Opinión
Ver día anteriorDomingo 19 de mayo de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
¿La Fiesta en Paz?

Un diálogo confirmador

Blindar sin denunciar o defender sin comprender

Afición mal formada y desinformada

E

l recién descubierto nivel de educación en el país sólo confirma el pobre nivel de desempeño, hace décadas, de gobernantes, funcionarios, políticos, partidos, medios y ciudadanos en un país que perdió por lo menos el rumbo y ciertos márgenes de dignidad en su poco imaginativa relación con el vecino distante. A la voracidad de unos respondemos con la complicidad de otros, mientras las palabras patria, nación, terruño o pueblo se vuelven obsoletas y nuestra incipiente democracia hace como que escucha y los congresos como que legislan.

Así las cosas, a veces enseñanza y aprendizaje se desplazan de las aulas a los vagones del Metro, donde escuché de una pareja de estudiantes una conversación sin desperdicio. El joven preguntó a su amiga: ¿Sabes en qué se parecen los bancos y los partidos políticos? No, contestó la chava, mientras mordía con fruición un pequeño envase de plástico con polvo rojo. Pues en que unos y otros se llevan la lana a cambio de un pésimo servicio, aclaró el compañero. Me parece una idea equivocada esa del servicio a cargo de bancos y partidos políticos, refutó la muchacha. ¿Por qué equivocada?, inquirió el joven. Pues porque los pinches bancos y los pinches partidos políticos no son parte de la democracia sino del pinche sistema explotador y cortoplacista que prevalece en el mundo, afirmó ella sin dejar de ingerir su golosina en polvo, y concluyó: la neta, esperar servicios de parte de la banca y los partidos políticos me parece estúpido más que ingenuo. Fue cuando no resistí buscar su rostro para decirle: tienes toda la razón.

Cuando los holgazanes partidos políticos que conforman el Congreso del estado de Sonora (PRI, PAN, PRD, PVEM y PANAL) se alcanzaron la ociosa broma de prohibir en serio una fiesta de toros inexistente en la entidad, ni corto ni perezoso, casi alarmado porque la demagógica medida pudiera extenderse a su estado, con 36 ganaderías de bravo y sólo superado por Tlaxcala, el gobernador panista de Guanajuato, Miguel Márquez Márquez, anunció el pasado 11 de mayo la firma de un decreto que declara a la fiesta charra y a la fiesta taurina Patrimonio Cultural Intangible del estado, entendido ese patrimonio como crisol de nuestra diversidad cultural y su conservación, como una garantía de creatividad permanente.

Con esta medida del gobernador Márquez, desde luego política y culturalmente incorrecta según los lineamientos del pensamiento único difundido a diario por el imperio gringo y sus asociados poderosos que se sueñan civilizados, y suscrito además por el grueso de la clase política nacional, suman ya cinco los mandatarios incorrectos que de alguna manera han osado pronunciarse en favor de la tradición taurina de sus estados mediante decretos o iniciativas. Antes lo hicieron el gobernador de Aguascalientes, Carlos Lozano de la Torre; el de Tlaxcala, Mariano González Zarur y el de Querétaro, José Calzada –ambos a través de una iniciativa del Congreso local–, y el de Hidalgo, José Francisco Olvera Ruiz.

La Unesco define patrimonio inmaterial como el conjunto de creaciones basadas en la tradición de una comunidad cultural expresada por un grupo o por individuos y que reconocidamente responden a las expectativas de una comunidad en la medida en que reflejan su identidad cultural y social.

Aquí es donde las cosas se complican con respecto a la tradición taurina de México, debilitada como nunca no obstante ferias de relumbrón y vistosas revistas de ocasión, ya que por un lado los tercos taurinos –los que viven profesionalmente de la fiesta de los toros– prefirieron instalarse en la autorregulación a observar la normativa vigente, la cual a su vez no tiene el respaldo de la autoridad responsable, en tanto que el grueso del público y la afición carecen de instrumentos eficaces de información y capacitación. En este sentido, el concepto responder a las expectativas de una comunidad en la medida en que reflejan su identidad cultural y social se vuelve difuso cuando no contradictorio, ya que todos los gobiernos estatales citados han dado reiteradas muestras de proteger los intereses de las empresas antes que los del público y los del toro, y siguiendo el pésimo ejemplo de la Plaza México y del Gobierno del Distrito Federal, suprimieron la práctica de los exámenes posmortem a las reses lidiadas, en tanto los enfiestados públicos mal distinguen entre un toro con edad y trapío y una burra preñada. En estas circunstancias, no se puede responder a expectativas sólidas cuando se carece de formación e información sólidas. Con la negligencia de los aficionados ante el estado actual de la fiesta pasa como con la apatía de los ciudadanos ante los partidos políticos: simplemente se desentendieron de lo que unos y otros hagan o dejen de hacer.