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Buscando al trabajo, buscando al socialismo
L

a crisis en curso, su manejo y las políticas de austeridad que pretenden resolverlo en favor de las clases dominantes agudizando, por ejemplo el desempleo (según la OIT en 2012 había en el mundo 197 millones desempleados; este año habrá más de 202 millones de personas en busca de trabajo, Global Employment Trends 2013, 22/1/13) hacen pensar a cada vez más gente que debe haber alguna alternativa.

No sólo una política alterna que pondría el problema del empleo en el centro (algo que frente a las medidas antipopulares y fascistoides igual haría mucha diferencia), pero una alternativa sistémica.

Según la editorial Merriam-Webster, especializada en diccionarios, el socialismo y el capitalismo fueron elegidas como Las palabras del año 2012 por la cantidad de búsquedas online por personas que simultáneamente consultaban ambos términos ( Página/12, 6/12/12).

Al final es alguna lucecita en estos tiempos oscuros y una señal de que a pesar del fracaso del socialismo real hay quienes aún creen que puede haber una alternativa al capitalismo o que siempre es la misma: socialismo o barbarie. Pero: ¿qué socialismo?

Es interesante el aporte de Michael A. Lebowitz, un destacado marxista canadiense que no sólo rescata el término, sino también lo reconecta con sus orígenes.

Para Lebowitz que lamenta que muchos marxistas, dado que el autor de El Capital no escribió un tomo separado sobre el trabajo asalariado, olvidan el lado de los trabajadores estudiando el lado del capital como si fuera la totalidad del sistema (Beyond Capital: Marx’s Political Economy of the Working Class, 1992) la alternativa socialista sólo puede ser un resultado de la autoorganización de los trabajadores, siendo ellos los principales sujetos que pueden transformar la sociedad desde abajo, mediante la libre asociación y cooperación ( The Socialist Alternative: Real Human Development, 2010).

Según él –siguiendo a Marx–, la sociedad socialista es la que remueve todos los obstáculos para el pleno desarrollo de las capacidades humanas que es un fin en sí mismo. Mediante el trabajo, el trabajador no sólo transforma el mundo, sino también a sí mismo. Producir un producto significa producir dos cosas: la mercancía y un tipo de persona que es el productor. Sin embargo, el capital tiene un doble efecto: no sólo explota a los trabajadores, sino también los deforma, privándolos de la totalidad de su humanidad. Por eso es necesario ir más allá del capitalismo, donde ésta podría alcanzar su plenitud (así no se trata tanto de disminuir el tiempo de trabajo, sino de convertirlo en trabajo socialista).

Analizando el fracaso del socialismo real, Lebowitz subraya que éste falló, porque las relaciones de trabajo vanguardistas, fruto de un perverso contrato social, excluyeron a la clase obrera del proceso productivo dándole la prioridad a los gerentes, que persiguiendo la eficiencia abrazaron la lógica del capital abriéndole finalmente la puerta a la restauración del capitalismo. Para él, la principal contradicción del socialismo real era la relación vanguardia-trabajadores; la solución, en vez de liberar al gerente, debería haber sido liberar al trabajador ( The Contradictions of Real Socialism. The Conductor and the Conducted, 2012).

Para el mismo autor, la búsqueda del socialismo pasa por el Estado como un espacio de la práctica revolucionaria: un buen ejemplo de esto es Venezuela, que gracias a Chávez rescató en buena parte el término, demostrando que es posible construir el socialismo –del siglo XXI– con logros (por ejemplo, el desempleo es ahora de 8 por ciento), aunque no sin dificultades (en la autogestión obrera). Lebowitz ha acompañado y estudiado este proceso ( Build It Now: Socialism for the 21st Century, 2007) y basándose también en él subraya la necesidad de un Estado socialista ( The State and the Future of Socialism, en: Socialist Register 2013).

Según Lebowitz, para el socialismo del siglo XXI necesitamos también un marxismo del siglo XXI o más bien un retorno al marxismo de Marx que, sobre todo los escritos de 1844-1858, están llenos de pasajes sobre el desarrollo humano y la necesidad del socialismo para alcanzar su plenitud, algo que fue perdido en el siglo XX por el marxismo vanguardista que no veía más allá del desarrollo de las fuerzas productivas.

Esta parcialidad se refleja hoy en el debate alrededor de la crisis: mientras abundan discusiones sobre el problema de la transformación o la caída de la tasa de ganancia –el mismo Lebowitz en un viejo ensayo rechazó mirarla sólo desde el lado de la producción, Marx’s Falling Rate of Profit: A Dialectical View, 1976– escasean análisis acerca del proletariado como sujeto y su praxis.

La respuesta a la crisis será desde la teoría, pero sobre todo desde la práctica de la clase trabajadora, sin excluir a los desempleados (lo único que determinará el camino al socialismo será la lucha de clases). El trabajo –en el capitalismo– deforma, pero condenar millones a un paro indefinido (ante todo los jóvenes, una generación en peligro según la OIT, Global Employment Trends for Youth 2013, 8/5/13), también es una mutilación. La búsqueda del socialismo basado en la emancipación mediante el trabajo es una vía humanista frente a un sistema inhumano e ineficiente que desperdicia las vidas y la fuerza laboral.

De acuerdo con Lebowitz, el capitalismo sigue porque logra producir los trabajadores que necesita, convencidos de que no hay una alternativa; para ir más allá de él se necesita una visión que remplazaría este falso sentido común, cambios que pueden darse sólo si salen de nosotros mismos. Si no los buscamos, de una vez podemos abrir el diccionario y consultar la palabra fascismo.

* Periodista polaco