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Desempleo afecta a 3.2 millones de personas en Francia, pese a promesa presidencial de revertirlo

Hollande inicia segundo año de gobierno con elevada impopularidad y descontento social
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El presidente francés, François Hollande, durante una reunión con periodistas en en el Palacio del Elíseo, el viernes pasado en ParísFoto Foto Reuters
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Lunes 20 de mayo de 2013, p. 22

Burdeos, 19 de mayo.

El presidente francés, François Hollande, acaba de iniciar el segundo año de su mandato con una impopularidad de más de 75 por ciento, es decir, de las más altas que haya alcanzado un mandatario, acompañada de un descontento generalizado que llega a las filas de su Partido Socialista (PS).

Cierra su primer año con desempleo de 3 millones 224 personas, que sigue al alza a pesar de la promesa de revertirlo a finales de 2013, con una nueva e impopular reforma de las jubilaciones en marcha, con el aumento de los impuestos, con el ejército francés en una guerra en Mali y con sólo dos leyes importantes aprobadas en un año.

La ley del matrimonio se esperaba, pero su promulgacion y aplicacion no resolverán nada en cuanto a la crisis política y economica del país. La ley sobre seguridad del empleo, diseñada para satisfacer a los empresarios y votada globalmente –sin el tradicional debate artículo por artículo– en el Senado en estos días, que considera el trabajo, no como la riqueza producida por los trabajadores, sino como costo, el cual ha de reducirse como sea, agravará la precaridad del empleo hasta en los sectores educativo y de salud, favorecerá el trabajo parcial y provocará baja de salario.

La segunda conferencia de prensa del presidente, el pasado jueves, ocurrió en el momento en que se confirmaba que Francia había entrado en recesión con dos trimestres seguidos de retroceso del PIB y con el poder adquisitivo de los franceses en baja histórica de casi uno por ciento en 2012. Pese a esos indicadores catastróficos, Hollande ha confirmado su voluntad de seguir aplicando las políticas neoliberales de austeridad impuestas por la Comisión Europea y Alemania.

Para él, Francia es y será el motor del cambio europeo cuando la zona euro, y obviamente Francia, está completamente paralizada por políticas de austeridad dictadas por la obsesión liberal de reducir el déficit presupuestal publico, medida reclamada por los mercados financieros. Cuando Hollande propone, para solucionar la crisis (que, al mismo tiempo, afirma que ésta ya quedó atrás), crear un gobierno économico europeo con poderes, sólo olvida mencionar que la idea no es nueva y la lanzó Angela Merkel en 2011.

Cabe recordar que, pese a lo que afirmó al principio de su mandato, no consiguió modificar una sola palabra del tratado europeo firmado por Sarkozy y Merkel. Intentó presentar todo lo que le impone Alemania y la Comisión Europea (que acaba de otorgar a Francia dos años más para reducir su déficit presupuestal a 3 por ciento; es decir, para terminar las privatizaciones y reformas estructurales, acabar con el código del trabajo y agravar las condiciones para las jublilaciones) como iniciativas propias y decisiones de su gobierno. El Medef, que reagrupa a empresarios, ha manifestado satisfacción considerando que las declaraciones de Hollande corresponden a su visión.

Frente al ejercicio de malabarismo gubernamental, cuyo objetivo era intentar convencer a los franceses que todo va a cambiar sin cambiar de política, el escepticismo va creciendo y la mayor preocupación de la población sigue siendo el empleo. Según el ministro del Trabajo, Michel Sapin, todo está listo para revertir la curva del desempleo este año y las medidas serán presentadas en la conferencia social del 20 y el 21 de junio con los sindicatos. La medida estrella del gobierno Hollande son los empleos para el futuro, dirigidos a los jóvenes sin calificaciones de los suburbios obreros o del campo. Pero, a mediados del año, los cien mil empleos prometidos apenas llegan a 10 mil.

El gobierno acaba de ampliar la medida al sector privado y al turismo. Tampoco los 500 mil empleos que deben generarse, en cinco años, con los contratos de generación –se contrata a un joven y se mantiene a un senior a cambio de exoneración de cargos sociales– ha encontrado éxito en las filas del sector privado. Todas esas medidas técnicas tendrán, quizá en un tiempo, efecto positivo en las cifras del desempleo pero no son la solución. Bien se sabe que, para solucionar la cuestión de los fondos de jubilaciones y mantener la jubilación por reparto a su nivel actual, habría que crear masivamente empleos y subir el salario minimo a mil 700 euros brutos para reactivar el consumo.

Hollande tiene pocas alternativas. En junio, la conferencia social le va a reclamar una nueva orientación de la politica económica y social, lo que descarta totalmente. En entrevista a una revista francesa hace unas semanas, había repetido que este año su equipo de trabajo debe tener resultados en desempleo, vivienda, educación, consumo y la presencia de Francia en el mundo. Pero de ninguna manera se espera que escuche la voz de los que votaron por él hace un año y le dieron cuatro millones de votos. El presidente ha dicho que no considera a la izquierda de la izquierda parte de su mayoría y su rechazo personal a la ley de amnistía social para trabajadores despedidos y que, en su desesperanza, destruyeron material en oficinas es preocupante. La violencia de los despidos de hombres y mujeres que trabajaron años en una empresa no se puede comparar a ninguna otra.

La ley de amnistía permite reconocer esa intolerable violencia social hacia familias enteras. Preocupante también la manera en que Hollande se vanagloria de hacer lo que no hizo Nicolas Sarkozy: reforma del sector laboral, reducción del gasto público, reforma de las jubilaciones (incluso repitió la frase –que en su tiempo criticó– de Sarkozy ya que vivimos más tiempo, tenemos que trabajar mas tiempo.

La izquierda de la izquierda dio sus votos sin ilusiones pero el rechazo de Hollande a hacer otra política como se lo pidieron el 5 de mayo pasado decenas de miles de manifestantes que gritaban ‘resistencia’ en las calles de París, no deja de ser grave. La actitud del presidente, que está traicionando incluso los textos votados por su partido, ha venido a confirmar que el cambio no es ahora como lo pretendía la propanganda socialista.

El próximo año, hay comicios municipales y europeos y la extrema derecha se prepara a recoger los frutos podridos de la abstención electoral, consecuencia de una esperanza perdida.