da al platillo una suave y a la vez densa consistencia, que hace verdaderamente deleitoso paladearlos.

Los burritos de chilorio son otra de las especialidades junto con las chivichangas, hechas con tortilla de harina, frijoles y queso finamente diluido. Por supuesto como buen merendero, no falta el atole de canela y las tradicionales coyotas, herencia sonorense; consiste en una pequeña gordita de harina rellena de piloncillo. El ambiente casero es muy grato, con la atención personal de la dueña que lo recibe con una gran sonrisa