Opinión
Ver día anteriorMiércoles 8 de mayo de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Isocronías

Al margen

L

as obras maestras son maestras en el arte de no estorbar.

En un poema pareciera que las palabras dicen sus propias palabras.

Una lengua con sentido de la escucha, la del poeta.

No sólo cantar, también escribir, en especial si versos, requiere un arte de la respiración.

Corregir no dejando lo que está bien y quitando lo que está mal, sino desde la disposición al compromiso con lo que se escribe y, eventualmente, se publicará.

Toda obra de arte un talismán, no un fetiche.

Repetición que concentre (en apertura), no que aburra (cerrando puertas).

Atención atendida, desde la inteligencia, la sensibilidad y la belleza.

No toda escritura queda, pero todo acto escritural se presenta como voz que en cierto modo queda. La escritura no se hizo tanto para desocupar la memoria como para dejar constancia de que del habla no es poco lo que queda. Para asentar la vigencia, la permanencia, de ciertas zonas del habla.

Esto, aunque no se escriba, quedará escrito, dice el que bien escuchó lo desde hondura dicho.

¿Será que exista la inspiración sin devoción?

La inspiración, palabra tan prestigiada como desprestigiada, exige, si verdadera, fidelidad.

Una imagen no necesariamente hace un poema, pero un poema es necesariamente una, así fuese poliédrica, multívoca, imagen.

Humildad, no apocamiento. El humilde arriesga, se arriesga, da –siempre– de sí.

Ya el timbre de una voz bastante dice de lo que esa voz dirá. No digamos el tono, no digamos el gesto con que es dicha. El timbre de una voz dice bastante de cuánto (o de si no) resonará.

No invadirla, hacer espacio en la conciencia del receptor, expandirla, es el auténtico trabajo de la obra de arte.

Sentido concentrado e irradiante es toda obra de arte. Quizá mejor: soplo de sentido.