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Ver día anteriorMiércoles 8 de mayo de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Política de arriba
E

l conciliábulo de notables, formado por un reducido conjunto de burócratas partidistas, políticos de reciente y largo incruste en los círculos del poder y un manojo de actuales funcionarios federales, parió el ahora famoso Pacto por México. La obra cumbre de su difundida eficacia y capacidad de maniobra. La tarjeta de presentación de una administración que, por cierto, se topó con un frágil sendero de intereses disímbolos, imprevisto, pero útil para navegar entre borrascas temporales. Peña Nieto recalibró con tal instrumento sus pretensiones de gobernar, quitado de la pena, a un país escindido, empobrecido sin remilgos, plagado de violencia y atribulado a extremos indecibles. Se convirtió así dicho pacto en la muletilla que ahora se blande ante propios y extraños para repintar los borrosos rasgos de una modernidad predicada. Todo un quehacer público que se inicia, pulula y agota en ese cerrado, cupular coto donde sólo moran los de mero arriba.

Fuera de tan celebrado conciliábulo pomposamente llamado Pacto por México se mueve, agita, desgañita y arde otra forma de ríspida convivencia que requiere distintas coordenadas para su comprensión. También solicita conductos diversos y de otros negociadores políticos, precisamente de esos que se mueven, entienden y actúan donde cruje la tosca realidad. En esa convivencia cuyos canales hacia arriba están anegados por años de mal uso, simulaciones cotidianas y cruentas deformaciones. Se solicita un quehacer que se haga cara a cara y donde los rostros que distinguen otros no son claros, ni pulidos, nunca amenos, poco transparentes. Son todos ellos seres que portan el rostro de un acontecer deformado, empapado en sangre, abandono y muchas, muchísimas privaciones, desencantos y miseria. En esa tierra baldía los pactos entre enchufados no encuentran eco ni resuenan con voces obsecuentes, plegables a las órdenes emanadas desde lo alto. La vigencia de una ley, dictada desde el centro, a contrapelo de las necesidades y las aspiraciones de otros que son millones, se diluye tan pronto toca las burdas manos de un maestro ignorado, las cuerdas vocales de un niño escuálido, se tuerce a pesar de los reclamos contra los abusos de mineros avarientos o anida dentro de un bajareque improvisado como escuela sin baños ni agua corriente. Ahí no hay espacio para la parsimonia y los celebrados acuerdos. Todo suena con palabras altisonantes, imprecaciones y exigencias de ese tipo de justicia que ha sido, secularmente, denegada por los oficiantes de élite que, invariablemente, atisban hacia arriba.

Pero el coro del aparato de convencimiento ha unificado ya sus peticiones, invectivas y descoque autoritario. Quiere chichones al por mayor y, si es necesario, sangre de esa que puede ser de inmediato ignorada. La mayoría, salvo uno que otro adalid del autoritarismo salvaje (como el gobernador de Morelos que, desde su enterada atalaya bravucona, vislumbra narcoguerrilleros por todos los rin­cones) no se atreven a pregonarlo de manera directa, so pena de pasar como provocadores. Se cubren con plegarias a la autoridad para que actúe, para que blanda, sin tardanzas, el enorme garrote a su exclusiva disposición y abolle al menos algunos cráneos de esos revoltosos que se hacen pasar por maestros o ejidatarios afectados.

La actual administración, en su trajín concertador, ha dejado ir medio año sin pegar un tabique. No ha podido diseñar, y menos aún, iniciar algún programa de envergadura que, en efecto, mueva a México. Todo ha sido una sucesión inacabada de escenarios bien montados, palabras, trasteos legislativos y más fotos y palabras. Los reconocimientos externos, cosechados en racimos, caen sobre una clase media estupefacta que se desencanta por día transcurrido. Mientras, los desajustes internos prosiguen su ruta de colisiones cotidianas. En esos lugares cuyas coordenadas se desconocen, todo se retuerce, ahí todo es intemperie, sequedad aunque, arriba, se esquive la responsabilidad ante el hoy y el mañana.

Un programa que podría ser sencillo de enunciar, la cruzada por una escuela digna para todos no existe ni siquiera en borrador. Construir 100 mil primarias (empezando por esas 50 mil presumidas, deberían situarse en zonas privadas de lo indispensable) en dos, máximo tres años, por ejemplo, no se les ocurre. Con tal programa se movería en serio una economía por más estancada que estuviera. Un programa de esas proporciones podría sustituir esos otros empeños en levantar casuchas invivibles, una tras otra en medio de la nada. Conjuntos precarios, abandonados, donde se han enterrado, irresponsablemente, cientos de miles de millones de pesos si no es que hasta un billón.

La diferencia, respecto de esas otras ideas decididas a atender el reclamo educativo, consiste en levantar las escuelas a partir de los materiales de la localidad. Bajo diseños ya probados por los mismos lugareños y en armonía con el ambiente. La mano de obra también sería local y podría extenderse a caminos, servicios públicos, generadores de energía, lugares de esparcimiento, comedores, centros de salud y talleres para el trabajo futuro. El programa escolar complementario de alimentación (con su huerto al canto) tendría que partir de las potencialidades y gustos locales, nunca recurrir a productos industrializados en plazas remotas, urbanas. La edificación con modelos masivos ya no pueden tener cabida. El mercado interno exige empezar por la pequeña escala, por lo cercano, lo ya conocido pero que ha sido secularmente ignorado, hasta despreciado. La economía del país se viene desacelerando de manera notable. Coincide con el estancado ciclo de Estados Unidos y el decline europeo. Esperan varios años de recesión y escaso o lento crecimiento externo. El aparato productivo nacional depende, en gran parte, de las exportaciones e importaciones y el influjo que recibirá no se visualiza redentor, menos aún movilizará recursos y talentos. Es hora de la previsión y la emergencia imaginativa. Es tiempo propicio para el golpe de timón y modificar el rumbo de las colisiones inevitables. Continuar legislando al vapor bajo las consignas de un modelo en quiebra, es de necios. El año 2013 está casi perdido para el crecimiento deseado, para la seguridad y para la convivencia colectiva en paz. Ojalá y no se continúe empalagando el ambiente con sentencias apegadas a un derecho vacío y divisor.